Bodegas
León tiene, en su parte centroriental, un tipo de tierras arcillosas que permiten realizar cuevas artificiales con cierta facilidad, una vez que se llega a la capa más blanda, que al contacto con el aire se va endureciendo hasta adquirir una gran dureza. En la superficie se sitúan unas arcillas gredosas, compactas, homogéneas e impermeables, que se perforan para dar acceso a la cueva o bodega, situada en el siguiente estrato de arcillas arenosas, más fáciles de trabajar. Estas cuevas se han desarrollado en los territorios donde el cultivo de la vid ha tenido importancia y se han destinado a la preparación, crianza y cuidado de esta exquisita bebida, dado que en el interior de ellas se consigue una temperatura constante entre los 14 y 15 grados, muy favorable para la estabilidad del vino, de ahí que las denominemos cuevas o bodegas.
Los límites de estas cuevas están marcados en la parte alta de la Páramo leonés y la comarca de Tera, al sur por la Tierra del Vino, para volver desde allí a León por los límites de la Tierra de Campos. Como se puede comprobar fácilmente, dentro de este territorio están algunas comarcas vinícolas como Toro y Valdevimbre.
Estas zonas vinícolas presentan en sus bodegas tradicionales unas características cuya descripción y manera de construcción ha sido descrita por el arquitecto G. Fernández Balbuena, que en las primeras décadas de este siglo llegó a ver construir alguna en el pueblo de Ardoncino: «Córtese a pico, en el talud mediodía de un alcor, un frente a plomo; después de bien alisado y peinado el corte, trácese en él la forma directriz de la perforación, que suele ser la de un arco de medio punto, de un metro a dos de diámetro, y comienza a labrarse la bodega». Según las zonas esta perforación puede ser casi horizontal o muy tendida, en rampa o en escalera; en algunas circunstancias, cuando la capa de tierra superior de esta bodega es muy fina se refuerza la misma con ladrillos, adobes o entramados de madera, que se extienden hacia el exterior rematando en un tejaroz de protección. Llegados a la capa de arcillas arenosas se inicia el trazado de la bodega propiamente dicha, lo que en las tierras de León y zonas limítrofes suele ser hacia el metro y medio o los dos metros como mucho, hacia los ocho La bodega puede ser privada o colectiva; en el primer caso es más pequeña que en el segundo, pero en ambos existen los mismos departamentos o dependencias. La sala principal de la bodega es el «lagar», donde se pisa y prepara el vino; en casi todas las zonas se hace de la misma manera, mediante la presión de una viga sujeta en uno de sus extremos en una estructura de madera. El lugar donde cae el mosto es el «pilo». A los lados del que podríamos llamar pasillo central existen unos ensanchamientos, que en Zamora se llaman «sisas», en los que suelen estar colocadas las cubas, y que G. Fernández Balbuena lo describe así:
De seis en seis metros, de ocho en ocho, de más en más a veces, según lo pida y consienta el terreno se hacen ensanchamientos en la galería, son los lugares importantes de la cueva: en ellos van a estar las cubas de continuo recostadas sobre los recios «poinos» que las aleja de la humedad del suelo; ellos son los lugares predilectos de los competentes visitadores de las bodegas; en ellos van a realizarse las más de las operaciones de elaboración del vino.
Para ventilar la bodega, limpiar el aire y mantener la temperatura se abren en vertical algunas chimeneas que se estrechan a medida que ascienden, denominadas «zarceras» o «ventanos», que pueden rematar a ras de tierra o en una pequeña construcción, según la costumbre de la zona. Su número marca la importancia de la bodega y se suelen abrir en medio de las «salas» o ensanchamientos principales de la bodega. G. Fernández Balbuena los describe así:
Los ventanos (o zarceras) al ejecutarse, se excavan simultáneamente del interior de la galería hacia arriba, y desde arriba, desde el interior, hacia abajo, por medio de un pozo, que se traza cónico, de mayor a menor, con su base máxima en la profundidad, en el suelo del «ventano», en el lugar de las cubas. El resto de las dependencias de la cueva se excavan según arte... buena práctica de evacuación de estas tierras residuales es aquella que se verifica, no por la boca de la cueva, sino por los pozos ventanos; de esta suerte el acarreo a distancia queda suprimido, y las tierras sobrantes se utilizan para disponerlas sobre la bodega en forma de conos, protegiendo el interior, al aumentar el espesor de la capa superficial, cubierta natural de la cueva, obligan, por su pendiente siempre exagerada de propósito, a las aguas a discurrir con facilidad y muy rápidamente; así quedan suprimidas las filtraciones y humedades hacia el interior.
Al exterior las zarceras aparecen en lo alto de dichas lomas, creando un conjunto que para G. Fernández Balbuena «constituye una reproducción fidelísima, lo que no quiere decir que yo la suponga derivada, de los hipogeos egipcios». Lo que no suele faltar en una bodega es el pozo, cuya agua se utiliza para lavar las cubas, y como dice G. Fernández Balbuena, «en último término puede convenir aclarar el producto elaborado. Que es a veces peligroso venderlo con todo su valor y máxima eficacia».
Lo normal es que todo el interior quede con las tierras a la vista, pero en algunas zonas como la Tierra del Vino es frecuente que aparezcan arcos de entibo de ladrillo o de piedra; algunas bodegas llegan a tener bóvedas de ladrillo y muros de piedra o ladrillo, pero suelen ser reformas modernas.
Hoy la mayor parte, por no decir la totalidad, de estas cuevas o bodegas no están destinadas al fin para el que fueron creadas, pues tras la constitución de las cooperativas vinícolas toda la uva va a éstas y, salvo el capricho de algún viticultor o bodeguero que desea hacerse su propio vino, todas estas cuevas están fuera de uso. Por ello es frecuente encontrarse con pueblos que tenían en su entorno «uno de los máximos valores pintorescos» y que hoy las ven desaparecer y hundirse por abandono, pues no se cuida lo que no vale, o transformarse por la llegada de un turismo avasallador, que ha producido reformas inapropiadas no sólo en el interior sino, sobre todo, en el exterior, cambiando sus entradas tradicionales por casetas de un tamaño que distorsiona el paisaje y que suelen ser un monumento al mal gusto.
Además de este tipo de cuevas o bodegas hay que citar otras construidas dentro de poblaciones situadas bajo las casas. Tienen una organización parecida, variando solo la entrada, que se efectúa desde el interior de la vivienda por una escalera de tierra, ladrillo o piedra en forma de caracol o en tramos, con un cañón de los mismos materiales; los ventanos o zarceras se abren en el patio o en la calle, junto a la fachada. Las sobrecargas del edificio superior obligan en este tipo de cuevas a levantar refuerzos que repartan la carga con arcos de piedra o ladrillo y hasta bóvedas del mismo material. A pesar de esto último, el abandono de las bodegas por las causas apuntadas anteriormente ha desencadenado en muchos casos el hundimiento no sólo de la cueva sino también del edificio superior, la vivienda.
Los límites de estas cuevas están marcados en la parte alta de la Páramo leonés y la comarca de Tera, al sur por la Tierra del Vino, para volver desde allí a León por los límites de la Tierra de Campos. Como se puede comprobar fácilmente, dentro de este territorio están algunas comarcas vinícolas como Toro y Valdevimbre.
Estas zonas vinícolas presentan en sus bodegas tradicionales unas características cuya descripción y manera de construcción ha sido descrita por el arquitecto G. Fernández Balbuena, que en las primeras décadas de este siglo llegó a ver construir alguna en el pueblo de Ardoncino: «Córtese a pico, en el talud mediodía de un alcor, un frente a plomo; después de bien alisado y peinado el corte, trácese en él la forma directriz de la perforación, que suele ser la de un arco de medio punto, de un metro a dos de diámetro, y comienza a labrarse la bodega». Según las zonas esta perforación puede ser casi horizontal o muy tendida, en rampa o en escalera; en algunas circunstancias, cuando la capa de tierra superior de esta bodega es muy fina se refuerza la misma con ladrillos, adobes o entramados de madera, que se extienden hacia el exterior rematando en un tejaroz de protección. Llegados a la capa de arcillas arenosas se inicia el trazado de la bodega propiamente dicha, lo que en las tierras de León y zonas limítrofes suele ser hacia el metro y medio o los dos metros como mucho, hacia los ocho La bodega puede ser privada o colectiva; en el primer caso es más pequeña que en el segundo, pero en ambos existen los mismos departamentos o dependencias. La sala principal de la bodega es el «lagar», donde se pisa y prepara el vino; en casi todas las zonas se hace de la misma manera, mediante la presión de una viga sujeta en uno de sus extremos en una estructura de madera. El lugar donde cae el mosto es el «pilo». A los lados del que podríamos llamar pasillo central existen unos ensanchamientos, que en Zamora se llaman «sisas», en los que suelen estar colocadas las cubas, y que G. Fernández Balbuena lo describe así:
De seis en seis metros, de ocho en ocho, de más en más a veces, según lo pida y consienta el terreno se hacen ensanchamientos en la galería, son los lugares importantes de la cueva: en ellos van a estar las cubas de continuo recostadas sobre los recios «poinos» que las aleja de la humedad del suelo; ellos son los lugares predilectos de los competentes visitadores de las bodegas; en ellos van a realizarse las más de las operaciones de elaboración del vino.
Para ventilar la bodega, limpiar el aire y mantener la temperatura se abren en vertical algunas chimeneas que se estrechan a medida que ascienden, denominadas «zarceras» o «ventanos», que pueden rematar a ras de tierra o en una pequeña construcción, según la costumbre de la zona. Su número marca la importancia de la bodega y se suelen abrir en medio de las «salas» o ensanchamientos principales de la bodega. G. Fernández Balbuena los describe así:
Los ventanos (o zarceras) al ejecutarse, se excavan simultáneamente del interior de la galería hacia arriba, y desde arriba, desde el interior, hacia abajo, por medio de un pozo, que se traza cónico, de mayor a menor, con su base máxima en la profundidad, en el suelo del «ventano», en el lugar de las cubas. El resto de las dependencias de la cueva se excavan según arte... buena práctica de evacuación de estas tierras residuales es aquella que se verifica, no por la boca de la cueva, sino por los pozos ventanos; de esta suerte el acarreo a distancia queda suprimido, y las tierras sobrantes se utilizan para disponerlas sobre la bodega en forma de conos, protegiendo el interior, al aumentar el espesor de la capa superficial, cubierta natural de la cueva, obligan, por su pendiente siempre exagerada de propósito, a las aguas a discurrir con facilidad y muy rápidamente; así quedan suprimidas las filtraciones y humedades hacia el interior.
Al exterior las zarceras aparecen en lo alto de dichas lomas, creando un conjunto que para G. Fernández Balbuena «constituye una reproducción fidelísima, lo que no quiere decir que yo la suponga derivada, de los hipogeos egipcios». Lo que no suele faltar en una bodega es el pozo, cuya agua se utiliza para lavar las cubas, y como dice G. Fernández Balbuena, «en último término puede convenir aclarar el producto elaborado. Que es a veces peligroso venderlo con todo su valor y máxima eficacia».
Lo normal es que todo el interior quede con las tierras a la vista, pero en algunas zonas como la Tierra del Vino es frecuente que aparezcan arcos de entibo de ladrillo o de piedra; algunas bodegas llegan a tener bóvedas de ladrillo y muros de piedra o ladrillo, pero suelen ser reformas modernas.
Hoy la mayor parte, por no decir la totalidad, de estas cuevas o bodegas no están destinadas al fin para el que fueron creadas, pues tras la constitución de las cooperativas vinícolas toda la uva va a éstas y, salvo el capricho de algún viticultor o bodeguero que desea hacerse su propio vino, todas estas cuevas están fuera de uso. Por ello es frecuente encontrarse con pueblos que tenían en su entorno «uno de los máximos valores pintorescos» y que hoy las ven desaparecer y hundirse por abandono, pues no se cuida lo que no vale, o transformarse por la llegada de un turismo avasallador, que ha producido reformas inapropiadas no sólo en el interior sino, sobre todo, en el exterior, cambiando sus entradas tradicionales por casetas de un tamaño que distorsiona el paisaje y que suelen ser un monumento al mal gusto.
Además de este tipo de cuevas o bodegas hay que citar otras construidas dentro de poblaciones situadas bajo las casas. Tienen una organización parecida, variando solo la entrada, que se efectúa desde el interior de la vivienda por una escalera de tierra, ladrillo o piedra en forma de caracol o en tramos, con un cañón de los mismos materiales; los ventanos o zarceras se abren en el patio o en la calle, junto a la fachada. Las sobrecargas del edificio superior obligan en este tipo de cuevas a levantar refuerzos que repartan la carga con arcos de piedra o ladrillo y hasta bóvedas del mismo material. A pesar de esto último, el abandono de las bodegas por las causas apuntadas anteriormente ha desencadenado en muchos casos el hundimiento no sólo de la cueva sino también del edificio superior, la vivienda.
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