El Reino Olvidado

Este diario es la crónica de un país olvidado, el seguimiento de su huella histórica, cultural y artística en España y en Europa.

Mi foto
Nombre:
Lugar: Bergidum, Asturia, Spain

ex gente susarrorum

jueves, abril 20, 2006

Cultura e Identidad

La Crónica de León 20/4/2006

XOSEPE VEGA

Es una idea muy extendida –aunque en mi opinión se trata de un juicio apresurado y poco reflexivo– que si alguna expresión cabe para definir tanto a aquellos que se dedican al estudio de la cultura tradicional como a los que se empeñan en su fomento y actualización, esa es la de románticos e ingenuos nostálgicos del pasado. Se ha construido una imagen de todos ellos como la de individuos conservaduristas y algo retrógrados, desacordes con la actual marcha de los tiempos, en la que se nos presenta como un valor de progreso la renuncia a cualquier tipo de singularidad colectiva.

En realidad es probable que a muchos de los divulgadores de la cultura leonesa la única razón que los mueva sea el recuento de extravagantes artefactos e insólitos comportamientos que el tiempo ya se llevó. Y es probable además, que una mentalidad poco progresiva y estructurada no sea capaz de advertir más diferencia entre este planteamiento y el de aquellos otros que apuestan por la actualización del patrimonio cultural, que el de la aparente muestra de estéril y pueril idealismo de la que los últimos parecen hacer gala.

Sin embargo yo considero que, muy al contrario de lo que pueda parecer, esta última apuesta está presidida por un muy definido pragmatismo: La recuperación de la memoria de nuestra cultura, de su verdadera dimensión y de su presencia en nuestra cotidianeidad, tiene como consecuencia directa un reforzamiento de nuestra identidad colectiva, y ésta conlleva, al contrario de lo que hoy se cree, muy beneficiosas consecuencias sociales.

La identidad no es ninguna esencia, ninguna fuerza mágica surgida místicamente del hecho de ceñirse un cinto a la cintura en un corro de aluches, ni del desfile de coloridos pendones, ni del deleite de morcillas y botillos. No se trata tampoco de un sentimiento, de una emoción irracional cuyo origen y significado no alcanzamos a entender y que nos mueve y zarandea, por encima de nuestra propia voluntad. En todo caso, todos esos elementos culturales son realidades que configuran lo que somos y que, una vez advertidas, como argumentos, nos conducen a conclusiones y empujan a juicios y decisiones.
La identidad colectiva es esencialmente igual a la identidad individual. Se trata de un acto de reconocimiento de lo que somos, de la interconexión entre los individuos y de lo que poseemos como colectividad: un espacio de convivencia, unas conductas, creencias y valores, una trayectoria histórica, etcétera. Se trata, por tanto, de un juicio intelectual que, como cualquier artificio de la mente, nos ayuda a entender la realidad y por tanto a asear y ordenar nuestro comportamiento social. Es una conclusión intelectual esencialmente idéntica a la que establecemos cuando reconocemos nuestra tendencia sexual, nuestra creencia religiosa, nuestras aficiones e intereses y que utilizamos para explicar y mostrar con coherencia a los demás lo que somos. Es una herramienta de relación, una construcción intelectual, algo perfectamente racional y lógico.

Pero al igual que ocurre con nuestras múltiples identidades individuales, descriptivas y complementarias, también podemos tener diversas identidades colectivas, igualmente complementarias e incluso integradoras. Se trataría de una verdadera enfermedad social entender la identidad colectiva como algo exclusivo, como una marca incompatible con nada más. Si individualmente tuviéramos esta actitud –«¡Ah...! ¡Miguín! ¡Yo soy panadero, y punto...!»– seguramente se nos calificaría como enfermos o desequilibrados, muy diferentes de aquellos con un concepto muy claro de las dimensiones de su identidad, de su valor y capacidad o, lo que es lo mismo, con un alto nivel de autoestima.

La autoestima en términos de identidad colectiva no es el nacionalismo. Al igual que no se puede identificar autoestima personal y soberbia, no podemos considerar la existencia de una fuerte identidad colectiva como consustancial a la aparición de actitudes exclusivistas y prepotentes en las relaciones con las demás colectividades.

Personalmente desconfío de todas esas posiciones respecto a la identidad. Desconfío de aquellas mentalidades que suponen a la identidad y la cultura como algo que fatalmente tenemos que soportar, sin que nuestra voluntad pueda intervenir en ello. Recelo de los que afirman y sentencian la identidad de unos y otros, sin posibilidad de elección. Confunden la taxonomía que racionalmente se pueda establecer sobre sus pautas culturales, con el acto de reconocimiento identitario que cada uno de los individuos pueda llegar a hacer. Nadie es leonés, o castellano-leonés, o marciano, porque otra persona decida que lo es por él. Su cultura, su comportamiento, podrán ser estudiados o clasificados de una manera u otra. Y aquellas categorizaciones y nomenclaturas asentadas en criterios históricos y científicos, habrán de ser respetadas. Pero la identidad de cada uno será determinada por el propio individuo, y libremente además.

La ventaja fundamental de la existencia de una identidad colectiva definida y clara es que ésta conlleva un alto nivel de cohesión social, de solidaridad mutua, y ayuda a la aparición de actitudes individuales dinámicas y emprendedoras, frente a la situación de una sociedad donde únicamente existen la pequeñez y la soledad del individuo frente a la fuerza devoradora de los Estados y de los poderosos.

De este modo se puede llegar a entender que defender el reforzamiento y la actualización de los elementos integrantes de la tradición cultural leonesa responde en realidad al espíritu esencialmente práctico de quien no busca otra cosa que el propio progreso social de la comunidad en la que vive. Y nada más.

Xosepe Vega es experto en lengua y cultura leonesas. Fundador del Semanario 'La Nuestra Tierra'