El Reino Olvidado

Este diario es la crónica de un país olvidado, el seguimiento de su huella histórica, cultural y artística en España y en Europa.

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ex gente susarrorum

viernes, mayo 05, 2006

El último pueblo de Europa

Diario de León
EMILIO GANCEDO

En 1605, Francisco López de Úbeda ponía en labios de Justina, la pícara de Mansilla de las Mulas, la siguiente frase: “No he visto hombres más moridos de amores por su tierra que los leoneses, de tal forma que toda su conversación no gira más que en torno a la corona y coronica de León”. Casi cuatrocientos años más tarde, en el siglo XXI, no parece que nuestro carácter haya cambiado demasiado, esa es la verdad, pero tampoco es menos cierto que una gran parte de los nacidos en esta provincia han experimentado, con ligeras variantes, y en algún momento de su vida desde hace dos décadas, la situación que exponemos a renglón seguido:
Pongamos, por caso, un encuentro o presentación entre dos personas.
_Pues yo soy de Murcia (por ejemplo).
_Bonita tierra, sí señor, yo soy de León.
_¡Ah!, un hombre castellano, muy bien, muy bien.
_No, no, me ha entendido usted mal. De León.
_Ya, ya, de la parte de Castilla.
_ No, no, leonés. De León.
_Hum, claro, claro...
_dice él, mirándonos de forma un poco extraña, como si le hubiéramos dicho algo tan extravagante como que somos de Ulan-Bator.
Es ciertamente curioso que en sólo veinte años la mentalidad de la gente que nos rodea haya variado tanto, un estado de cosas que sólo puede deberse a la creación del estado de las autonomías que poseemos en la actualidad. Después de un larguísimo recorrido histórico y cultural de miles de años, “lo leonés” parece en ocasiones desdibujarse y diluirse hasta extremos insospechados. Todos los niños y una gran cantidad de jóvenes españoles no han visto nunca en un mapa la región leonesa delimitada como estaba antes del año 1983, y cuando lo ven, les produce _siempre_ una gran sorpresa.
De todas formas, está claro que lo importante no es el hecho de cómo percibe o deja de percibir el resto del mundo a León, lo verdaderamente importante es saber quiénes son los leoneses y qué pueden hacer para vivir mejor, un deseo que comparten, como no podía ser de otro modo, con el resto de los seres humanos. Escribe el historiador Josep Carles Clemente en un libro sobre el carlismo, recientemente aparecido: “Privar a un pueblo de su historia, de su memoria, es privarlo de su capacidad de interpretar lo real, y por tanto, de generarlo”. Pues bien, los leoneses no estamos siendo capaces de generar realidades, de generar futuro. En casi todos los ámbitos de la sociedad se aprecia esa incomodidad, ese desasosiego fácilmente detectable, esa especie de inquietud sobre la propia identidad; un sentimiento que, no cabe duda, comparten demasiadas personas en esta zona de España. Es por ello que, en estos momentos, se está gestando, y desde diversas esferas, un debate intelectual serio, alejado de tópicos y apoyado en las diferentes certezas que pueden ofrecernos la ciencia, el pensamiento y la investigación, sobre qué es lo que son los leoneses exactamente. Un debate y una exploración que se encuentra aún en pañales, que no recibe ningún tipo de ayuda oficial y que sólo subsiste gracias al propio empeño de unos pocos investigadores. Según ellos, para los habitantes de esta región es absolutamente decisiva la necesidad de conocerse a sí mismos con el fin de llegar a saber cómo pueden mejorar su calidad de vida y llegar a representar el que debe ser su auténtico y verdadero papel dentro de las estructuras del estado español actual. Para este fin, es necesario alejarse de todo matiz político, de todo prejuicio. Llegar a conocer este Viejo Reino partiendo desde cero. Verlo con otros ojos, desde una perspectiva nueva. Analizar sus gentes, sus paisajes, su historia, sin implicaciones de ningún tipo, con rigor, serenidad y coherencia. Una mirada nueva un sobre territorio antiguo.
Muchas veces nos preguntan qué es León o en qué se diferencia de otras zonas. Lo habitual es que los leoneses no sepamos bien qué responder. Sin embargo, existe una serie de características que, sin dejar de hacernos ibéricos, europeos, occidentales y, finalmente, seres humanos, nos diferencian en algo de los que viven a nuestro alrededor”. Son palabras de Javier Callado Cobo, investigador, autor del libro La incógnita leonesa. Claves para entender las regionalidades emergentes y creador de un _hasta ahora, inédito_ amplio corpus científico sobre la identidad, el territorio y la sociología de las comarcas de esta tierra, una ambiciosa investigación que, en la actualidad, continúa a pleno rendimiento. Callado entiende esta región como un continuo histórico, una agrupación de gentes que han venido viviendo desde hace siglos en un lugar concreto del Noroeste de la Península, pero que, sobre todo, comparten una misma y peculiar manera de ocupar ese territorio, de poblarlo.
Pero empecemos por el principio.
Cuando los romanos llegaron a lo que hoy en día conocemos como comarcas leonesas, hace unos dos mil años, se encontraron con un conjunto de pueblos que se hallaban, tecnológicamente, en el estadio denominado de agricultor-ganadero, con residencias fijadas en castros fortificados situados en la cumbre o la ladera de un otero, y agrupados en clanes dispersos unidos por lazos de sangre. Aunque cultivasen la tierra en ciclos bastante largos, seguramente llevaban a cabo trasterminancias o cambios estacionales de vivienda como hacen los vaqueiros de alzada. No se conoce que empleasen la escritura hasta la llegada del alfabeto latino y, en general, excepto el hecho de que eran indoeuropeos (en contraposición a los ibéricos del sur de España), se sabe muy poco de sus costumbres. No sabemos qué lengua empleaban. No sabemos qué nombre se daban a sí mismos. Pero, por alguna razón, Roma, cuando llegó a esta zona, les llamó astures. Por algún motivo, el conventus asturum (especie de provincia romana con capital en Astorga, Asturica Augusta) incluía, prácticamente, a casi todo lo que hoy son las provincias de León, Asturias, el noroeste de Zamora, el área de Valdeorras y algo del tras-os-montes portugués. Ahora bien, distinguieron entre astures transmontanos (entre el mar y las montañas, más o menos los asturianos actuales) y cismontanos (de los montes hacia el sur, o sea, los leoneses). Los estudiosos creen que los miembros de estos pueblos _que tanto trabajo le costó a Roma dominar_, no se sentían en absoluto miembros de un mismo estado o un país, ya que ni compartían legislación alguna ni poseían un dirigente común, pero algo habría si _como de hecho hacían_ se unían en caso de guerra para pelear juntos o si _como también ocurría_ los romanos los distinguían bien de otros grupos humanos, como los galaicos.
Por tanto, hasta ahí, la historia. Javier Callado emplea a menudo en su libro el nombre de Cisasturia para referirse a la región leonesa, “no es tanto _dice_ una denominación que idealice o pretenda afirmar una herencia astur muy pronunciada (imposible por lejana) sino como un nombre que reconoce que somos fruto de una continuidad histórica como colectivo”. “Tras este período se sucedieron _continúa_ las llegadas de elementos poblacionales externos, pero sin que mediase eliminación de la cultura anterior, sino una larga evolución”. Y eso es cierto. Porque desde hace por lo menos 10.000 años, fecha en la que culmina la última glaciación conocida y se retiran los hielos de occidente cada vez más hacia el Norte, el hombre ha ocupado el territorio leonés. Es uno de los pocos lugares del mundo en el que no ha habido grandes hecatombes, ni matanzas masivas, ni enormes desastres naturales. El ser humano ha estado aquí desde hace miles de años aprendiendo, asumiendo influencias y asimilando novedades. Durante la invasión árabe, la población, sin duda, descendió enormemente, pero no desapareció, como aseguran algunos autores. Aunque en pequeño número, los campesinos continuaron laborando sus tierras, como lo demuestran recientes investigaciones. Desde hace unos 3.000 años, además, Callado Cobo calcula que nuestros antepasados han venido practicando, sin solución de continuidad, un “asentamiento rural atomizado”.
Todo esto está muy bien, pero seguimos sin saber qué es León exactamente, ya que el hecho de tener unos antepasados comunes, aunque nada más que el tiempo nos separe de ellos, puede que no nos diga nada en particular. ¿A quién acudir, entonces? Veamos. El más respetado de los antropólogos españoles, Julio Caro Baroja, expuso con claridad en su momento que aquellos elementos más intrínsecos y nucleares de todas las culturas son aquellos que tienen una raíz económica. O sea, que los pueblos se distinguen, unos de otros, y en el fondo, por el modo en el que consiguen alimento, por la forma en la que se enfrentan a un territorio geográfico concreto y lo pueblan para poder vivir en él, para poder sobrevivir, elementos sobre los que después se va forjando la cultura.
Bueno, y ¿cómo poblamos el territorio los cisastures? Si nos fijamos sólo un poco, veremos que nuestros pueblos son de pequeño tamaño, muy abundantes, están, como mucho, a menos de media jornada caminando (a veces hasta sólo media hora o menos), todos, por pequeños que sean, tienen una iglesia, un cementerio y un pendón, y lo que es más importante: hasta nuestros días, todos se han venido gobernando a sí mismos por medio de una reunión de sus vecinos en concejo, lo que hoy llamamos junta vecinal. Son comunidades de aldea. Cuando pasamos a Tierra de Campos vemos que los pueblos son más grandes y están mucho más separados unos de otros, habitualmente con más de una iglesia, y una distribución diferente. En Asturias y en Galicia (aquí concejo se identifica más o menos con municipio, no como en León) el asentamiento está diseminado en parroquias dispersas y barrios, casas aquí y allá, y, por fin, en Cantabria, predomina el poblamiento en valle alrededor de un centro distribuidor. Pero en Villabalter, en Toral de Merayo, en Rodiezmo o en Huergas de Babia, lo que ha venido siendo son aldeas semiautónomas, con fuerte independencia y con una gran importancia del concejo, del trabajo comunal (hacenderas) y del territorio (campos, montes) en manos del común de los vecinos (propiedad comunal). La comarca agrupa a estos pueblecillos en bolsas de población alrededor de un núcleo más grande (Santa María del Páramo, La Baña, Toreno) y el minifundismo ha sido una constante histórica en estas tierras. ¿Por qué se creó esta tupida malla de pueblines y por qué ese curioso autogobierno? No se sabe exactamente, pero el hecho es que en León, y desde la Alta Edad Media, se produjo un reparto de propiedad privada muy curioso, con gran abundancia de pequeños propietarios que poseían tierras de mediano tamaño y diseminadas; junto a esto, los concejos poseían gran cantidad de terreno que actuó como igualador social, ya que se repartía parcialmente entre los vecinos con menos posibilidades. Cosa buena: somos hijos de un sistema ancestral casi “democrático” y preocupado por lo social, lo cual hizo que apenas hubiera diferencias sociales en las aldeas, y no se dieran casos de explotación o aparcería masiva en extensos terrenos propiedad de un solo adinerado, como en el Sur de España. Cosa menos buena: la concentración de la propiedad en pocas manos y el nacimiento de elites se vio siempre frenada, lo cual dificultó la aparición de ciudades. Mientras en otros lugares se concentraba la propiedad agrícola en menos manos y las ciudades florecían con una artesanía diversificada, en León se mantuvo, hasta hace nada, un mundo rural potente, marcado por la economía de subsistencia y la tradición. Así que ese paisaje humano, montuoso, de tierras altas y riberas con una gran abundancia de ríos, arroyos y fuentes, de aldeas muy cercanas y autónomas, con tierra minifundista en manos de una multitud de propietarios y del común, de sotos y sebes, de clima frío, prados, agricultura variada y ganadería importante, es el nuestro. Vamos, que, en el fondo, somos paisanos que se reúnen en torno a un árbol, el pórtico de la iglesia o la plaza del pueblo, para deliberar. Es un sistema que nos ha venido uniendo a todos, desde el Bierzo hasta la ribera del Esla, desde siempre, aunque nunca le hemos dado la menor importancia, pues nos parecía lo más normal del mundo. Y sin embargo, es un sistema, específicamente leonés, íntimo y oculto, doméstico, nuestro, al que se han venido superponiendo, desde la Edad Moderna, otras instituciones como los ayuntamientos, que en León suelen agrupar varias de estas aldeas. Y sin embargo, pervivieron. La última agresión fue el intento de la Junta de suprimir sin más las juntas vecinales leonesas, todo un ataque a la médula misma de esta tierra. Y otra cosa: ¿en qué lugares existen estos marcados comportamientos? Pues en toda la provincia de León, excepto los límites de Tierra de Campos y el extremo de Picos, en un rincón de Galicia, en el Noroeste de Zamora (Sanabria, Tábara, Aliste, etc) y el Nordeste de Portugal. O sea, casi, casi, los mismos límites de los antiguos astures cismontanos. Y el núcleo del viejo reino medieval. Qué curioso. Pero claro, todo eso es válido hasta ahora; porque ese mundo rural está en crisis y todo se globaliza e iguala. Otra reflexión, de diferente signo, nos la aporta el historiador Juan José Sánchez Badiola, autor del libro Las armas del reino. Dice que en el siglo XXI, ya es muy difícil hablar de “pueblos” como tales en la Europa occidental, ya que eso suele depender “de la interpretación que hacen quienes gobiernan”, aunque conviene, no obstante, en lo curioso que resulta el hecho de que el poblamiento de la montaña de Gordón sea igual, por ejemplo, al de los Oteros. Para él, el gran problema de León no está tanto en sus señas de identidad como en la falta de una gran población, con elites que son las que, en el fondo, han venido creando y forjando la idea de “pueblo” (así ha pasado en País Vasco, Cataluña, Valencia…). Sin industrias ni peso político, y “con todo por investigar, aún, sobre historia y patrimonio”, León permanece instalado en la indefinición y el pesimismo social”. “Es necesaria una regeneración”, concluye.
Y esto es lo que hay. Líneas de investigación aún en mantillas. Ciertas certezas, ciertas líneas de investigación, ciertos descubrimientos. Poco es, aún. Pero esto no debe ser causa de desánimo. Tampoco hay que dejarse impresionar por las aparentes “marcadas personalidades” de otras regiones, muchas veces basadas en tópicos, o por esa postiza identidad que quiere imponérsenos. Lo primero que debemos poseer los leoneses es curiosidad. Y hay preguntas que sólo con su formulación y con su intento de respuesta ya estaremos abriendo un camino hacia el futuro: ¿Qué es León? ¿Qué queremos que sea León?

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

En Tierra de Campos los pueblos son más grandes con más de una iglesia...

Grandes? Hasta ahora la tendencia era a empequeñecerse, pero parce que algo cambia...

Hay pueblos pequeños con muchas iglesias. Esqueletos de iglesia o iglésias museo.

Hay que aprovechar los vestigios del pasado pero de mirarde frente al futuro.

12:35 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Fantástico blog, hace poco lo he encontrado casi por casualidad y me lo voy devorando poco a poco. La lastima es q veo q no hay actividad reciente, posiblemente ya lo hayáis abandonado.

Solo os quier decir q soy asturiano, de la parte central (bimenes) aunque vivo fuera, y me identifico con mucho de lo q decis, tenemos mucho en común a nuestras espaldas, de hecho el articulo q mas me ha sorprendido es el de las divisiones provinciales, desconocía q la escisión de Asturias de león fuera tan reciente

7:45 a. m.  
Blogger Taliesin said...

Ahora escribo en otro blog. Puede que te interese: asturiense.blogspot.com

8:55 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Lo acabo d mirar como hace un par d minutos y casi ni te respondo y me quedo leyendo, ... Además veo en el margen un buen montón de links a otros blogs,.. Me parece q acabo de encontrar un montón de lecturas interesantes

Gracias

7:41 a. m.  

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