Gallegos mirando a León
Revista de la Casa de León en Madrid, Nº 338 /1984. Publicado en Silva leonesa
JOSE MARÍA MERINO
La cercanía -a veces un poco burlona- y la finura de la mirada gallega no puede extrañarle a nadie que conozca mínimamente nuestro pasado común. Como señalé en otra ocasión, lo gallego y lo leonés jamás han estado contrapuestos, sino que siempre se han armonizado en una coincidencia de trances históricos y de culturas similares.
Debo recordar brevemente esa Gallaecia que instituyeron los romanos y que, constituida por los tres conventos jurídicos cuyas capitales fueron las actuales Braga, Lugo y Astorga, limitaba al sur por el Duero y al este por el Cea. En aquella Gallaecia estuvieron hermanados muchos siglos (más que luego dispersos) los territorios y los pueblos de las actuales Galicia, Asturias, León, Zamora, y lo que han venido a ser departamentos portugueses de Braga, Braganza, Porto, Viana do Castelo y Vila Real. Sobre aquella vieja circunscripción se asentaría también el reino de los suevos (y no sobre la actual Galicia, como pretende el ignorante criterio de algún sedicente historiador). Incluso en la época de la Reconquista, los cronistas árabes denominaban "gallegos" a los pobladores de aquel núcleo.
Debo recordar tanteen que en Galicia, la Galicia de los mapas actuales, nacieron muchos de los reyes de León, y que allí solían educarse, como para que su memoria infantil y moza quedase para siempre empapada de saudade. Pienso en Alfonso VI, en Alfonso VII (cuyo ayo, Pedro de Traba, tanto daría qué hablar), en Alfonso IX (uno de los reyes más leoneses de León y sin duda el más democrático, pues convocó las primeras Cortes de Europa), que vivió muchos años en la Costa de la Muerte y está enterrado en la catedral de Santiago. Donde está enterrado también el gran rey leonés Fernando II, que ordenó construir el Pórtico de la Gloria y duerme el sueño eterno bajo la sepultura que cinceló para él Maestro Mateo. (Y no hay que olvidar tampoco que el templo original de Santiago de Compostela lo mandó edificar el rey astur-leonés Alfonso II.)
También debo rememorar ese Camino que, desde tiempos milenarios, une a gallegos y a leoneses (desde antes, incluso, de que fuesen tal cosa.) El Camino se remansa en una comarca que es peculiar hasta desde el punto de vista tectónico, El Bierzo, donde han cruzado sus destinos los ancestrales mineros del oro y los modernos mineros del carbón y del wolframio, el Císter y el Temple, los eremitas y los cabalistas. El Bierzo y los Aneares son los espejos en que León y Galicia se contemplan.
Pero, sobre todo, debo recordar la similitud de nuestro mundo campesino: un mundo de pequeña propiedad, ganadero y labriego, de ritos antiguos, de organizaciones muy concretas de lo colectivo, presidido por el tótem fraternal del gocho, entre las huertas de legumbres y los innumerables ríos trucheros de vocación atlántica. Por encima de lenguas y divisiones administrativas, yo creo que un similar amnios rural sigue envolviendo a los pueblos y a las gentes de la vieja Gallaecia:
La antología que se presenta a continuación no es sino el primero de un trabajo que necesita extenderse mucho más. Pero puede servir como indicio, o recordatorio, de esa mirada. En cuanto a los gallegos recopilados, ofrecen diversos matices del interés y la finura a que aludía anteriormente.
El orensano Ramón Otero Pelayo [en realidad es Pedrayo], escritor de una belleza estilística extraordinaria, cultivó, entre sus polifacéticos saberes, un conocimiento de León que quedó plasmado en diversos textos. A resaltar las Estampas ochocentistas de Astorga, donde aparece, juvenil, aquel clérigo llamado Marcelo Macías que tanto tendría que ver con el moderno resurgimiento de la identidad gallega (*), y León, descripción geográfica, climatológica, hidrográfica y comarcal de cuya hermosura y precisión puede dar idea el fragmento que se reproduce, referido a los ríos y lagos leoneses.
(A continuación se incluía el fragmento Los ríos y sus regímenes fluviales. La limnología leonesa, del libro anteriormente citado).
Don Juan Antonio Posse fue un cura originario de la Costa de la Muerte que ejerció su ministerio en varios pueblos de León (Llánaves, Lodares, San Andrés...) en los azarosos años de la invasión francesa y del incipiente constitucionalismo español. El 29 de noviembre de 1812 dirigió la palabra a sus feligreses para ensalzar la Constitución de Cádiz. Muchos años después escribió sus memorias, que conservan el hálito de una inteligencia generosa. De su estancia en Llánaves, narrada por él mismo, se reproducen algunos textos, en que el cura liberal habla de la población y haberes, de las costumbres de las gentes -muy morigeradas, francas y agradecidas -, de la comunidad de las tierras y de su uso, de la igualdad de las condiciones sociales y de la ejemplar organización comunal.
(Se incluía "Del curato de Llánaves". Memorias del cura liberal DJuan Antonio Posse, con su discurso sobre la Constitución de 1812. Edición de Richard Herr, Siglo XXI de España editores. )
(Los fragmentos incluidos eran "Los pimientos del Bierzo", "Sierra-Pambley", "La catedral ingrávida" y "Riaño". León (Falencia, León, Zamora, Salamanca, Valladolid). Ediciones destino, Colección Destinoli-bro.)
En cuanto al lucense de Mondoñedo, Alvaro Cunqueiro, ¿qué se puede decir? Vivió los años del franquismo, y algunas veleidades de su ideología y, también su remota periferia, no permitieron que se le valorase en su verdadera dimensión. Escritor de un castellano subyugante, lo que sucede con muchos escritores gallegos, se recogen en esta mínima antología algunas imágenes, humanas y totémicas, en que brillan los entresijos de un León misterioso.
(Se incluían a continuación "Tristán García" y "Balbina la Maragata", del libro Historias Gallegas.)
JOSE MARÍA MERINO
De todos nuestros vecinos, gallegos y asturianos son los que más nos han mirado. Y, sin duda, los únicos que nos han visto. Otros nunca lo han hecho. Y no digamos de los noventayochistas, por ejemplo, que miraron a través nuestro lo que no éramos, y se confundieron, y nos confundieron, de tal modo que, aún hoy, vivimos, como aojados, los efectos de aquella mirada.
La cercanía -a veces un poco burlona- y la finura de la mirada gallega no puede extrañarle a nadie que conozca mínimamente nuestro pasado común. Como señalé en otra ocasión, lo gallego y lo leonés jamás han estado contrapuestos, sino que siempre se han armonizado en una coincidencia de trances históricos y de culturas similares.
Debo recordar brevemente esa Gallaecia que instituyeron los romanos y que, constituida por los tres conventos jurídicos cuyas capitales fueron las actuales Braga, Lugo y Astorga, limitaba al sur por el Duero y al este por el Cea. En aquella Gallaecia estuvieron hermanados muchos siglos (más que luego dispersos) los territorios y los pueblos de las actuales Galicia, Asturias, León, Zamora, y lo que han venido a ser departamentos portugueses de Braga, Braganza, Porto, Viana do Castelo y Vila Real. Sobre aquella vieja circunscripción se asentaría también el reino de los suevos (y no sobre la actual Galicia, como pretende el ignorante criterio de algún sedicente historiador). Incluso en la época de la Reconquista, los cronistas árabes denominaban "gallegos" a los pobladores de aquel núcleo.
Debo recordar tanteen que en Galicia, la Galicia de los mapas actuales, nacieron muchos de los reyes de León, y que allí solían educarse, como para que su memoria infantil y moza quedase para siempre empapada de saudade. Pienso en Alfonso VI, en Alfonso VII (cuyo ayo, Pedro de Traba, tanto daría qué hablar), en Alfonso IX (uno de los reyes más leoneses de León y sin duda el más democrático, pues convocó las primeras Cortes de Europa), que vivió muchos años en la Costa de la Muerte y está enterrado en la catedral de Santiago. Donde está enterrado también el gran rey leonés Fernando II, que ordenó construir el Pórtico de la Gloria y duerme el sueño eterno bajo la sepultura que cinceló para él Maestro Mateo. (Y no hay que olvidar tampoco que el templo original de Santiago de Compostela lo mandó edificar el rey astur-leonés Alfonso II.)
También debo rememorar ese Camino que, desde tiempos milenarios, une a gallegos y a leoneses (desde antes, incluso, de que fuesen tal cosa.) El Camino se remansa en una comarca que es peculiar hasta desde el punto de vista tectónico, El Bierzo, donde han cruzado sus destinos los ancestrales mineros del oro y los modernos mineros del carbón y del wolframio, el Císter y el Temple, los eremitas y los cabalistas. El Bierzo y los Aneares son los espejos en que León y Galicia se contemplan.
Pero, sobre todo, debo recordar la similitud de nuestro mundo campesino: un mundo de pequeña propiedad, ganadero y labriego, de ritos antiguos, de organizaciones muy concretas de lo colectivo, presidido por el tótem fraternal del gocho, entre las huertas de legumbres y los innumerables ríos trucheros de vocación atlántica. Por encima de lenguas y divisiones administrativas, yo creo que un similar amnios rural sigue envolviendo a los pueblos y a las gentes de la vieja Gallaecia:
La antología que se presenta a continuación no es sino el primero de un trabajo que necesita extenderse mucho más. Pero puede servir como indicio, o recordatorio, de esa mirada. En cuanto a los gallegos recopilados, ofrecen diversos matices del interés y la finura a que aludía anteriormente.
El orensano Ramón Otero Pelayo [en realidad es Pedrayo], escritor de una belleza estilística extraordinaria, cultivó, entre sus polifacéticos saberes, un conocimiento de León que quedó plasmado en diversos textos. A resaltar las Estampas ochocentistas de Astorga, donde aparece, juvenil, aquel clérigo llamado Marcelo Macías que tanto tendría que ver con el moderno resurgimiento de la identidad gallega (*), y León, descripción geográfica, climatológica, hidrográfica y comarcal de cuya hermosura y precisión puede dar idea el fragmento que se reproduce, referido a los ríos y lagos leoneses.
(A continuación se incluía el fragmento Los ríos y sus regímenes fluviales. La limnología leonesa, del libro anteriormente citado).
Don Juan Antonio Posse fue un cura originario de la Costa de la Muerte que ejerció su ministerio en varios pueblos de León (Llánaves, Lodares, San Andrés...) en los azarosos años de la invasión francesa y del incipiente constitucionalismo español. El 29 de noviembre de 1812 dirigió la palabra a sus feligreses para ensalzar la Constitución de Cádiz. Muchos años después escribió sus memorias, que conservan el hálito de una inteligencia generosa. De su estancia en Llánaves, narrada por él mismo, se reproducen algunos textos, en que el cura liberal habla de la población y haberes, de las costumbres de las gentes -muy morigeradas, francas y agradecidas -, de la comunidad de las tierras y de su uso, de la igualdad de las condiciones sociales y de la ejemplar organización comunal.
(Se incluía "Del curato de Llánaves". Memorias del cura liberal DJuan Antonio Posse, con su discurso sobre la Constitución de 1812. Edición de Richard Herr, Siglo XXI de España editores. )
También gallego, Alvaro Ruibal ha publicado recientemente un libro sobre León. Más que un libro histórico o de viajes, es una vivaz reflexión. Su editor dice de él: ...combatiente en la guerra civil, resulta a su manera un peregrino representante de esa generación destruida. Reflejo de un sentido antioficial, se fija más bien en esas cosas sencillas y a veces postergadas, que arman la peculiaridad de un país." El lector podrá apreciar, en los fragmentos que se reproducen, la compleja sencillez de esa mirada.
(Los fragmentos incluidos eran "Los pimientos del Bierzo", "Sierra-Pambley", "La catedral ingrávida" y "Riaño". León (Falencia, León, Zamora, Salamanca, Valladolid). Ediciones destino, Colección Destinoli-bro.)
En cuanto al lucense de Mondoñedo, Alvaro Cunqueiro, ¿qué se puede decir? Vivió los años del franquismo, y algunas veleidades de su ideología y, también su remota periferia, no permitieron que se le valorase en su verdadera dimensión. Escritor de un castellano subyugante, lo que sucede con muchos escritores gallegos, se recogen en esta mínima antología algunas imágenes, humanas y totémicas, en que brillan los entresijos de un León misterioso.
(Se incluían a continuación "Tristán García" y "Balbina la Maragata", del libro Historias Gallegas.)
2 Comments:
El artículo de nuestro admirado Merino tiene una errata, es don Ramón Otero PEDRAYO y no "Pelayo" como él dice.
Gracias por el trabjo que haces en esta bitácora.
Un abrazo.
Gracias por la correcció, Sergio.
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