Horreos
Toda la montaña leonesa es patria del hórreo. Clima y vida lo exigen. Es sagrado guardar lo poco que ofrece la tierra montañesa y sus ganados.
el lugar
Desde las últimas estribaciones occidentales de la cordillera Cantábrica (Aneares, Fornela) hasta Picos de Europa; desde los extremos bercianos a las tierras altas del Cea, el hórreo ha sido una obligada construcción que complementa la vivienda o el pueblo.
Las diferentes características orográficas y culturales de las montañas leonesas confieren sus particulares rasgos a los diferentes hórreos que se citan en la construcción tradicional, observándose severas diferencias según sea aneares o riañés, lacianiego o priorano.
La montaña central (Argüellos) se convierte en excepción, al no ser tradicional este tipo de construcciones.
La vida montañesa de escasa actividad cerealista (centeno, algo de cebada o maíz de auto-consumo) ha exigido históricamente la importación de granos y vinos. Tanto la cosecha propia como la importada debía resgaur-darse de la acción de las alimañas, así como otros víveres, carnes curadas, frutas, legumbres...
Los hórreos son posiblemente la edificación más arcaica que ha subsistido hasta nuestros días sin apenas modificaciones. Los historiadores romanos ya los citan y, de forma más constatada, figuran en donaciones y documentos desde el siglo IX en tierras leonesas. La denominación popular más usual de entonces a nuestros días es la de "orrio".
Evocación del viejo palafito lacustre, el hórreo es la joya más evocadora de toda la arquitectura tradicional. León tiene el orgullo de ser la tierra que más variedades tipológicas ofrece. La calamidad y el abandono, sin embargo, han perseguido y destruido la mayor parte de este patrimonio.
Los hórreos
Las tierras montañosas leonesas albergan básicamente dos tipos de hórreo: el tipo asturiano (cuadrado, cuatro postes y con cubierta a cuatro aguas) y el tipo gallego (dos o tres pares de postes y cubierta a sólo dos aguas), aunque sus variaciones hacen incluir algún otra tipología diferenciada, especialmente por la diferente techumbre que suele utilizarse.
La cubierta del hórreo fue tradicionalmente de paja de centeno (mejor aislante para proteger los víveres en los calores del verano) y así se ven aún los que se conservan en Aneares y en el Bierzo Occidental donde se refuerza la "pallaza" con un cosido superior de paja en feje. Las cubiertas evolucionaron posteriormente hacia la pizarra (bercianos y lacianiegos) o la teja (montaña riañesa).
La construcción del hórreo se establece sobre pegoyos (postes verticales de madera o piedra) rematados por una losa ancha sobresaliente llamada tornarratas que impide a los roedores alcanzar su interior. Sobre los pegoyos se tumban las grandes vigas o trabes (también llamados cuadrales o pontones) ensamblados en sus esquinas y sobre los que se entablará el suelo del piso. Las paredes se forman con tablas verticales (en Valdeón se ven algunas horizontales). La cubierta presenta variaciones según la comarca.
La utilización del hórreo no siempre era individual ni todo el mundo podía construirse uno, de forma que la figura comunal o compartida ha sido la más frecuente.
Poste de madera, tabla de bosque, piedra solvente, pizarra en el sombrero, paja en la cumbre, teja después... He aquí las únicas "casas" leonesas con techo de madera.
los materiales
En la fabricación del hórreo sólo habla la madera (salvada la piedra, y no siempre, con que se construyen los pies o pegoyos). Los robles ejemplares se reservaban para los grandes trabes. E] tableteado podía resolverse también con roble, haya (Picos de Europa, Riaño) u otras maderas disponibles.
Ni siquiera aparece el hierro en los modos tradicionales de construcción de hórreos, tocia vez que las maderas se emsamblan por sí solas.
La piedra utilizada en los pies verticales o pegoyos se considera algo excepcional, ya que lo común en estos elementos es la madera de roble, en cuyo caso sí es necesario un apoyo de piedra cuadrangular, a fin de que la madera no se incruste en el suelo húmedo que provoca su putrefacción.
En Tejeira hay duelo entre la belleza arcaica y las degradantes soluciones de este tiempo.
La paja y la pizarra son el elemento común de techumbre de hórreo en el Bierzo y Laciana. Lo primitivo (y al parecer lo más sano) es la cubierta con cuelmo de paja.
El tornarratas es siempre una losa de piedra más o menos circular.
Los hórreos leoneses nunca integran un corredor de perímetro con barandilla, elemento característico del hórreo asturiano.
Fueron miles y hoy son recuerdo, tabla podrida, humo de hoguera. De los hórreos citados en el catastro de Ensenada queda en este tiempo una vigésima parte. La evolución de la vivienda y los cambios de usos rústicos culminaron su derrota.
... y más
Los hórreos son invento peninsular prerromano (el historiador y geógrafo Varrón los denomina "granaría sublimia", graneros suspendidos; Plinio habla también de "graneros de madera, suspendidos por columnas, prefiriendo dejar que el aire sople por todos los lados, incluso por debajo"). Su origen es incierto, aunque las similitudes de hórreos leoneses con vascos, navarros y europeos podrían otorgarle una inicial presencia céltica.
En las cantigas de Alfonso X el Sabio se ilustra un hórreo monacal alargado que presenta su puerta de arco de herradura que hace suponer una integración de estilos o adornos mozárabes en esta arcaica construcción.
El ámbito geográfico del hórreo no estuvo reducido a la monataña leonesa y se citan hórreos en herencias y documentos en zonas de riberas e incluso del sur de secanos, donde el almacenamiento de granos se suele hacer en silos (a veces subterráneos).
Tullo y pajil. Aleara ver aún norma y sentido en reparaciones que hoy se acometen. '
Los hórreos de Prioro presentan como característica la escalera en tronco y cubierta a dos aguas (como los cántabros y vascos).
Los hórreos más arcaicos entre los leoneses se encuentran en Las Bodas (Boñar) y en Campo del Agua (Ancares).
Los de mayor tamaño (asentados sobre nueve pegoyos) se localizan en el valle de Sajambre.
alma del pueblo
Perviven en su estampa desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días. Son edificaciones que no han variado sustancialmente más que en formas y adornos. Fueron alma de la belleza rústica de los pueblos montañeses. Fueron miles y hoy son reliquia de pocos lugares, olvido y, muchas veces, muerte fatal y gratuita.
el lugar
Desde las últimas estribaciones occidentales de la cordillera Cantábrica (Aneares, Fornela) hasta Picos de Europa; desde los extremos bercianos a las tierras altas del Cea, el hórreo ha sido una obligada construcción que complementa la vivienda o el pueblo.
Las diferentes características orográficas y culturales de las montañas leonesas confieren sus particulares rasgos a los diferentes hórreos que se citan en la construcción tradicional, observándose severas diferencias según sea aneares o riañés, lacianiego o priorano.
La montaña central (Argüellos) se convierte en excepción, al no ser tradicional este tipo de construcciones.
La vida montañesa de escasa actividad cerealista (centeno, algo de cebada o maíz de auto-consumo) ha exigido históricamente la importación de granos y vinos. Tanto la cosecha propia como la importada debía resgaur-darse de la acción de las alimañas, así como otros víveres, carnes curadas, frutas, legumbres...
Los hórreos son posiblemente la edificación más arcaica que ha subsistido hasta nuestros días sin apenas modificaciones. Los historiadores romanos ya los citan y, de forma más constatada, figuran en donaciones y documentos desde el siglo IX en tierras leonesas. La denominación popular más usual de entonces a nuestros días es la de "orrio".
Evocación del viejo palafito lacustre, el hórreo es la joya más evocadora de toda la arquitectura tradicional. León tiene el orgullo de ser la tierra que más variedades tipológicas ofrece. La calamidad y el abandono, sin embargo, han perseguido y destruido la mayor parte de este patrimonio.
Los hórreos
Las tierras montañosas leonesas albergan básicamente dos tipos de hórreo: el tipo asturiano (cuadrado, cuatro postes y con cubierta a cuatro aguas) y el tipo gallego (dos o tres pares de postes y cubierta a sólo dos aguas), aunque sus variaciones hacen incluir algún otra tipología diferenciada, especialmente por la diferente techumbre que suele utilizarse.
La cubierta del hórreo fue tradicionalmente de paja de centeno (mejor aislante para proteger los víveres en los calores del verano) y así se ven aún los que se conservan en Aneares y en el Bierzo Occidental donde se refuerza la "pallaza" con un cosido superior de paja en feje. Las cubiertas evolucionaron posteriormente hacia la pizarra (bercianos y lacianiegos) o la teja (montaña riañesa).
La construcción del hórreo se establece sobre pegoyos (postes verticales de madera o piedra) rematados por una losa ancha sobresaliente llamada tornarratas que impide a los roedores alcanzar su interior. Sobre los pegoyos se tumban las grandes vigas o trabes (también llamados cuadrales o pontones) ensamblados en sus esquinas y sobre los que se entablará el suelo del piso. Las paredes se forman con tablas verticales (en Valdeón se ven algunas horizontales). La cubierta presenta variaciones según la comarca.
La utilización del hórreo no siempre era individual ni todo el mundo podía construirse uno, de forma que la figura comunal o compartida ha sido la más frecuente.
Poste de madera, tabla de bosque, piedra solvente, pizarra en el sombrero, paja en la cumbre, teja después... He aquí las únicas "casas" leonesas con techo de madera.
los materiales
En la fabricación del hórreo sólo habla la madera (salvada la piedra, y no siempre, con que se construyen los pies o pegoyos). Los robles ejemplares se reservaban para los grandes trabes. E] tableteado podía resolverse también con roble, haya (Picos de Europa, Riaño) u otras maderas disponibles.
Ni siquiera aparece el hierro en los modos tradicionales de construcción de hórreos, tocia vez que las maderas se emsamblan por sí solas.
La piedra utilizada en los pies verticales o pegoyos se considera algo excepcional, ya que lo común en estos elementos es la madera de roble, en cuyo caso sí es necesario un apoyo de piedra cuadrangular, a fin de que la madera no se incruste en el suelo húmedo que provoca su putrefacción.
En Tejeira hay duelo entre la belleza arcaica y las degradantes soluciones de este tiempo.
La paja y la pizarra son el elemento común de techumbre de hórreo en el Bierzo y Laciana. Lo primitivo (y al parecer lo más sano) es la cubierta con cuelmo de paja.
El tornarratas es siempre una losa de piedra más o menos circular.
Los hórreos leoneses nunca integran un corredor de perímetro con barandilla, elemento característico del hórreo asturiano.
Fueron miles y hoy son recuerdo, tabla podrida, humo de hoguera. De los hórreos citados en el catastro de Ensenada queda en este tiempo una vigésima parte. La evolución de la vivienda y los cambios de usos rústicos culminaron su derrota.
... y más
Los hórreos son invento peninsular prerromano (el historiador y geógrafo Varrón los denomina "granaría sublimia", graneros suspendidos; Plinio habla también de "graneros de madera, suspendidos por columnas, prefiriendo dejar que el aire sople por todos los lados, incluso por debajo"). Su origen es incierto, aunque las similitudes de hórreos leoneses con vascos, navarros y europeos podrían otorgarle una inicial presencia céltica.
En las cantigas de Alfonso X el Sabio se ilustra un hórreo monacal alargado que presenta su puerta de arco de herradura que hace suponer una integración de estilos o adornos mozárabes en esta arcaica construcción.
El ámbito geográfico del hórreo no estuvo reducido a la monataña leonesa y se citan hórreos en herencias y documentos en zonas de riberas e incluso del sur de secanos, donde el almacenamiento de granos se suele hacer en silos (a veces subterráneos).
Tullo y pajil. Aleara ver aún norma y sentido en reparaciones que hoy se acometen. '
Los hórreos de Prioro presentan como característica la escalera en tronco y cubierta a dos aguas (como los cántabros y vascos).
Los hórreos más arcaicos entre los leoneses se encuentran en Las Bodas (Boñar) y en Campo del Agua (Ancares).
Los de mayor tamaño (asentados sobre nueve pegoyos) se localizan en el valle de Sajambre.
alma del pueblo
Perviven en su estampa desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días. Son edificaciones que no han variado sustancialmente más que en formas y adornos. Fueron alma de la belleza rústica de los pueblos montañeses. Fueron miles y hoy son reliquia de pocos lugares, olvido y, muchas veces, muerte fatal y gratuita.
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