El horreo

Sobre su origen, distribución y evolución han escrito muchos autores y ha sido motivo de teorías e investigaciones sin que ninguna de ellas haya podido ofrecer, hasta el momento, datos contrastados que avalen alguno de los planteamientos.
Las primeras propuestas se deben a Eugeniusz Frankowski, el cual considera que el hórreo procede de las viviendas palafíticas de madera que levantaron los primitivos pobladores lacustres en Galicia". Los etnólogos portugueses Días, Veiga de Oliveira y Galhano consideran que los hórreos son la transformación de cestos colgados, tipo cabazo, de origen neolítico, en los actuales hórreos por influjo de los suevos, de los que se conserva una urna, encontrada en Oblowitz, que recuerda un hórreo rectangular apoyado en cuatro pies.

Complementando estas citas, Pedro de Llano recoge otra de Jovellanos en la Carta sobre la Agricultura: «Los adelantos de la agricultura y de la carpintería que los romanos difundieron por la región influyeron sobremanera en la reforma de este granero», y él mismo puntualiza: «Agrandaron las dimensiones para permitir el almacenaje de mayores cantidades de grano, y posiblemente sustituyeron su primitivo sistema de construcción por una nueva técnica, la carpintería, antes no utilizada»".
Con todo esto, hay que considerar que los hórreos son construcciones anteriores a los romanos, originarias del norte de la península, perfeccionadas con su llegada y que han ido evolucionando a lo largo de los siglos, adaptándose en algunos territorios a los productos procedentes del Nuevo Mundo, entre los que destaca el maíz.

El hórreo se extendía por el norte, llegando hasta los Pirineos. Así en el año 940 se cita uno en un documento de la iglesia de Valpuesta (Burgos) y en el año 978, otro en un documento del monasterio de Olana (Huesca). Hace unos años aún se podía ver algún ejemplar al noroeste de la provincia de Palencia, no conservándose actualmente, que sepamos, ninguno.

El cuerpo es siempre de madera y se forma con esquinales o «cantaos», que son las vigas verticales de las esquinas, y tablones, sin ajustar para que circule el aire, que se sitúan verticalmente machiembrados en los cuadrales y en los «liños», que son las vigas superiores de la caja o cuerpo del hórreo; cuando la tabla va horizontal se machiembra en los esquinales y se divide en paños, unidos por pies derechos. La madera es siempre de roble, salvo en el Bierzo donde se emplea el castaño para algunas piezas.
Sobre la caja o cuerpo del hórreo se asienta el armazón de la cubierta, a cuatro o a dos aguas; en el primer caso está formado por vigas embrochadas y pares o tablones, en el segundo por una viga transversal e igualmente pares o tablones, sobre los que se asienta la cubierta vegetal, de teja o de pizarra, según sea la antigüedad del hórreo; cuando la cubierta es vegetal y a cuatro aguas suele tender a la forma cónica.

Respecto a la decoración señalemos que es escasa, reduciéndose a las cabezas de los cuadrales trabajadas en cuarto de bocel y a algún adorno en las puertas, lo que demuestra que es una construcción eminentemente práctica y de utilidad.
En las tierras leonesas encontramos dos tipos de hórreos, relacionados entre sí pero bien diferenciados. Tenemos un hórreo de influencia asturiana y otro de ascendencia cántabro-vasca.

Los ejemplares de ascendencia cántabro-vasca son de planta rectangular con cubierta a dos aguas; se soportan en cuatro pies y presentan la caja construida con tablones horizontales, que en los ejemplares más antiguos se ensamblan en las esquinas, y en general rematan contra los esquinales.
El hórreo, como toda la arquitectura popular, tiende a desaparecer cuando pierde su función, por ello algunos ejemplares han sufrido reformas, algunas poco acertadas. La parte baja del hórreo se ha cerrado por alguno de sus lados de forma tradicional llegando a desaparecer totalmente los pies; esa costumbre ha propiciado la transformación del espacio inferior del hórreo en un almacén y hasta en un garaje para el tractor o el automóvil. Otra de las partes que ha sufrido modificaciones ha sido la cubierta, que debió de ser de tipo vegetal, siendo sustituida en la mayoría de ellos por teja en la parte oriental y Babia, y por pizarra en Laciana y Bierzo. En los últimos tiempos se ha visto algún ejemplar con parte de su cubierta sustituida por fibrocemento.
Geografía del hórreo

Pasamos a la Reserva Nacional de Ancares; en Campo del Agua hay un buen ejemplar en el barrio de la Valiña; en Paradaseca se conservan algunos en pie, bien conservados, junto a las ruinas de otros, y en Balouta y Suárbol pueden admirarse otros.
Sin embargo el histórico valle de Laciana y el valle de Valdeón tienen los dos mejores conjuntos de hórreos de toda la provincia, tanto en número como en variedad.

Siguen estas construcciones por la comarca de Babia, donde tenemos hórreos en Vega de Viejos, en Lago de Babia y en el valle de San Emiliano, que comunica con Asturias a través del puerto de Ventana; aquí destacan Torrebarrio y Torrestío, donde la cubierta vegetal se sustituye por teja y no por pizarra como sucedía anteriormente; son ejemplares de influencia asturiana.

El valle de Valdeón destaca por el número de ejemplares que conserva, siendo Caín el único pueblo en el que no hay ninguno y Soto y Caldevilla los que reúnen la mayor cantidad; la gran mayoría, de tipo cántabro-vasco. En el valle de Sajambre hay otro conjunto, más reducido, entre los que destacan aquellos de influencia asturiana. Bajando por el Esla hacia el sur tenemos hórreos en Acebedo, Lario y Crémenes, entre otros lugares, siendo los más alejados los de Prioro, en el valle del Cea.
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