Casa semicircular de Laciana
En el histórico valle de Laciana, al noroeste de León y en algún pueblo cercano de la comarca de Babia se conservó hasta el segundo tercio de este siglo un tipo de edificio muy singular que merece ser analizado.
Lo mismo que la casa anterior esta construcción sólo puede analizarse por las descripciones, dibujos y representaciones que han llegado hasta nosotros. El último edificio de estas características se derrumbó poco a poco hace unos veinticinco años en Caboalles de Arriba, siendo otra de Sosas de Laciana, desaparecida en los años cincuenta, la que se encuentra reproducida en el Museo de los Pirineos en el Castillo de Lourdes, Francia.
La referencia más antigua que tenemos de esta casa es de 1927 y se debe a M. Medina Bravo, que en su texto Tierra Leonesa se lee: «Pueden citarse como edificaciones típicas, la vivienda en semicírculo orientado al sur, con el hórreo en medio, ambos cubiertos de paja, que se ve aún en pueblos de Laciana y Babia».
Con posterioridad, Florentino Agustín Díez González en el libro Laciana, describe esta casa en los siguientes términos:
"De tiempos remotos data asimismo, y aún se conserva en parte, la interesante concepción arquitectural de sus viviendas, que reproducimos en uno de los gráficos de esta Memoria, según la atinadísima reconstitución de Medina Bravo en su obra ya citada. Ofrecen su fábrica y disposición la forma de un semicírculo, y constaba de las siguientes dependencias: al fondo la habitación familiar, siendo la pieza más espaciosa y cuidada la cocina, con su lar de piedra y su amplísima chimenea de humo, la típica «piérgola» y los clásicos «morillos» y «pregancias». En el portal de entrada, a un lado, solía emplazarse la «ochera» —ollera— para enfriamiento y natación de la leche. En una de las alas del semicírculo obraban los establos para el ganado vacuno, con sus correspondientes pajares, y en la otra los del ganado menor, cabras y «oguechas» —ovejas—, con la tenada para leña. Generalmente, a una de las partes laterales del fondo, sobresaliendo del cuerpo sobre la parte posterior del edificio general, se emplazaba el horno familiar. En el centro del patio, el hórreo, de modalidades propias, que lo diferencian del gallego o asturiano. Bajo el hórreo se encerraba la carreta, estrecha, larga y baja, de factura céltica y ejes rechinantes fijos a las ruedas ciegas con las que giraban, y se colgaban aperos y herramientas. El cuerpo alto y cerrado del hórreo constituía el granero y la despensa de determinados artículos, y se levantaba sobre cuatro columnas rudas de piedra. La cubierta de estas edificaciones era de paja y se llamaba «el teito», sustituyéndose poco ha por la piedra gris oscura o negra, ligeramente desbastada, que hoy prevalece en la cubierta de todas las construcciones de la comarca. Estas casas típicas de Laciana tenían todas sus entradas y luces por el patio central, y si al exterior se abría algún hueco, era de dimensiones insignificantes, livianos y disimulados agujeros o mirillas para la labor de escucha o vigilancia que alimañas u hombres desalmados pudieran exigir del montañés".
Esta especial disposición de la vivienda típica responde perfectamente al medio geográfico y al buen sentido de administración de sus pobladores. En ella se observa la preocupación esencial de concentración, el fanático arraigo familiar, la razón de defensa, y consti tuye el ejemplo más vivo y vigoroso de la proyección natural del hombre sobre sus cosas. Por su emplazamiento, por sus servicios, por su forma y disposición, la casa típica que nos ocupa hace pensar fuera habitada por auténticos «pater familias», como aquellos que evocara Gastón y Marín en su bello discurso de clausura del I Congreso de la Federación de Urbanismo y Vivienda de la Hispanidad.
Lo mismo que la casa anterior esta construcción sólo puede analizarse por las descripciones, dibujos y representaciones que han llegado hasta nosotros. El último edificio de estas características se derrumbó poco a poco hace unos veinticinco años en Caboalles de Arriba, siendo otra de Sosas de Laciana, desaparecida en los años cincuenta, la que se encuentra reproducida en el Museo de los Pirineos en el Castillo de Lourdes, Francia.
La referencia más antigua que tenemos de esta casa es de 1927 y se debe a M. Medina Bravo, que en su texto Tierra Leonesa se lee: «Pueden citarse como edificaciones típicas, la vivienda en semicírculo orientado al sur, con el hórreo en medio, ambos cubiertos de paja, que se ve aún en pueblos de Laciana y Babia».
Con posterioridad, Florentino Agustín Díez González en el libro Laciana, describe esta casa en los siguientes términos:
"De tiempos remotos data asimismo, y aún se conserva en parte, la interesante concepción arquitectural de sus viviendas, que reproducimos en uno de los gráficos de esta Memoria, según la atinadísima reconstitución de Medina Bravo en su obra ya citada. Ofrecen su fábrica y disposición la forma de un semicírculo, y constaba de las siguientes dependencias: al fondo la habitación familiar, siendo la pieza más espaciosa y cuidada la cocina, con su lar de piedra y su amplísima chimenea de humo, la típica «piérgola» y los clásicos «morillos» y «pregancias». En el portal de entrada, a un lado, solía emplazarse la «ochera» —ollera— para enfriamiento y natación de la leche. En una de las alas del semicírculo obraban los establos para el ganado vacuno, con sus correspondientes pajares, y en la otra los del ganado menor, cabras y «oguechas» —ovejas—, con la tenada para leña. Generalmente, a una de las partes laterales del fondo, sobresaliendo del cuerpo sobre la parte posterior del edificio general, se emplazaba el horno familiar. En el centro del patio, el hórreo, de modalidades propias, que lo diferencian del gallego o asturiano. Bajo el hórreo se encerraba la carreta, estrecha, larga y baja, de factura céltica y ejes rechinantes fijos a las ruedas ciegas con las que giraban, y se colgaban aperos y herramientas. El cuerpo alto y cerrado del hórreo constituía el granero y la despensa de determinados artículos, y se levantaba sobre cuatro columnas rudas de piedra. La cubierta de estas edificaciones era de paja y se llamaba «el teito», sustituyéndose poco ha por la piedra gris oscura o negra, ligeramente desbastada, que hoy prevalece en la cubierta de todas las construcciones de la comarca. Estas casas típicas de Laciana tenían todas sus entradas y luces por el patio central, y si al exterior se abría algún hueco, era de dimensiones insignificantes, livianos y disimulados agujeros o mirillas para la labor de escucha o vigilancia que alimañas u hombres desalmados pudieran exigir del montañés".
Esta especial disposición de la vivienda típica responde perfectamente al medio geográfico y al buen sentido de administración de sus pobladores. En ella se observa la preocupación esencial de concentración, el fanático arraigo familiar, la razón de defensa, y consti tuye el ejemplo más vivo y vigoroso de la proyección natural del hombre sobre sus cosas. Por su emplazamiento, por sus servicios, por su forma y disposición, la casa típica que nos ocupa hace pensar fuera habitada por auténticos «pater familias», como aquellos que evocara Gastón y Marín en su bello discurso de clausura del I Congreso de la Federación de Urbanismo y Vivienda de la Hispanidad.
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