Las tierras de Astorga y La Bañeza
Las tierras de Astorga tienen al norte la Cepeda y al sur la Maragatería; por debajo, las tierras de La Bañeza recogen los valles de la Valduerna, Valdejamuz y Valdería y la ribera del río Orbigo en el este. Este conjunto de territorios limita al norte con la Montaña occidental leonesa, al oeste con el Bierzo y la Cabrera, al este con las tierras de León y el Páramo leonés, al sur con los valles de Benavente. Es una amplia comarca que marca el paso de la montaña a las llanuras centrales, participando con ello de las formas y materiales de ambos territorios. Por ello evolucionaremos desde la casa montañesa, con la piedra como base, a la casa agrícola de las llanuras, con el barro como material de construcción.
El material de construcción en la comarca varía, por lo tanto, desde el barro en forma de adobe y tapial, importante al este, hasta la piedra caliza y pizarrosa de la zona occidental; y la cubierta va de la pizarra a la teja siguiendo la misma orientación.
La casa más común es la casa agrícola con patio interior. La vivienda ofrece a la calle una parte amplia del edificio y es frecuente que tenga una puerta de acceso desde la misma calle; por lo general, en la fachada interior que da al patio se sitúa el corredor, que llega a desarrollarse en más de uno de sus lados, creando un porche bajo su amplio vuelo. En algunos territorios este corredor se desplaza a la fachada, pudiendo duplicarse, uno interior y otro exterior. El tamaño del patio está en relación con la actividad de los habitantes de la comarca, siendo más amplio en la Maragatería, dado que en el mismo debían recogerse los carros y recuas del arriero, configurándose a su alrededor las dependencias auxiliares. En algunas zonas las cuadras y pajares salen del conjunto y se desplazan fuera de la población formando agrupaciones singulares.
Las construcciones de cubierta vegetal, hace unos años muy comunes en la Cepeda, Maragatería, y parte alta de la Valduerna y Valdería, están prácticamente desaparecidas, conservándose sólo en algunos ejemplares destinados a cuadras o pajares. En las casas de «sobera», término con el que se conoce en esta comarca a las cubiertas de paja, lo más característico era la situación de la cocina, en un extremo del edificio, formando como dice J. L. García Grinda
"un elemento que la caracteriza aquí, al menos en un número significativo, describiéndola como una casa con cúpula sobre la cocina, a modo de joroba de camello, de modo que esta elemental descripción es la que normalmente se ha empleado para identificarla... La solución más específica consiste en levantar un tramo de la fachada en forma de testero para facilitar la elevación de la cumbrera que forma un pico".
La casa arriera maragata es una transformación de la casa agrícola al servicio de la arriería. Los maragatos, según Gómez Moreno representan
"una casta de gente sobre cuyo origen se ha fantaseado en grande, ya tomando por fundamento el traje, ya etimologías caprichosas y textos antiguos bien oscuros. No hay derechamente razón para concordar a los maragatos con los faramontanos de Malacoria o Malacuera, que pasaron a Castilla en 814, según consignan los Anales complutenses y toledanos; el curioso traje es una moda superviviente del siglo XVII, y, en cuanto a etimologías la única racional que se me ocurre es de mercader (mercator, mericator), pues téngase en cuenta que el nombre no es local, sino que se les atribuyó en las regiones castellanas, donde los maragatos desarrollaban su instinto mercantil y de trajería que les singularizaba. El nombre topográfico de la región es Somoza, antiguo Somotia".
Dicha casa presenta la vivienda en dos plantas; un portalón carretal da acceso al patio, al que se abre el corredor, pudiendo disponer la vivienda de una puerta independiente desde la calle; bajo el corredor se sitúa un espacio porticado para los aperos y las carretas. La cocina, heredera de la casa de sobera, se sitúa en un extremo o ángulo, ocupa las dos plantas con una gran chimenea y alrededor hay un balcón para el curado de la matanza con acceso propio. Hoy las cocinas que se conservan se destinan solo al curado de la matanza y así se denominan; la cocina actual ocupa otra dependencia.
Las bodegas aparecen en la parte sureste de la comarca, en la Valdería y el Jamuz, y siguen las mismas pautas de todas las bodegas-cuevas, excavadas en una ladera cercana a la población. En las viñas suelen levantarse casetos para los aperos. Los palomares aparecen también al sureste de la comarca y ocupan una mayor extensión que las bodegas. Suelen ser cuadrados o rectangulares con cubierta a un agua.
Territorialidad
La Cepeda refleja el paso de la montaña a las tierras llanas. San Feliz de las Lavanderas tiene pequeños corredores y solanas exteriores, en edificios amplios de muros de piedra, algunas veces encalados, y cubiertas donde la pizarra alterna con la teja. En Quintana del Castillo, empiezan a aparecer las casas de grandes patios con solanas abiertas a los mismos y portalones de acceso, construidas en piedra; grandes bloques enmarcan los vanos; además, algunas casas cuadradas y compactas, con los pajares adosados, que tuvieron cubiertas vegetales. El barro empieza a aparecer a la altura de Sueros de Cepeda, con un color muy rojo, con más tapial que adobe; la población es alargada, con renovaciones y encalados, cubriéndose las casas con tejas mas que con pizarra; los patios son el centro de las construcciones; alguna solana exterior. En Castrillo de Cepeda se cuida la piedra de los zócalos que a veces se eleva reforzando las esquinas y recuadrando los vanos; hay dos tonalidades en el tapial, una ocre y otra rojiza, lo que resalta su plasticidad.
El paso a la Maragatería queda marcado por la vuelta a la piedra como material de construcción. El Camino de Santiago cruza la comarca, lo que se aprecia en el trazado de los pueblos situados a orillas del mismo, cuyo caserío se congrega alrededor de la calle real; en el resto, las casas tienden a la disgregación y crean amplios espacios a modo de plaza. Santiago Millas, con sus dos barrios separados, es un buen ejemplo de esto. En ellos se asientan grandes casonas arrieras, de amplios patios y tejados con las cumbreras pintadas de blanco y portones semicirculares; en el barrio de arriba se conserva la casa del «Maragato Cordero», un edificio culto que reúne las esencias de la arquitectura popular.
Castrillo de los Polvazares es la población más conocida y popular de toda la Maragatería, conserva gran parte del empedrado antiguo de las calles, destacando la calle real, Camino de Santiago, a la que se abren los portones de las casas; son edificios amplios y representativos, que tienen los vanos recuadrados de blanco y la carpintería pintada de verde; hoy es una localidad turística en la que ha desaparecido toda actividad agraria. San Martín de Agostedo y Murias de Pedredo conservan algunas cubiertas de paja, «sobera», en edificios auxiliares, con hastiales escalonados; también, amplias casas arrieras, con solanas exteriores.
Otra localidad destacada es Santa Colomba de Somoza, con un importante caserío en el que aparecen al exterior ricos corredores cerrados, galerías, pintados de azul, color dominante de las carpinterías de esta villa; además, casas arrieras con solanas interiores y algunas con la cocina antigua completa, pero abandonada. Hacia el suroeste va apareciendo la pizarra, que en Luyego ocupa los aleros de las cubiertas; las casas arrieras son mas pequeñas y en muchos casos las solanas salen al exterior; la ermita de los Remedios tiene elementos populares entre los que hay que resaltar el soportal levantado a su lado, creando una plaza para el mercado y la romería, que congrega en torno a la Virgen no sólo a la comarca sino también a las limítrofes. Quintanilla de Somoza es otra localidad emblemática, con buen caserío, algo más de pizarra en sus cubiertas, calles empedradas modernamente, galerías, hornos exteriores y buhardillones. Acercándonos al Teleno encontramos Lucillo, que cubre ya sus casas sólo con losas de pizarra y coloca las solanas en las fachadas, algunas veces con tablazón, recordando las construcciones del Bierzo; la piedra pizarrosa, colocada en lajas, alterna con la caliza, lo que crea muros de gran plasticidad.
Al sur de la Maragatería discurre el valle del río Duerna o Valduerna, en ella se siguen manteniendo las casas de tipo agrícola, con su patio y, abierta al mismo, la solana. Los muros son de piedra en las poblaciones más cercanas el Teleno, como continuación de la Margatería. Priaranza de la Valduerna ofrece un color rojizo en sus muros a consecuencia no sólo de las piedras, sino también del barro con que se asientan; se conservan corredores interiores en los patios y restos de otros al exterior de las casas, en la fachada, todo ello situado en un espacio urbano de calles amplias. Tabuyo del Monte, por su parte, presenta una estructura aún más abierta, con un aspecto más urbano. Descendiendo río abajo, el barro se incorpora poco a poco a los muros de las casas, hasta llegar a ser el material dominante. La mayor parte de los edificios han sido remodelados y reformados por lo que, en los asentamientos del centro del valle, se conserva poca arquitectura popular, destacando algún tejadillo sobre las puertas, los casetos de las viñas o la incorporación del portalón al cuerpo del edificio, con lo que el patio pasa a la parte posterior. En Palacios de la Valduerna el barro domina los muros, quedando la piedra para los zócalos y el ladrillo para recerco de los vanos; se conserva un interesante molino.
En el valle del Jamuz el material de construcción de los edificios varía a medida que descendemos siguiendo el curso del río; en la cabecera, la piedra está muy presente, ocupando en algunos casos toda la planta baja como se puede ver en Jiménez de Jamuz, pueblo muy conocido por sus alfares, hoy casi todos renovados; sus bodegas se colocan formando una o dos filas en una ladera. Villanueva de Jamuz, dominado por las ruinas del castillo, se dispone en calles anchas y espaciosas, con casas de tapial asentado sobre piedra que sube por encima del zócalo; hay tejadillos sobre las puertas. La villa de Alija del Infantado tiene dos zonas diferenciadas, cada una alrededor de uno de sus templos; en la ladera, junto a las bodegas y la iglesia de San Esteban se concentra un caserío sencillo, con casas agrícolas no muy grandes en muchas de las cuales se conservan las chimeneas antiguas. Las calles de la vega son amplias, las casas desarrollan un mayor tamaño, con patio interior, y en la plaza mayor, muy modernizada y porticada en alguno de sus lados, se levantan la iglesia de San Verísimo y el castillo; en la población se conservan algunos corredores.
La Valdería es el valle más al sur de la provincia y como en el anterior el material de construcción pasa de la piedra al tapial. En Castrocontrigo todas las fachadas son de piedra y en algunas de ellas se conservan corredores de madera, recordando las tierras de la cercana Cabrera; el caserío se extiende a lo largo de la carretera en una estructura claramente lineal. A medida que descendemos las galerías van desapareciendo de las fachadas para pasar a los patios interiores de las casas agrícolas; aún queda alguna en Felechares de la Valdería, donde destaca el conjunto de pajares que ocupan un lateral de una larga calle; hasta hace unos años muchos de ellos tenían cubierta vegetal, hoy sustituida por la teja. San Félix de la Valdería sigue dominada por la piedra, apareciendo grandes portalones de acceso a los patios y casas de planta baja, todo muy mimético y uniforme. El tapial aparece con intensidad en Castrocalbón, donde ocupa la planta alta de los edificios, muchos de los cuales están revocados; hay galerías en los patios interiores y algún entramado
La fertilidad de la tierra cercana al río Órbigo hace que las casas de este territorio sean en su totalidad de tipo agrícola, con patios de buen tamaño en los que aparecen amplias solanas en muchos casos sustentadas por pies derechos y que ocupan por lo general más de un ala del edificio. Destacan las poblaciones de Huerga de Garaballes y Viloria de Órbigo como las mejor conservadas y las que tienen mejores ejemplares de arquitectura popular.
El material de construcción en la comarca varía, por lo tanto, desde el barro en forma de adobe y tapial, importante al este, hasta la piedra caliza y pizarrosa de la zona occidental; y la cubierta va de la pizarra a la teja siguiendo la misma orientación.
La casa más común es la casa agrícola con patio interior. La vivienda ofrece a la calle una parte amplia del edificio y es frecuente que tenga una puerta de acceso desde la misma calle; por lo general, en la fachada interior que da al patio se sitúa el corredor, que llega a desarrollarse en más de uno de sus lados, creando un porche bajo su amplio vuelo. En algunos territorios este corredor se desplaza a la fachada, pudiendo duplicarse, uno interior y otro exterior. El tamaño del patio está en relación con la actividad de los habitantes de la comarca, siendo más amplio en la Maragatería, dado que en el mismo debían recogerse los carros y recuas del arriero, configurándose a su alrededor las dependencias auxiliares. En algunas zonas las cuadras y pajares salen del conjunto y se desplazan fuera de la población formando agrupaciones singulares.
Las construcciones de cubierta vegetal, hace unos años muy comunes en la Cepeda, Maragatería, y parte alta de la Valduerna y Valdería, están prácticamente desaparecidas, conservándose sólo en algunos ejemplares destinados a cuadras o pajares. En las casas de «sobera», término con el que se conoce en esta comarca a las cubiertas de paja, lo más característico era la situación de la cocina, en un extremo del edificio, formando como dice J. L. García Grinda
"un elemento que la caracteriza aquí, al menos en un número significativo, describiéndola como una casa con cúpula sobre la cocina, a modo de joroba de camello, de modo que esta elemental descripción es la que normalmente se ha empleado para identificarla... La solución más específica consiste en levantar un tramo de la fachada en forma de testero para facilitar la elevación de la cumbrera que forma un pico".
La casa arriera maragata es una transformación de la casa agrícola al servicio de la arriería. Los maragatos, según Gómez Moreno representan
"una casta de gente sobre cuyo origen se ha fantaseado en grande, ya tomando por fundamento el traje, ya etimologías caprichosas y textos antiguos bien oscuros. No hay derechamente razón para concordar a los maragatos con los faramontanos de Malacoria o Malacuera, que pasaron a Castilla en 814, según consignan los Anales complutenses y toledanos; el curioso traje es una moda superviviente del siglo XVII, y, en cuanto a etimologías la única racional que se me ocurre es de mercader (mercator, mericator), pues téngase en cuenta que el nombre no es local, sino que se les atribuyó en las regiones castellanas, donde los maragatos desarrollaban su instinto mercantil y de trajería que les singularizaba. El nombre topográfico de la región es Somoza, antiguo Somotia".
Dicha casa presenta la vivienda en dos plantas; un portalón carretal da acceso al patio, al que se abre el corredor, pudiendo disponer la vivienda de una puerta independiente desde la calle; bajo el corredor se sitúa un espacio porticado para los aperos y las carretas. La cocina, heredera de la casa de sobera, se sitúa en un extremo o ángulo, ocupa las dos plantas con una gran chimenea y alrededor hay un balcón para el curado de la matanza con acceso propio. Hoy las cocinas que se conservan se destinan solo al curado de la matanza y así se denominan; la cocina actual ocupa otra dependencia.
Las bodegas aparecen en la parte sureste de la comarca, en la Valdería y el Jamuz, y siguen las mismas pautas de todas las bodegas-cuevas, excavadas en una ladera cercana a la población. En las viñas suelen levantarse casetos para los aperos. Los palomares aparecen también al sureste de la comarca y ocupan una mayor extensión que las bodegas. Suelen ser cuadrados o rectangulares con cubierta a un agua.
Territorialidad
La Cepeda refleja el paso de la montaña a las tierras llanas. San Feliz de las Lavanderas tiene pequeños corredores y solanas exteriores, en edificios amplios de muros de piedra, algunas veces encalados, y cubiertas donde la pizarra alterna con la teja. En Quintana del Castillo, empiezan a aparecer las casas de grandes patios con solanas abiertas a los mismos y portalones de acceso, construidas en piedra; grandes bloques enmarcan los vanos; además, algunas casas cuadradas y compactas, con los pajares adosados, que tuvieron cubiertas vegetales. El barro empieza a aparecer a la altura de Sueros de Cepeda, con un color muy rojo, con más tapial que adobe; la población es alargada, con renovaciones y encalados, cubriéndose las casas con tejas mas que con pizarra; los patios son el centro de las construcciones; alguna solana exterior. En Castrillo de Cepeda se cuida la piedra de los zócalos que a veces se eleva reforzando las esquinas y recuadrando los vanos; hay dos tonalidades en el tapial, una ocre y otra rojiza, lo que resalta su plasticidad.
El paso a la Maragatería queda marcado por la vuelta a la piedra como material de construcción. El Camino de Santiago cruza la comarca, lo que se aprecia en el trazado de los pueblos situados a orillas del mismo, cuyo caserío se congrega alrededor de la calle real; en el resto, las casas tienden a la disgregación y crean amplios espacios a modo de plaza. Santiago Millas, con sus dos barrios separados, es un buen ejemplo de esto. En ellos se asientan grandes casonas arrieras, de amplios patios y tejados con las cumbreras pintadas de blanco y portones semicirculares; en el barrio de arriba se conserva la casa del «Maragato Cordero», un edificio culto que reúne las esencias de la arquitectura popular.
Castrillo de los Polvazares es la población más conocida y popular de toda la Maragatería, conserva gran parte del empedrado antiguo de las calles, destacando la calle real, Camino de Santiago, a la que se abren los portones de las casas; son edificios amplios y representativos, que tienen los vanos recuadrados de blanco y la carpintería pintada de verde; hoy es una localidad turística en la que ha desaparecido toda actividad agraria. San Martín de Agostedo y Murias de Pedredo conservan algunas cubiertas de paja, «sobera», en edificios auxiliares, con hastiales escalonados; también, amplias casas arrieras, con solanas exteriores.
Otra localidad destacada es Santa Colomba de Somoza, con un importante caserío en el que aparecen al exterior ricos corredores cerrados, galerías, pintados de azul, color dominante de las carpinterías de esta villa; además, casas arrieras con solanas interiores y algunas con la cocina antigua completa, pero abandonada. Hacia el suroeste va apareciendo la pizarra, que en Luyego ocupa los aleros de las cubiertas; las casas arrieras son mas pequeñas y en muchos casos las solanas salen al exterior; la ermita de los Remedios tiene elementos populares entre los que hay que resaltar el soportal levantado a su lado, creando una plaza para el mercado y la romería, que congrega en torno a la Virgen no sólo a la comarca sino también a las limítrofes. Quintanilla de Somoza es otra localidad emblemática, con buen caserío, algo más de pizarra en sus cubiertas, calles empedradas modernamente, galerías, hornos exteriores y buhardillones. Acercándonos al Teleno encontramos Lucillo, que cubre ya sus casas sólo con losas de pizarra y coloca las solanas en las fachadas, algunas veces con tablazón, recordando las construcciones del Bierzo; la piedra pizarrosa, colocada en lajas, alterna con la caliza, lo que crea muros de gran plasticidad.
Al sur de la Maragatería discurre el valle del río Duerna o Valduerna, en ella se siguen manteniendo las casas de tipo agrícola, con su patio y, abierta al mismo, la solana. Los muros son de piedra en las poblaciones más cercanas el Teleno, como continuación de la Margatería. Priaranza de la Valduerna ofrece un color rojizo en sus muros a consecuencia no sólo de las piedras, sino también del barro con que se asientan; se conservan corredores interiores en los patios y restos de otros al exterior de las casas, en la fachada, todo ello situado en un espacio urbano de calles amplias. Tabuyo del Monte, por su parte, presenta una estructura aún más abierta, con un aspecto más urbano. Descendiendo río abajo, el barro se incorpora poco a poco a los muros de las casas, hasta llegar a ser el material dominante. La mayor parte de los edificios han sido remodelados y reformados por lo que, en los asentamientos del centro del valle, se conserva poca arquitectura popular, destacando algún tejadillo sobre las puertas, los casetos de las viñas o la incorporación del portalón al cuerpo del edificio, con lo que el patio pasa a la parte posterior. En Palacios de la Valduerna el barro domina los muros, quedando la piedra para los zócalos y el ladrillo para recerco de los vanos; se conserva un interesante molino.
En el valle del Jamuz el material de construcción de los edificios varía a medida que descendemos siguiendo el curso del río; en la cabecera, la piedra está muy presente, ocupando en algunos casos toda la planta baja como se puede ver en Jiménez de Jamuz, pueblo muy conocido por sus alfares, hoy casi todos renovados; sus bodegas se colocan formando una o dos filas en una ladera. Villanueva de Jamuz, dominado por las ruinas del castillo, se dispone en calles anchas y espaciosas, con casas de tapial asentado sobre piedra que sube por encima del zócalo; hay tejadillos sobre las puertas. La villa de Alija del Infantado tiene dos zonas diferenciadas, cada una alrededor de uno de sus templos; en la ladera, junto a las bodegas y la iglesia de San Esteban se concentra un caserío sencillo, con casas agrícolas no muy grandes en muchas de las cuales se conservan las chimeneas antiguas. Las calles de la vega son amplias, las casas desarrollan un mayor tamaño, con patio interior, y en la plaza mayor, muy modernizada y porticada en alguno de sus lados, se levantan la iglesia de San Verísimo y el castillo; en la población se conservan algunos corredores.
La Valdería es el valle más al sur de la provincia y como en el anterior el material de construcción pasa de la piedra al tapial. En Castrocontrigo todas las fachadas son de piedra y en algunas de ellas se conservan corredores de madera, recordando las tierras de la cercana Cabrera; el caserío se extiende a lo largo de la carretera en una estructura claramente lineal. A medida que descendemos las galerías van desapareciendo de las fachadas para pasar a los patios interiores de las casas agrícolas; aún queda alguna en Felechares de la Valdería, donde destaca el conjunto de pajares que ocupan un lateral de una larga calle; hasta hace unos años muchos de ellos tenían cubierta vegetal, hoy sustituida por la teja. San Félix de la Valdería sigue dominada por la piedra, apareciendo grandes portalones de acceso a los patios y casas de planta baja, todo muy mimético y uniforme. El tapial aparece con intensidad en Castrocalbón, donde ocupa la planta alta de los edificios, muchos de los cuales están revocados; hay galerías en los patios interiores y algún entramado
La fertilidad de la tierra cercana al río Órbigo hace que las casas de este territorio sean en su totalidad de tipo agrícola, con patios de buen tamaño en los que aparecen amplias solanas en muchos casos sustentadas por pies derechos y que ocupan por lo general más de un ala del edificio. Destacan las poblaciones de Huerga de Garaballes y Viloria de Órbigo como las mejor conservadas y las que tienen mejores ejemplares de arquitectura popular.
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