El Reino Olvidado

Este diario es la crónica de un país olvidado, el seguimiento de su huella histórica, cultural y artística en España y en Europa.

Mi foto
Nombre:
Lugar: Bergidum, Asturia, Spain

ex gente susarrorum

jueves, septiembre 21, 2006

Paseo gráfico histórico lingüístico

IVENTIA. LA REDI NÁSTURLHEONÉS. (http://www.iventia.com/destacaus/lhingua/passeu.htm)


Castellanización
: en amarillo, la primitiva extensión del castellano. En amarillo más claro, la extensión del castellano a lo largo del siglo XIII. En cobre su extensión hacia el siglo XIV. En naranja su extensión a partir del siglo XV y en marrón las zonas que fueron tardía o incompletamente castillanizadas.



Mantenimiento del cierre vocálico
: En amarillo las zonas donde el cierre vocálico tiene una gran vitalidad. En verde, las zonas donde el cierre es intermedio o simplemente una tendencia a cerrar confundida con un rasgo vulgar de hablar castellano.



Plurales en -es, formas -es, -en
: Uno de los rasgos más distintivos de las hablas asturleonesas es la terminación femenina vacilante e-a en singular y es-as en plural, además de las formas verbales en -es y -en. Hoy en día el fenómeno sólo se mantiene con intensidad en Asturias, teniéndose ya roto el relevo generacional en San Ciprián y en la comarca de El Rebollar en Salamanca. No se conoce con seguridad la situación que se daba tras la reconquista (aunque por la toponimia puede deducirse que en oriente cántabro se dieron los plurales en -es, y que posiblemente en el resto del dominio hasta Cáceres también, aunque no se conoce la fuerza del fenómeno en esos lugares). Aquí se muestra la situación después de la guerra civil, justo antes de las grandes migraciones extremeñas. Además de ésto, en mirandés es posible escuchar algunas palabras que hacen el femenino en -e, -es (Maríe, tíe, túe,...).


f- inicial latina:
El rasgo más propio del castellano frente al resto de los idiomas surgidos del latín es la no pronunciación de la f- inicla latina por norma. El empuje hizo que muchas de las zonas antiguamente aspiradoras o mantenedoras hayan perdido o modificado su forma antigua de hablar. Así, el primer mapa se corresponde con la situación después de la reconquista y la siguiente con la situación actual. El azul representa el mantenimiento de la f- inicial; el amarillo, el mantenimiento de la f- inicial o desaparición completa; en verde, la aspiración de la f- inicial. En cuanto al mapa siguiente, el azul significa lo mismo, el rosa significa la aspiración muy intensa de la f- inicial (que es sorda) y el verde la aspiración en restos lexicalizados (que es sonora en la mayor parte de las zonas).


Mantenimiento de las sonoras:
Junto con el dominio catalán y portugués (además del asturleonés de Portugal), Extremadura y salamanca comparten las últimas zonas ibéricas del mantenimiento generalizado de la distinción entre fonemas sordos y sonoros, que aún es aprendido con intensidad por los jóvenes de la región.


Distinción de g/j-x y ll-y:
Las hablas asturleonesas de Portugal distinguen (como en el portugués) entre los fonemas g/j-x y no tienen confusión ll-y (dicen muller, concello,...). Las hablas de Asturias y León reducen como el gallego la pronunciación de g/j a x, y tienen yeismos en los grupos -Cei-, -Gei- y -Lj- latinos. En ambos casos (g/j-x y ll-y), las hablas orientales y extremeñas aspiran (con una aspiraación generlamente sorda frente a la aspiración típica castellana meridional, que es sonora), siendo éste un fenómeno que claramente coincide con el de la aspiración de la f- inicial latina (también se da en las hablas castellanas de la Andalucía occidental). Así, muyher puede decirse muller-muyer-muher, mientras que región puede decirse región-rexión-rehión.


Uso del sufijo -in:
La terminación -in, inu, -iñu es propia de las partes occidentales de la Península. Así, en rojo coloreamos las zonas con predomienio del sufijo -iño (galaico-portugués), mientras que en naranja mostramos las zonas con alternancia -in, -inu. La zona coloreada en amarillo es una zona de uso del sufijo -inu, -ino más o menos generalizado.


Palatización de la l- inicial:
De nuevo, como en los plurales en -es, el dominio asturleonés y el catalán comparten un rasgo que les diferencian mucho del resto de las lenguas peninsulares: el uso de ll- en lugar de l-. En verde estan coloreadas las zonas con un uso de la l- palatal más intensa, en azul las zonas con restos lexicalizados. Es probable, de hecho, que en la Extremadura 8actual Salamanca) y en la Transierra (la actual Cáceres) del antiguo Reino de León fuera el sustrato mozárabe (que no palatizara en esas zonas la l- inicial) y no la castellanización posterior lo que tenga limitado el uso y la extensión de dichas formas, quedanso sólo vocablos actualmente muy empleados (como en lhar, lhuida o lhera). También es posible la teoría de Vasconcelos sobre la no llegada del fenómeno palatizador general asturiano más abajo de miranda (o en el caso español, más allá de Las Arribes) por debilitamiento del mismo en los hablantes.


Artículos o, a, os, as:
Los artículos típicos galaico-portugueses (sin la l- inicial) también se dan en el asturleonés. En algunas zonas del asturleonés se usan de modo general (en el senabrés y en el berciano), pero en la mayoría del dominio están presentes sólo en contracciones. Así, en la zona naranja se usan de forma general (o, a, os, ... y na, nos). En la zona amarilla sólo en contracciones, pero en su forma "pura": nel, nos, nes, ... (esta forma con el artículo "el" incluye entrambasaguas). En las zonas rojas (que en Extremadura incluye la población de habla xalimega de tránsito Sa Martín de Trevellu y también la población portuguesa de Barrancos más al sur) las formas unidas son ena, enu, enos, ... Mientras que en azul están las zonas que pueden considerarse como hablas asturleonesas que no usan estas formas sin l-.


Uso del artículo delante del posesivo:
Un rasgo propio del castellano que lo diferencia mucho del resto del domio lingüistico romance es la falta de artículo delante del posesivo. Antiguamente su uso era normal también en los escritores españoles, pero hoy en día es considerado un rasgo vulgar, por lo que la cuña castellana añade un rasgo más de modernidad en su normalización


Perdida de la r- delante de los clíticos:
Otro rasgo evidentemente occidental es el uso general de formas como "buscalu", "rompessi", "caelu", "Fhazelu",... distinto del uso meridional (en Andalucía y la baja Ecxtremadura) de esa especie de doble ele, como "buscal-lu", "ehal-lu", que más bien supone una neutralización de la -r del infinitivo en contacto con la l- del artículo. Curiosamente, en xalimego suele decirse "eitlsi", "rompelsi", ... en vez de lo que sería lógico por su situación, "eitassi" ó "rompessi".


Diptongación -o, -e:
El asturleonés comparte con el castellano uno de los rasgos más típicos (uno de los pocos que pueden encontrarse en todo el dominio): la diptongación, que los caracteriza en la Península (junto al aragonés, que lo presenta en algunos casos también). Pero con todo, el asturleonés tiene una diptongación mayor y más viva (además de varieda) en la formación de palabras que el castellano, algo que, como era de esperar, se conserva con especial intensidad en las zonas más coloreadas.


Los grupos latinos cl, fl, pl:
La pronunciación de ch- de estos grupos es un rasgo de las hablas asturleonesas occidentales tradicionalmente identificado con el galaico-portugués, pero que también se encuentra en partes de Extremadura, donde se conservan ciertos restos como "chama" o "achanar", que tradicionalmente se describen como vocablos portugueses importados, pero que posiblemente (ahora que se sabe que las partes extremeñas no están necesariamente adscritas al asturleonés oriental) tienen su origen en los repobladores leoneses, quizas de la zona central, donde sólo se habrían importado restos esporádicos. En la zona verde se da el uso del grupo ll de forma más general.


Perdida de la d- intervocálica:
Hoy es considerado un rasgo vulgar del castellano la perdida de la d- intervocálica, pero es curiosamente aceptado en el discurso público no pronunciar la d- de los participios (que suelen pronunciarse como "perdío", "cortao",... en toda España). la perdida del asturleonés es más frecuente de lo que permite la Real Academia de la lengua, y generalmente sucede con las d- provenientes de la sonorización de la -t latina. En Extremadura y Andalucía la perdida de la d- intervocñalica es un fenómeno muy intenso, algo que añade una razón más para la habitual baja consideración de sus hablas (castellanas o asturleonesas).

miércoles, septiembre 20, 2006

Identidad y directrices

JAVIER CALLADO

La Crónica de León 20/9/2006

Se ha comentado en columnas anteriores que las Directrices Esenciales de Castilla y León (DE) son un documento estratégico en el que se definen las grandes líneas de gasto público para los próximos años. El anteproyecto se ha sometido a información pública en agosto para que pasase inadvertido a la mayoría de los ciudadanos y sortear así su debate. Cabe preguntarse por qué y son varias las posibles respuestas.

Existen muchas cuestiones polémicas que podríamos tratar sobre estas DE, pero no es el propósito de esta columna tocar todas. Sin embargo merecía la pena realizar unos comentarios sobre sus objetivos en transportes, lo que abarcó las dos columnas anteriores. Ahora, para terminar, volvemos la vista sobre los aspectos relativos a la identidad.

Como es conocido, esta Comunidad Autónoma se formó por la adición de dos regiones históricas: la Región Leonesa y Castilla la Vieja. Ambos territorios tienen sus orígenes en la Edad Media y nunca han permanecido unidos institucionalmente más allá de lo que lo hayan estado a su vez con Galicia, Asturias o Madrid. Este hecho sumado a una base gentilicia diversa fue forjando unas notables caracterizaciones culturales. En León en torno a dos territorios: uno al norte del Duero y otro al sur. Por su parte, Castilla se ha configurado como un espacio político, pero resultante de la adición de siete núcleos culturales que permanecieron diferenciados.

La Junta pretende eliminar esa riqueza cultural, tal y como se plasma en las DE. Acudamos a su texto para comprobarlo:

«Para incidir en los factores territoriales que fomentan la sociedad del conocimiento es necesario (...) priorizar las acciones que contribuyan a crear una imagen de marca regional colaborando a fortalecer la identidad territorial» (Título I, art. 4).

«Se fomentará una perspectiva integral de la riqueza natural de Castilla y León fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 1, art. 12).

«Se fomentará una perspectiva unitaria de la riqueza cultural de Castilla y León, fortalecedora de la identidad regional» (Título III, Cap. 2, art. 17).

«La acción pública debe activar estrategias que fomenten la identidad regional recomponiendo su imaginario» (Título VI, art. 40).

Como se aprecia, la Junta pretende acometer la eliminación de la identidad cultural que a cada pueblo le es propia. En consecuencia, dado que su acción ha sido hasta ahora abiertamente castellanizante –desde una perspectiva vallisoletana–, de lo que se habla en las DE es de la eliminación de la cultura leonesa.

Estas prácticas, propias de los regímenes totalitarios, no pueden ser aceptadas con un criterio democrático. La cosmética de un acuerdo entre partidos no debería servir para que la Junta maquille una pretensión reprobable desde la ética más elemental.

martes, septiembre 19, 2006

La lengua leonesa

FACENDERA POLA LLINGUA

En 1906 el filólogo e investigador Ramón Menéndez Pidal publicaría en la Revista de Archivos y Bibliotecas un extenso artículo que muy pronto se convertiría en histórico. Bajo en título "El dialecto leonés", intentaba aportar una visión de conjunto sobre las peculiaridades lingüísticas de diversos territorios que habían pertenecido en su día al Reino de León, y que siempre se habían visto como "extrañas" o "singulares" sin caer en la cuenta de que todas ellas no eran más que manifestaciones dialectales de un mismo sistemas lingüístico, de una misma lengua. En aquel momento, con los primeros datos que sobre la realidad lingüística de aquel territorio Menéndez Pidal pudo obtener, observó como la antigua lengua de la administración y el estado medieval leonés se conservaba en muy buen estado en su parte noroccidental, aquella en la que se formó, mientras en las zonas más sureñas el habla estaba en franco retroceso o practicamente había desaparecido.
Hoy los datos que poseemos sobre la realidad lingüística de todo ese territorio son mucho más completos, ya que uno de los efectos que tuvo aquel artículo fue el despertar la curiosidad y la investigación científica sobre aquella lengua, surgiendo así innumerables trabajos, artículos, monografías dialectales, léxicos, y todo tipo de estudios. Los datos que hoy poseemos se refieren al léxico, morfología, sintaxis, variedades dialectales, e incluso, en ocasiones, número de hablantes. Un dibujo bastante importante de la realidad de una lengua que sin embargo resulta desconocida para muchos.

Pero la perspectiva científica no es la única posible sobre la lengua. Las propias personas que la utilizan generan visiones sobre la misma y términos para referirse a ese código que encuentran y sienten como distinto al castellano. Y puesto que las diferentes referencias administrativas, territoriales y de identidad actúan en el pensamiento de las personas e influyen en la percepción de su diferencialidad lingüística, surgirá una gran variedad terminológica para denominar su lengua: llionés (leonés), asturianu, mirandés, pachuezu, cabreirés, cepedanu, etc..., que en ocasiones no sólo harán referencia a su variedad dialectal sino que servirán para referirse al conjunto de la lengua.

Estos términos aparecen en relación con la realidad territorial o dialectal, pero también ocurrirá que el estatus inferior y de desprestigio al que la sociedad ha relegado a los hablantes de la lengua tradicional de León y Asturias, hará surgir términos despectivos o peyorativos sobre la misma, demostrando tristemente la poca consideración en la que se tiene o en la que se tienen a sí mismo sus hablantes. Chapurriáu, ranciu, tontu son palabras demasiado ofensivas para denominar a la lengua que fue la propia de esta tierra durante siglos.

Y es que la consideración negativa sobre la lengua, la idea que se trata de una "lengua de segunda división", un dialecto malsonante, sin normas, sin literatura, paleto y absurdo, no es más que una falsa imagen configurada desde una visión etnocéntrica y llena de prejuicios culturales. La verdad es que no existen lenguas de primera y de segunda, que no hay lenguas llamadas a desaparecer, que por defectos internos estén condenadas a verse sometidas a otras, como tampoco se puede decir de las culturas y de los hombres. No olvidemos que la lengua no es otra cosa que un subsistema de la cultura y que la cultura es creación del hombre en sociedad. Tampoco es cierto que no posea normas y coherencia interna, sin ellas simplemente no sería posible hablar, no sólo hablar en asturleonés. Y por último es absolutamente falso que no exista una literatura asturleonesa.

Desde la Edad Media hasta hoy, obras y autores jalonan su historia. El libro de Alexandre, el poema de Elena y María, El poema de Alfonso XI, como ejemplos medievales; Antón González Reguera, en el siglo XVII; Josefa de Jovellanos, en el XVIII; José María Acebal o Teodoro Cuesta, en el XIX; Galo Fernández, Cayetano Bardón o Eva González, en nuestro siglo. Son sólo algunos nombres, son sólo algunos ejemplos de lo que sabemos que hubo. Otro mucho pudo quedar en el camino, en la ruta de siglos de persecuciones y destrucción, de tópicos, de prejuicios y de
intolerancia.

A finales del siglo XX, tras centenares de años de historia, el asturleonés sigue hablándose. Prácticamente toda Asturias, el norte y oeste de la provincia de León, el noroeste de la provincia de Zamora, y la comarca portuguesa de Miranda do Douro son los espacios donde aún hoy existen hablantes tradicionales. En todo este territorio hace tiempo que se inició un proceso de reivindicación y dignificación de nuestra lengua tradicional. Una tarea que se lleva a cabo en distintas velocidades puesto que no en todos los territorios se está alcanzando los mismos niveles de sensibilización y de concienciación de la sociedad; es precisamente en el último de ellos, en Miranda, donde se ha llegado al punto más alto.

Desde el día 17 de septiembre de l.998, y por acuerdo unánime del Parlamento portugués, la lengua asturleonesa es junto al portugués, lengua oficial de los ayuntamientos de Miranda do Douro y Vimioso. Desde esa fecha la lengua que un día fue la oficial del reino de León, y en la que se escribieron fueros y leyes, vuelve a obtener una consideración de prestigio que jamás debió perder.

En el resto del domínio lingüístico asturleonés la situación es muy diversa: en Asturias, el idioma es objeto de protección y de estudio en las escuelas. Se ha llegado a aprobar una ley autonómica de Uso y Promoción, y el debate está hoy planteado en si se debe incluirse en su Estatuto de Autonomía una declaración de oficialidad como la realizada en territorio portugués. En León y Zamora las cosas son muy distintas. Las administraciones ignoran el problema, peso a lo dispuesto en la Constitución para la protección de las diferentes modalidades lingüísticas de España, y las académicas se muestran excesivamente preocupadas por negar su entidad como lengua, pese a que sea un prejuicio claramente superado por los académicos asturianos o portugueses. Muchos olvidan o desconocen que la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos consideró en 1.996 "inadmisibles las discriminaciones contra las comunidades lingüísticas basadas en criterios como su grado de soberanía política, su situación social, económica o cualquier otra, así como el nivel de codificación, actualización o modernización que han conseguido sus lenguas".En realidad se trata de un reconocimiento que parte del análisis de la situación de las lenguas en estado de minorización. Muchos de los problemas que presentan no son defectos de las mismas, sino consecuencias del conflicto lingüístico con la lengua que se quiere imponer. Esta interferencia en la lengua minorizada modificando su sistema lingüístico, afectando al diasistema, condicionando el sistema de creencias y comportamientos, y obstaculizando las funciones sociales de la lengua, inculcando una mentalidad diglósica a sus hablantes.

martes, septiembre 12, 2006

Neolítico astur

En torno al IV y III milenio a. C. comienzan a construirse monumentos tumulares erigidos con expreso fin funerario lo cual constituye un primer indicio de sociedad de pastores y campesinos.

Sin embargo, encontramos en el territorio astur una gran asimetría entre la presencia actual de megalitos en las dos vertientes de la cordillera. En la Asturia transmontana encontramos numerosos enclaves de altura para las tumbas megalíticas perviviendo muchos de los túmulos. Mientras, en la Asturia cismontana, las destrucciones debidas a la agricultura histórica serían numerosas. Por ello, los mapas actuales de distribución de los túmulos megalíticos no es argumento definitivo para la estimación de la rareza o abundancia del poblamiento megalítico en una región dada.

En el área cismontana encontramos 8 dólmenes conservados en el norte de Zamora, algunos túmulos de tierra en las comarcas sedimentarias y vestigios dolménicos en las de montaña. En el área transmontana aproximadamente un millar de túmulos catalogados repartidos desde la costa hasta la alta montaña.

Las bases económicas son la ganadería y agricultura con culturas cerealistas más importantes en las comarcas meseteñas. Hay evidencias de labrantío y deforestación. La caza y la recolección son el complemento alimenticio.

En cuanto a la forma arquitectónica de las tumbas, los dólmenes del norte zamorano son de cámara circular y un corto corredor de acceso con cierta similitud con los megalitos salmantinos. Algunos ejemplos son Las Peñezuelas, ubo de Benavente o Morales del Rey. En ocasiones una son una simple cámara ovalada como en San Adrián en Granucillo. Los túmulos de las áreas sedimentarias son de tierra que recubren un enterramiento colectivo y son afines a otras del área sedimentaria del Duero. En la Asturia transmontana encontramos tumbas con cámaras pequeñas de planta subrectangular de La Cobertoria (Lena-Quirós), tumbas de planta poligonal como El cantón en Sariego o La Llaguna de Niévares C, en Villaviciosa y monumentos con la cámara más grande, como el dolmen de la Campa San Juan, en Salas. Algunos de estos disponen además de un corto corredor de acceso a la cámara, como Entrerríos, Allande y Monte Areo XV (Carreño). En el otro extremo tenemos la Llaguna D en Villaviciosa con una gran túmulo sepultando una cámara minúscula.

La sobriedad de los ajuares ástures, tanto transmontanos como cismontanos, contrasta con los meridionales de Salamanca o los de la Cuenca Media del Duero consistiendo en la ofrenda de hachas pulimentadas, láminas de sílex, microlitos geométricos y puntas de flecha.

Los dólmenes transmontanos, en clara relación con los galaicos, presentan elementos ornamentales pintados, grabados o piqueteados en los bloques de piedra de las cámaras, como por ejemplo, los del dolmen de Santa Cruz en Cangas de Onís.Resulta curiosa la ausencia de testimonios megalíticos en el área cismontana, con excepción del norte zamorano (tal vez por la extracción y comercialización de variscita de Palazuelo de las Cuevas) a pesar de que encontramos muchos enclaves en altura y con disponibilidad de piedra: ni en Valdeorras, ni en el Bierzo, ni Cabrera, etc. Sin embargo esto no quiere decir el área astur cismontana no participara en el entramado cultural megalítico ya que el enterramiento dolménicos, antes que megalítico, es colectivo.


Atrás

viernes, septiembre 01, 2006

La iniciación de Nicolas Flamel

Nunca se pondrán de acuerdo alquimistas, adeptos e iniciados, si el viaje que realizó Nicolás Flamel por el Camino de Santiago fue real o sim­bólico. Parece seguro que, antes de su "iluminación", ejercía de escribano público en París en donde había nacido en 1330. La adquisición por dos florines de un libro antiguo cuyo autor era Abraham el judío, transforma su vida. Una tras otra, las páginas amarillentas deslumhran a Flamel con sus secretos de alquimia; un auténtico tormento intelectual que debe descifrar y para el que no encuentra la clave. Algo le dice que el Camino a Santiago puede tener la solución de tantos enigmas como le asaltan. La peregrinación es dura y, a su vuelta, decepcionado y muy cansado, llega enfermo de gravedad a León donde es atendido. Es el año de 1378 y la catedral es el centro de la vida social de la ciudad. Un judío ¿convertido? al cristianismo, el Maestre Canches, le cuida y le escucha. Nicolás Flamel enseña sus dibujos, muchos de ellos símbolos copiados del tratado que le atormenta.

El judío leonés se asombra: el libro de Flamel es el Asch Mesareph y desde hace tiempo se daba por perdido. Pasan los meses y el alquimista francés se recupera mientras visita una y otra vez el fascinante templo gótico. Conversaciones, discusiones y notas que recoge, le convencen de que en este edificio hay mucho que aprender. Restablecido, inicia la vuelta a París acompañado del maestre leonés. A su llegada a la capital del Sena, manda edificar un pórtico cubierto de figuras simbólicas en Saint Jacques la Boucherie, la iglesia cercana a su residencia, algunas de ellas influidas por lo que ha visto en la catedral leonesa.
En su Libro de las figuras jeroglíficas, el alquimista francés presenta una original manera de interpretar los símbolos, las figuras y la arquitectura, ya sea de forma teológica o alquímica, sin que ello resulte contradictorio. Unos ven una cosa y otros ven otra. Cuando contemplamos una portada, un relieve o una figura, sabemos que la religiosidad constituye, psíquicamente hablando, la materia prima de la obra. Pero no hay que olvidar, dice Flamel, la espiritualidad alquímica que va más allá de la religión y el moralismo.

La conclusión es inquietante: el alquimista descubre su soledad, se pierde en el universo e inventa su moral. Cuando muere el fiel judío leonés en París, Flamel ya le ha arrancado el secreto. Los resultados no pueden ser mejores: "Por fin transmuté verdaderamente en casi tanto oro puro, mejor ciertamente que el oro común". La leyenda se adueña entonces de toda su figura. Todavía, en el siglo XVIII, algunos afirmaban haber visto a Nicolás Flamel que seguía trabajando en un laboratorio subterráneo, donde había dibujos en las paredes de extrañas esculturas y planos de la Catedral de León.