El Reino Olvidado

Este diario es la crónica de un país olvidado, el seguimiento de su huella histórica, cultural y artística en España y en Europa.

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ex gente susarrorum

martes, febrero 28, 2006

El gobierno de los pueblos: organización civil y administrativa

El derecho de vecindad implicaba el acatamiento de las normas, bien consuetudinarias, bien escritas: eran las Ordenanzas Concejiles mantenidas, aplicadas y cambiadas cuando era necesario, por el Concejo, para regular adecuadamente la vida del pueblo.
EJ Concejo, que seguía la tradición desde época medieval, fue la unidad jurídica y administrativa abierta y asamblearia de los pueblos. Tal como ha dicho Laureano Rubio, "estas prácticas de autogestión y participación comunitaria están directamente conectadas a la presencia y arraigo de un Derecho Consuetudinario que en sus orígenes va más allá de la Edad Media y se asienta en los Fueros altomedievales y en los conci-lium o asambleas por las que se dirigen las comunidades que las elaboran de forma consensuada y no impuesta por la fuerza..." (El sistema político concejil en la provincia de León. León, 1993).
La cuestión de los concejos es compleja y, por sí misma, tema que requiere exclusividad. Solo cabe, entonces, enunciar lo que ha representado en nuestras comunidades rurales, de modo que, para mayor abundamiento y recurriendo a Elias López Moran para una mejor definición, "el concejo entiende en todo lo que afecta al régimen, y en ocasiones, en algo que se relaciona con la vida puramente privada". Se trata, pues, de la reunión de los vecinos no solteros para tratar sobre las medidas que se debía adoptar para el buen regimiento del común. En ellos se participaba mediante el sistema de concejo abierto en el que se intervenía por turno y por edad.
La asamblea se hacía mediante tañido de campana, cuya asistencia era obligatoria y conveniente para evitar la correspondiente multa, que solía ser un azumbre de vino. Lo mismo, si se caía en descortesía durante las deliberaciones.
En un principio se actuó bajo presidencia del más anciano, y posteriormente bajo la del regidor, acompañado del teniente y de otros nombramientos como el fiel de fechos, el presero, los escusadores, etc. Esta autoridad decidía sobre los nombramientos de oficios del concejo y su retribución; sobre imposición de multas; sobre las subastas para la adjudicación de los abastos, de la taberna, de la barca, de la herrería...; hacían cumplir lo estipulado consuetudinariamente por la tradición, afectando a las facenderas, a las velandas, a los cotos, a los pastos y montes comunales, al establecimiento de las derrotas, a la visita de las murías que marcaban los límites del concejo, al control del furtivismo, a la vigilancia de hornos y piérgolas, al apotamiento de medidas, a todo lo relacionado con los cultivos, con los ganados (beceras, sementales, salidas al pasto, etc.) y a los arrendamientos de los puertos; también a cuestiones de salud, orden público y auxilio de los pobres; a las servidumbres; a los cierres y cercados; a la resolución de conflictos y a la custodia del arca concejil. En esta especie de caja fuerte se guardaban bajo tres llaves, los documentos, las ordenanzas, los libros del pueblo, donde se escribían las reformas precisas, ya que las ordenanzas antiguas no se podían retocar hasta que no estuviesen deterioradas; también se custodiaban la copa de plata por la que bebían el vino los hijosdalgos, la cuerna por la que lo hacía el pueblo llano al finalizar las asambleas, y la vara -se conserva un ejemplar en el Museo de León- usada para medir y para anotar mediante muescas, la teneduría de los impuestos después de contabilizar, mediante piedras, los bienes de cada vecino. Una cuestión que ha sido tratada por Vicente Flórez de Quiñones en su estudio sobre los foros.
Sin ningún tipo de duda, en el concejo primaba el sentido colectivo sobre el particular, adaptándose a las condiciones de cada zona, de modo que legislaba y administraba el terreno concejil y determinaba el sistema de su aprovechamiento.
Según las condiciones, necesidades y dependencias productivas de cada parte de la provincia, surgían las diferencias y los intereses predominantes en las ordenanzas. Así, por ejemplo, en la montaña de Valdeón se tenía cuidado de las cancillas que había en los accesos de cada pueblo, puestas para que no escapasen los ganados; en los concejos de La Lomba, en Omaña, cada determinado tiempo era costumbre convocar a la bébora, en la que se ofrecía a los vecinos un vaso con el vino recaudado a través de las sanciones impuestas por el incumplimiento de las ordenanzas.
Ese espíritu de concejo se ha ¡do debilitando, pero todavía se conserva en las Juntas Vecinales, que fue la modalidad sustitutiva de aquellos a partir de 1924, y que en la actualidad permanece como fórmula administrativa de las entidades locales menores, presididas por un alcalde pedáneo elegido democráticamente.
Si el Derecho Consuetudianario, las Ordenanzas, los Concejos, las Juntas Vecinales y los Ayuntamientos representan la secuencia del sistema de gobierno de nuestros pueblos, así como la unidad territorial y los intereses de la colectividad, hay otro símbolo no menos significativo de la cultura leonesa, aunque no exclusivo de ella, que es el pendón. Fueron los pendones y las pendoneras insignias que todavía hoy se enarbolan como distintivo de cada pueblo, sólo exhibidos con motivo de procesiones o festividades especiales. Son portados por los mozos de más edad, mientras que las pendonetas lo hacen los más pequeños (niños o niñas), mediante una correa o bandolera de cuero.
Como venimos diciendo, estos pendones de origen medieval, de los cuales los más antiguos se remontan al siglo XV, como el de Fieros y Burbia, desplegaban su paño de seda o damasco en colores verde, blanco, azul, rojo, negro o morado -combinados en bandas de distinto ancho-, con motivo de las procesiones del Domingo de Resurrección, del Corpus, de las romerías, de la fiesta patronal, de las rogativas y, antiguamente, en la bendición de campos o en los conjuros que realizaba el cura para alejar tormentas o plagas como la parpaja, mientras se recorrían los campos con la imagen de la Virgen.
Aunque estos sufrieron cierto abandono con los cambios sociales que se produjeron en la segunda mitad del siglo XX, lo cierto es que en los últimos años ha vuelto a renacer un saludable interés por su restauración, conservación y exhibición, algo que se está conviniendo en un elemento distintivo de lo propiamente leones.

La familia

Con el ordenamiento tradicional, usos y costumbres, la vida tenía un continuismo y una cohesión que partía de la necesidad y de los intereses comunes que afectaban a todo el grupo. Era la necesidad y el interés que exigía ayudarse entre los miembros de la familia, entre los grupos familiares y entre la vecindad del pueblo. De esta manera los vínculos fueron haciéndose tan fuertes como los lazos creados por estratégicas alianzas matrimoniales o por el cruce de miembros de distintas ramas de un mismo tronco -a falta de otras opciones-, que llegó a crear problemas de endogamia en zonas lejanas y cerradas de la provincia. Era la persistencia y la perpetuidad de un modelo de vida cuyos hábitos se convertían en costumbres según la variabilidad del acontecer.
La sociedad campesina se basaba en la familia nuclear como célula desarrollada y sostenida en una realidad colectiva. Una circunstancia que se puede parangonar con lo que Julián Marías dijo de aquella España cuya población mayoritaria seguía siendo auténtica hija de la tierra: "la gran riqueza de la vida española es el trato humano, la proximidad, la facilidad, prudencia e intensidad que tiene..." (Los españoles, 1962), que acaso cabe preguntarse si lo sigue siendo todavía.
Los entrelazos de conveniencia y la perpetuación de las estirpes se arreglaban con los matrimonios. Las bodas, que solían celebrarse después de recoger las cosechas, fueron un gran acontecimiento no sólo para la familia, sino también para el pueblo. Las costumbres se repetían fielmente ya desde el noviazgo. Ese cortejo previo implicaba la colocación del ramo, normalmente por Pascua, en la ventana de la pretendida. Cuando el emparejamiento estaba confirmado, el resto de la juventud solía echar un rastro de paja -hoy se hace con cal- que unía la puerta de cada uno de los novios, algo que variaba de fecha de unos pueblos a otros. Normalmente se hacía la noche en que se ponían de manifiesto las primeras proclamas o velaciones, es decir, el anuncio por parte del cura en la misa dominical, de que el muchacho y la muchacha habían salido novios. Tal información se repetía las dos semanas siguientes, para conocimiento de todos y prevención de alegaciones de último momento, que impidiesen el matrimonio.
El noviazgo prácticamente se sellaba con los tratos entre los consuegros, estableciéndose las donas que regalaba el novio y la dote de la novia. Era el momento de los regalos de pedida, que para la prometida podían ser desde un huso y una rueca tallada, hasta un anillo, unas arracadas, una collarada o un collar de corales. En La Bañeza, la madre de la futura desposada podía llegar a recibir un par de zapatos, según el poder económico del novio y su talante rumboso. Al contrayente se le daba alguna prenda -por ejemplo, un chaleco bordado- o, cuando más, un reloj de plata. Ese día se cenaba en casa de la novia, cena que solía preparar ésta, en un alarde de buen hacer ante el novio y sus futuros suegros. El convite volvía a repetirse una semana después, en casa de los padres del futuro contrayente.
La víspera de la boda, el novio y los mazos hacían la ronda en casa de la novia, donde unos eran invitados a pastas y vino, y el otro se quedaba a cenar una suculenta cena. A la mañana siguiente, ataviada la futura esposa con sus mejores galas, recibía la bendición del padre como despedida de la casa. Un momento de emociones que ha recogido el cancionero popular. En Maragatería, los versos dicen así: 'Arrodíllese la niña/ en ese patio barrido/ que te eche la bendición/ ese tu padre querido./ Arrodíllase la niña/ en esa alfombra florida/ que te eche la bendición/ esa tu madre querida./ Despídete niña hermosa/ de la casa de tus padres,/ que esta es la última vez/ que de ella soltera sales". Dicho y hecho, el feliz cortejo se dirigía hacia la iglesia con los padres, el novio, el padrino, la madrina y los invitados, durante cuyo trayecto recibían cantos de boda encomiables, entre los que no faltaba la chanza y la ironía. Prácticamente participaba todo el pueblo del acto y puede decirse que del convite, debido a la espesa trama de relaciones. Cuando no, siempre estuvo presente el detalle de repartir pastas con orujo o vino, entre la vecindad más cercana.
Una vez casados, en algunas localidades se les sacaba de la iglesia en hombros, llevándoles así o en un carro engalanado, hasta la casa de la novia. A la puerta de la morada familiar, toda ella enramada, recibía la novia con su madre, la enhorabuena e, incluso, ofendas y buenos deseos de fertilidad, a lo que se correspondía con pastas o con bollos.
La comida nupcial era servida por las amigas de la esposa, mientras que los amigos del novio pagaban la música y los voladores, es decir, los cohetes. Cuando había invitados ausentes, se entregaba a aquél que tuviese relación con ellos, los perdones, como gesto de disculpa y a la vez de participación en el acto que no pudo estar. A la tarde, y en la era, se corría entre los mozos, la rosca o el mazapán que había hecho la madrina para tal fin. A continuación se celebraba el baile.
Esa misma noche, cuando el matrimonio se había producido entre personas mayores, o bien uno de los contrayentes era viudo o tenía demasiada edad, los mozos no escatimaban esfuerzos a la hora de darles la cencerrada, alboroto delante de la casa donde la pareja pernoctaba la noche de bodas, realizado con cencerros y toda clase de artilugios que causasen estruendo e incomodidad.
Las bodas solían durar tres días, pues al siguiente del principal, que era la tornaboda o reboda, continuaba la jarana con una comida entre los amigos, que al final de la tarde cerraban con una chocolatada. El tercer día, el del rebodín, estaba más dedicado a la celebración íntima de ambas familias. Sin duda, este acontecimiento tenía sus variantes, como sucede con la boda maragata, pero la estructura y comportamientos venían a ser más o menos los mismos.
El evento era motivo de congratulación entre todos y razón para crear un sin fin de comentarios sobre el acontecer, deshilachados muchas veces en la fuente, en el caño o en los lavaderos del pueblo, lugar de referencia y de encuentro en la geografía del caserío, donde se establecían renovados nexos de convivencia y sociabilidad.
Por lo que se refiere a la mujer, su situación cambiaba rotundamente una vez casada, afectando a los comportamientos, a las responsabilidades, a la jerarquía dentro del esquema familiar y de los acontecimientos sociales e, incluso, a la indumentaria, con el cambio de color del pañuelo de la cabeza, que la distinguía en su nuevo estado civil.
No todos los recién casados gozaron de situación privilegiada para iniciar una vida en común independiente. Muchas veces se dio el llamado matrimonio de visita, es decir, el varón permanecía en la casa paterna, donde continuaba participando de la explotación de la labranza familiar, para retornar por la noche a casa de los padres de la esposa, donde ella le aguardaba.
La superación de tal circunstancia sólo era factible cuando recibían algún bien que permitiese cierta solvencia económica como para iniciar la construcción de su propia casa, en la que participaba el pueblo con el acarreo de materiales, según estipulaban las ordenanzas. Una vez levantada y hecha la cubierta, se ponía un ramo -años después, una bandera de España- y se convidaba a una merienda a los que habían prestado ayuda. No obstante, al menos en ia zona de Riaño, se realizaba al día siguiente de la boda, lo que se ha llamado constitución de dótales, es decir, la promesa por parte de los que asistieron a la boda, de dar a la pareja algún regalo útil -un animal, semillas para la sementera, aves, piezas textiles, etc.- que el padrino anotaba en la carta dota! que todos suscribían.

Pasado, presente y futuro de la flauta y el tamboril en Castilla y [en] León

Artículo publicado originalmente en Txistulari nº172, 1997/4, Pamplona txuntxuneroak por: Alberto Jambrina Leal (Consorcio de Fomento Musical, Zamora) y Carlos Antonio Porro (Fundación Centro Etnográfico "Joaquín Díaz", Urueña, Valladolid) Pamplona, 19-9-97


Introducción: (ámbito de estudio)
El ámbito de nuestro estudio conforma parte de lo que en otro trabajo más amplio referido a la implantación del instrumento en la península y las islas llamamos en su día, foco occidental. [ Ver: Jambrina Leal, A. y Cid Cebrián José Ramón: "La Gaita y el Tamboril", Diputación de Salamanca, 1989 pág. 15)] Si bien, geográficamente por los datos de campo que disponemos, además de las tierras de Castilla y León en este foco occidental hay que tener en cuenta que en solución de continuidad esta zona comienza un poco más al norte en las tierras de Cangas de Narcéa (Asturias), se adentra en el oeste en zonas portuguesas de Tras-Os-Montes, y se extiende hacia el sur en la Alta Extremadura cacereña, para proseguir posteriormente en el Alentejo portugués y las sureñas tierras de Badajoz y Huelva.


Noticias de un pasado culto
En el pasado, la flauta y el tamboril fueron reyes de la escena de la Música Tradicional, encontramos iconografías en los pórticos góticos de Toro (Sta. María la Mayor), y Catedral León en su portada izquierda arquivolta 1 dovela nº 8.
No en todos los casos, aparecen flautas de tres agujeros.
En la tipología que representa la flauta de una mano, mientras que con la otra el instrumentista tañe una campana, permanece la idea de la existencia de un bordón sobre el que ha de apoyarse la melodía, pero a la vez siempre yace un componente percusivo. Esta asociación parece que se desarrolló allá por el S. XIII en paralelo a la conjunción de flauta y tamboril tocados por una misma persona, la misma idea de bordón percusivo existe también en la utilización del salterio, ttun ttun o tambor de cuerdas, que como se verá más adelante también se utilizó en Castilla en la primera mitad del S. XVII
En efecto, la combinación instrumental de flauta y tamboril era frecuente entre los juglares del medievo como también lo atestiguan las representaciones de las Cantigas de Santa María que datan de mediados del S. XIII
Otra iconografía , ya en el S. XVI, se encuentra localizada en la fachada de San Esteban, en Salamanca. Se trata de una representación de un ángel tamborilero al modo de los "putti" del plateresco. La representación se halla junto a otros ángeles músicos y decoraciones de la época.
La cita literaria más temprana la encontramos en el libro Ars Musicae de Fray Juan Egidio de Zamora (1260) quien en una descripción del sonido del tympanum (tambor o atabal) anota que la diferencia de intensidad sonora entre la fistula (flauta) y el propio tympanum ha de ser tenida en cuenta si ambos se tocan conjuntamente.
Higinio Anglés en su obra La Música en la Corte de Carlos V recoge datos de ministriles tamborileros que sirvieron en la capilla de las infantas; de este modo, en 1539 había "tres maestros en dançar" y un Juan Sánchez "tamborino" (Simancas, Casa Real O y B, leg. 50, fol. 28). En 1549 hubo al servicio de la Señora Infanta Doña Juana un tal Sebastián Sánchez maestro en "avezar a dançar" y "tamborino" (Simancas, Casa Real, leg. 23).
De aquí podemos deducir que la importancia del tamborilero en la danza, incluso en sectores cultos, era fundamental, este personaje era considerado como "maestro de danzas" y tenía un puesto entre los servidores privilegiados de la corte de los reyes quienes además le asignaban un sueldo para adiestrar en las lides de la danza a sus infantes. En esta misma época tardo medieval y temprano renacentista sucedería que algunos juglares dejarían su vida nómada y se asentarían en determinadas localidades rurales para prestar sus servicios en cofradías, fiestas, romerías bailes de mocedad, etc.
Antonio Cea, en "Instrumentos musicales en la Sierra de Francia", recoge datos de tamborileros asentados en esta zona salmantina desde el S. XVI, en esta misma obra se recogen contratos en los que se reglamenta el trabajo del músico, así como el jornal a recibir, etc.
También encontramos referencias de la ligazón de la flauta y el tamboril a la danza y a la festividad del Corpus desde finales del S. XVI.
En Palencia en 1597, el regidor concierta una danza de ocho personas vestidas de turcos con todo tipo de aderezos "con puñales e broqueles e alfanxes ... que irán en la procesión desde la Iglesia Mayor por las calles de esta Ciudad hasta que vuelva a la Iglesia e irán danzando y haciendo lo demás necesario llevan un tamboril que les guie..." [ García Chico, E. "Las danzas del Corpus", en: Papeletas de Historia y Arte, 1951, citado por Carlos A. Porro Fernández en "Antigua presencia de la flauta de tres agujeros en Castilla" en (III Muestra de Música Tradicional <> Viana de Cega, Edición 94)].
Incorporamos datos recogidos por Carlos A. Porro en Castilla. En el pueblo segoviano de Abades y a través de la carta de obligación de Juan de Pablo se especifica que en 1613 "habría de hacer una danza de zapateado y toqueado de ocho personas con su tamboril y flauta" [ vid. Carlos A. Porro, nota 3]. Del mismo modo, en 1626 cuatro mozos, en nombre de los demás, se concertaban con Sebastián Salvador tamborino de Frechilla (Palencia), para que éste les enseñara a bailar en el espacio de un año, todas las fiestas y domingos dando lecciones en las que entrarían los bailes públicos, en la sala de la villa, o en otra parte. Cada domingo y día de fiesta, le daría de comer por su turno, un pupilo de entre los que aprendían a bailar, y el que no lo hiciese pagaría real y medio. El mencionado
tamborino tocaría el día del Corpus y otro a elegir, pagándolo la cofradía. También tocaría el día de S. Luis sin cobrarles nada, ya que lo pagaba el Marqués Don Luis de Zúñiga. Los domingos terceros de cada mes en que se decía la misa del Santísimo, daría dos vueltas por las calles del pueblo tocando la caja o el salterio, para avisar a los cofrades. [Francisco Herreros Estébanez, Historia de Guaza, citado por Carlos A. Porro]
Datos del siglo XVIII vuelven a corroborar parecido contexto ligado a las danzas y al Corpus Christi en Villarramiel (Palencia), Tiedra (Valladolid), en Adalia (Valladolid) para la cofradía de la Virgen de las Viñas entre 1683 y 1752. Lo mismo en Villanubla (Valladolid) entre 1773 y 1780. Torrelobatón, Pozal de Gallinas, Ceinos de Campos y Gallegos de Hornija (todos pueblos de Valladolid) [ Archivo del Obispado de Valladolid, Carlos A. Porro citas 8 al 16]
Pervivencia actual, lo que nos ha llegado
Hoy nos hallamos en los confines de las generaciones de tamborileros que lo fueron dentro del contexto de lo tradicional; en actualidad son mayores de sesenta años, no obstante se ha hecho un esfuerzo, nunca suficiente, por registrar su música en grabaciones, tratar de fijarlas gráficamente en partituras musicales y recoger mediante entrevistas con ellos parte de lo que fue su vida y cultura ligada a los instrumentos y al modo de vida tradicional.
Aunque dispusiéramos de un censo global de tamborileros afincados en el territorio que conforma la actual Comunidad de Castilla y León y la cifra cuantitativa pudiera parecer alta, esta distaría muchísimo de lo que debió suponer la población tamborilera hasta los años treinta del presente siglo. Tiempo atrás la tónica general en cualquier localidad rural consistía en que entre la mocedad al menos media decena de personas conocieran y practicaran la flauta y el tamboril, y que independientemente de esto existieran en el pueblo, uno o varios músicos tamborileros semiprofesionales.
Desde los años cuarenta se documenta una etapa de decadencia de aquella antigua situación, con la introducción de los manubrios y organillos primero, y las gramolas y sinfonolas después, que competirían duramente con sus aires importados de la capital, con el baile y los instrumentos tradicionales. Por si fuera poco, en algunas comarcas como por ejemplo en Aliste y Tábara en Zamora, la Armuña en Salamanca, Tierra de Campos en Valladolid, y el Cerrato en Palencia, surge un relativo auge de la dulzaina castellana con la reciente incorporación de las llaves que tocada junto a la caja y al bombo dotaban a esta formación de mayor dinámica musical, y la hacían más apta para adaptarse al repertorio de los bailes de salón demandados por la mocedad coetánea. De esta época también hemos recogido determinadas melodías de mazurca, tango, bolero adaptadas a la flauta y el tamboril y el curioso dato, que sin duda no sería aislado, que nos comentó el señor Juan "el colorao" de Ricobayo ( en Zamora), a quien le pasaban una hoja de la Sociedad General de Autores que debía rellenar indicando los títulos que tocaba con su flauta y tamboril para efectuar el baile.


Tamborileros en Castilla
Carlos A. Porro [op. cit. ] afirma "tan desconocido es en la actualidad el uso de la flauta de tres agujeros y de su inseparable tamboril en Castilla, en la vieja Castilla, como frecuente fue su toque en épocas pasadas, no demasiado alejadas de nuestro momento".
Efectivamente, la figura del tamborilero en la parte castellana de nuestra Comunidad está actualmente extinta, salvo un único instrumentista en Burgos, que acompaña a los gigantes de la capital en sus salidas a la calle con una flauta de cuatro agujeros que toca junto al tamboril.
En Palencia, en la comarca del Cerrato en la localidad de Valdecañas tocó hasta 1860 Gregorio Garriche, el "tío Garriche", natural del mismo pueblo, éste intervino con su música además en los pueblos de Venta de Baños y Palenzuela. Gregorio tuvo un funesto final al decidir terminar sus días ahorcándose en la localidad de Palenzuela. [ datos aportados por José Mª Silva Naveros, Palencia.]
Ya en nuestro siglo en Palencia Capital el "tío Mentiroso" tocaba en el barrio de la Puebla en las cofradías de S. Lázaro y en las danzas de palos hasta los años 40 de este siglo, fue pregonero del diario palentino. En Villamediana y Torquemada Gregorio de la Fuente "el tío Mariposo" fue tamborilero de los danzantes de ambas localidades.[ datos ofrecidos por José Mª Silva Naveros, Palencia.]
María Ángeles González Mena en: Revista de Dialectología y Tradiciones Populares 1978-1980 menciona que en Antigüedad (Palencia) en algunas ocasiones tocaron juntos al menos dos músicos uno con flauta y tamboril y otro con acordeón.
En Valladolid, los datos compilados por Carlos A. Porro, parecen confirmar la diferente consideración de los dulzaineros frente a la figura del tamborilero.
En Torrelobatón (Valladolid) en celebraciones de Águedas durante el S. XIX, tras años de persistencia del tamborilero, en 1871, se pagan ya 100 reales a los dulzaineros mientras que el tamborilero sólo venía cobrando 35. Entre 1872 y 1875 es el tamborilero Juan Almeida el que toca mientras que en 1878 de nuevo interviene la dulzaina, que sigue hasta 1883, último año en el que figura el tamborilero. En Peñaflor de Hornija, Máximo Mato "el tío Mato" intervino en las fiestas hasta 1920. En Ceinos de Campos un tamborilero procedente de Aguilar de Campos tocó hasta después de la Guerra Civil.
Es sintomático que en Burgos, al instrumentista de flauta que sale con los gigantes en el Corpus se le denomina el "chirola" lo cual denota una posible relación con la cultura del País Vasco, en esta ocasión la flauta es desmontable y de cuatro agujeros. Según comenta Carlos A. Porro, varias melodías de este intérprete figuran ya en el cancionero de Federico Olmeda (tres pasacalles, dos bailes y las mochadas) recopiladas a fines del S. XIX.
En la zona de las machorras, uno de los últimos intérpretes de flauta y tambor fue el señor Narciso, "el tocador" quien ejerció su oficio para los danzantes de Nuestra Señora de las Nieves hasta los años 60. Otro tamborilero de la zona existió en Villamartín de Sotoscueva, y otro más en Tamarón hacia 1930. Por último en la zona de la Ribera existió otro tamborilero como lo atestigua una fotografía que aparece en el libro de Justo del Río "Danzas Burgalesas".
Olmeda a principios de siglo ya se quejaba de que el pito y el tamboril pocas veces podía escucharse y que antiguamente estuvo muy en boga en toda España.
En Soria Carlos A. Porro comenta que en Noviales había cierta tradición de flauta y tamboril vinculada a la cercana localidad de Valverde de los Arroyos, ya en Guadalajara, el tamborilero de Noviales acudía el día de la octava del Corpus hasta que fue sustituido por otro tamborilero de Valverde, del cual desciende el actual intérprete Gregorio Mata Monasterio. Esta flauta es de cuatro agujeros y está realizada aprovechando el cañón de una escopeta. José Antonio Alonso Ramos [vid. bibliografía] comenta que a propósito de la semejanza de esta flauta con el txistu vasco "algunos autores aprovechan este dato para
vincular las danzas y el origen de este hermoso pueblo con repoblaciones vascas medievales" lo cual nos parece más que aventurado sin otro tipo de comprobaciones demográficas, etc.


Tamborileros en León, Zamora y Salamanca (pervivencia actual)
En la provincia de León, según datos aportados por Javier Emperador, la flauta pastoril o de tres "furacos" se denomina en la Maragatería, chifra, chifla y gaita; dulzaina y chifla en el Bierzo. Todavía puede escucharse en las comarcas de: Maragatería, Ribera Baja y Media del Órbigo, Bierzo, Ancares (escasa), Valle de Fornela, Valdería (escasa), Valduerna, Jamuz, Eria (escasa), Cabrera Alta y Baja y Cepeda (escasa).
La Provincia de Zamora ha sufrido un agostamiento cuantitativo, pero conserva gran parte de lo que debieron ser sus estilos interpretativos. Existe gran diferencia entre las zonas del norte: Aliste, Tábara, Carballeda y Valles de Benavente (más relacionada con los estilos de la Cabrera y la Maragatería leonesas) respecto a las zonas de la mitad sur (Tierra del Pan, Sayago y Tierra del Vino), con estilos propios, pero cercanos a las zonas de la Ribera y la Armuña salmantinas. Actualmente quedan algunos intérpretes en las comarcas de Aliste (escasa), Tierra del Pan (escasa), Sayago (en retroceso) y en la Tierra
del Vino, donde también quedan pocos intérpretes tradicionales.
Pueblos fronterizos como Moveros en Aliste (España), y Constantim en Tras-Os- Montes (Portugal) con sendos tamborileros nos dan la idea de que los toques trascendían lo que allí se llama "la raya", la frontera, y podían ser interpretados en ambos lados.
Una anécdota, como toque religioso para tocar en las misas en Constantim recogimos el Himno de Riego, que Virgilio Augusto Cristal probablemente oyera tocar a Ángel González el "tío París", de Moveros, o a algún otro tamborilero de la vecina comarca de Aliste, en Zamora.
La provincia de Salamanca es seguramente, junto con la de León, donde se registre mayor cantidad de tamborileros en activo; se conocen y conservan bastantes estilos y maneras de tocar los instrumentos que nos ocupan, pero sin duda también se vio afectada por el proceso de regresión del que hemos hablado.
Así hoy en día la "gaita" y el tamboril, que es como se conoce el instrumento en Salamanca en la nomenclatura de campo -el término "gaita charra" es de reciente acuñación-, se ha vuelto escasa en la Armuña, sufre una recesión en los Arribes, y se mantiene pero con tendencia a la baja en el Campo Charro. La Sierra de Francia, frente a otras zonas de la provincia conserva muchos intérpretes tradicionales de gaita y tamboril.
Aquí se conservan multitud de tradiciones musicales que permanecen vivas y en uso popular. El tamborilero resulta indispensable y vigente en tales celebraciones, así como en sus bailes en los que participa todo el mundo, aunque sin duda el panorama, ya no es lo que debió ser tiempo atrás. Esta zona es, a nuestro juicio, junto con la Maragatería leonesa, el núcleo tamborilero más importante de todo el occidente peninsular.
Los tamborileros serranos tienen un estilo de tocar muy particular que los diferencia claramente de los de otras zonas. El tamboril se lleva colgado, quizás por influencia militar, de una banda de cuero, a veces ricamente laboreada. La gaita, suele ser de grandes dimensiones y sus toques alegres y floreados, no siendo frecuente la utilización de pitos (gaitas de dimensiones pequeñas y sonido agudo). El tamboril suele estar muy tenso para que la baqueta, llamada porra, bote bien sobre el parche y se suele percutir en estilo recargado y brillante sobre todo en el ritmo de "picao". En algunos pueblos serranos como en La Alberca, en las solemnidades que interviene el tamborilero le acompaña a éste el alguacil del pueblo con la antigua caja del municipio o un tamboril, siempre percutidos con dos baquetas. La Sierra de Francia y otras zonas marginales como El Rebollar son el nexo de unión geográfica con otras comarcas como la de Las Hurdes cacereñas .


Los instrumentos: algunos prototipos
No hay un tipo único de flauta ni de tamboril. El grosor externo de la flauta suele ir en disminución desde la boquilla hasta los agujeros.
Las maderas más empleadas son: encina -corazón y ramas-, ázare, sanguino, fresno -sobre todo la raíz-, espinero, boj, madroñera, olivo, nogal, urz, enguelgue -que crece en las
riberas del Duero-, bárcea, y sahuguera (estas dos últimas maderas tienen una especie de médula blanda en el interior del palo con lo que resulta muy fácil realizar el taladro de
ahuecado).
Era tradición en muchos casos cortar estas maderas por el cuarto menguante de la luna en el mes de enero. Para su curación se solían enterrar en estiércol.

La flauta tiene las siguientes partes:
a) Boquilla: es la parte superior que ha de colocarse en la boca, se construye de madera, asta o metal; en ella hay que distinguir: la embocadura, el bloque o tapón, el canal de insuflación del aire, y el empeine, cortavientos o bisel.
La embocadura, o bocal: constituye la parte fina superior de la boquilla, comprende todo el casquillo superior hasta el comienzo del bisel; puede construirse de madera, pero en las flautas de la mitad sur de Zamora y las de Salamanca suele ser de hueso vacuno.
El bloque de madera va en el interior y en su sección plana delimita el canal conductor del aire. Antiguamente se hacía con madera de un arbusto conocido con el
nombre de escoba.
Los anillos que suelen tener las flautas se llaman virolas o encelgas, estos tienen misión ornamental y preventiva, pues impiden la abertura del instrumento cuando éste se
hincha y lo protegen de posibles golpes. Las virolas suelen ser de asta, cuernos de cabra y a veces también de metal.
En la zona norte de Zamora y provincia de León, por el contrario, las flautas suelen ser enterizas en madera torneada careciendo de virolas.
b) El cuerpo de la flauta: es el auténtico tubo sonoro, en su sección final aloja las tres perforaciones.
Los agujeros son los que modifican la columna de aire del interior del tubo y por tanto la altura del sonido. Son tres, dos colocados en la parte anterior y uno más en la
posterior.
En la afinación el sonido y el timbre de las flautas juegan diversos factores, desde las dimensiones de las diferentes partes de la boquilla hasta el diámetro y taladro del tubo, pasando por la distancia y el taladro de los agujeros, sin olvidar la longitud total del instrumento.
Agustín García Hernández quien trabajó en el taller de la diputación de Salamanca nos comentaba un curioso canon conocido como las <<>>:
La flauta tiene aproximadamente dos cuartas de longitud.
La distancia entre el extremo superior de la flauta y el comienzo del empeine o bisel, era de una falange corta del pulgar del constructor. Esta misma medida es la distancia entre agujeros y entre el último agujero y el extremo inferior de la flauta.
Algunos prototipos de flautas:
* Chifla maragata existente en el Museo de Instrumentos Tradicionales de Urueña (Fundación "Joaquín Díaz"), según ficha del Museo. El constructor es Toribio Alonso, de Lucillo, está hecha en madera de pino, de 47 cms. de longitud total y taladro interior cilíndrico 12 mms.; el bisel es rectangular y el aeroducto tiene sección en forma de
segmento circular. Se halla torneada y en el extremo inferior tiene un rebaje para colocar los dedos anular e índice y dotar al instrumento de una mejor sujeción.
* Flautas construidas por Manuel Pérez González y Manuel Pérez Becerro de Salamanca: en este taller se fabrican tres prototipos de 42 cms. la más grave, 40 cms. la más usual y 38 cms. la más aguda. En la flauta de 40, por ejemplo, la distancia entre el extremo superior y el empeine o bisel es de 6 mms., el bisel o cortavientos es de 12 mms. de ancho, los agujeros son de 9 mms. de diámetro y se sitúan a distancia de 30 mms. unos de otros, el inferior va a 30 mms. del borde inferior de la flauta, en el taladro interior Manuel emplea una broca cónica especial de 16 mms. a 12 mms. y 45 cms. de larga.
Afinaciones: Hasta el momento no ha habido un proceso de unificación o de estandarización, no obstante, en las flautas de León hay una tendencia hacia la escala de re
mayor que puede también dar un la mayor con 7º grado rebajado. (Sta, Catalina de Somoza, Aquilino Pastor). También encontramos la siguiente gama de sonidos: la, si b +, do # _(bajo), re, mi, fa # _, sol, la, si b +, do # _, re' (Val de San Lorenzo, Luis Cordero Geijo). Comporta esta escala sonoridades ambiguas o neutras en los grados 2º, 3º, y 6º.
En Salamanca y Zamora predomina esta otra escala: la, si b +, do, re, mi, fa, sol, la, si b +, do, re ' que nos da una escala de re menor, y una escala de la menor con el 2º grado rebajado. Es decir, transportados: lo que podrían ser un modo de LA=re, y un modo de MI= la (con el si b).
Recientemente en el taller de Manuel Pérez González se ha comprobado que una longitud de 39 cms. proporciona altura de sonido absoluto.


El tamboril:
Por lo que respecta al tamboril, se compone de una caja de madera o metal, que antiguamente era fabricada a partir de ahuecar un tronco de un árbol, o aprovechando la de algún tamboril del ejército. Actualmente se construyen con planchas de madera flexible o aprovechando bidones metálicos. Los parches, o "parchos" son de piel sobada de perro, cabra, oveja, ternera o corzo. Éstos se enrollan en dos anillos finos encajados y a la vez sujetos por otros aros más anchos que van atravesados por una cuerda que hace que se sujeten, son tensados con las castigaderas, que suelen ser de cuero. Una cuerda fina llamada bordón atraviesa uno, o ambos parches del tamboril, el bordón hace que el tamboril ruja o cercée cuando se percute. La baqueta para golpear se llama según las zonas: porra, porrilla, palillero, palillo o cachera.
Medidas de algunos tamboriles:
La tipología del tamboril puede presentar variaciones notables de norte a sur. En León, según José Luis Alonso Ponga, el tamboril se llama también caja y se hacía de un
tronco de nogal de unos 60 cms. de alto por 40 cms. de diámetro; el tamboril tiene unos aros metálicos donde se enroscan las pieles. Los aros exteriores que tensan las pieles suelen tener unos garfios por donde pasa la cuerda que tensará el tamboril, estos aros casi nunca sobresalen. Modernamente, en algunos ejemplares se utiliza para tensar las pieles un sistema de tornillos con mariposas similar al de los redoblantes.
En el taller de instrumentos de la Diputación de Salamanca, desgraciadamente hoy desaparecido, se utilizaban las siguientes medidas: caja o cuerpo de 35 cms. de diámetro por 25 cms. de ancho, se empleaba panel doble. El respiradero es un agujero que va en el centro de la caja; sirve para desahogar el aire desplazado en el interior. El brazalete o asa se construía de cuero, con hebilla. Los aros se hacían con madera de haya, de 4 cms. de diámetro y 1 cm. de ancho. Para tensar el tambor se empleaba cuerda de pita, unos 6 metros aproximadamente, y las agazaderas eran de cuero. Las pieles de cabra, y la porra se hacía torneada, de unos 35 cms. de longitud.
La técnica del toque del tambor varía considerablemente de norte a sur, en León y mitad norte de Zamora se emplea una técnica de golpeo plano y de abajo arriba, esto está favorecido porque los tamboriles no tienen aros que sobresalgan. Este particular golpeo se obtiene dejando la muñeca relajada y moviendo el antebrazo, con lo que se consigue un repicado contínuo sin que el tamborilero se canse.
En la mitad sur de Zamora y Salamanca abundan los ritmos con golpes acentuados a contratiempo: el charro y su familia, y los ritmos cojos o "aksak" sobre todo en Salamanca, la charrada y su gran familia (los picaos y perantones, etc.) Como sucede en Sayago (Zamora), hay gran maestría en el empleo de toques en el aro y además en Salamanca se utiliza el toque en distintos lugares del parche, obteniéndose una gradación dinámica y tímbrica bastante considerable.

Presente de la flauta y el tamboril
Junto a tamborileros tradicionales en activo, hoy encontramos en León, Zamora y Salamanca una generación de tamborileros "puente", que bebiendo de las fuentes
tradicionales y conociendo de cerca a las generaciones anteriores a la vez enseñan a tocar en distintas escuelas, asociaciones y otras entidades. Entre esta última generación se encuadra el que escribe estas letras.
Los métodos de enseñanza ya no son solamente orales sino que combinan otros recursos como algún sistema de partituras, grabaciones, etc.
En la provincia de León se han realizado algunas experiencias en el aula de Música Popular del Conservatorio de Ponferrada, el profesor encargado de ello fue Rafael Busto Ferrero a partir del año 1990, tras unos años de impartición, Rafael ha seguido dando clases de manera privada y de momento no se ha llegado a ningún acuerdo para impartir estas clases de una manera oficial y subvencionada.
En el Conservatorio de Música de Astorga se hizo alguna experiencia aislada durante el curso 89-90 realizada en esta ocasión por Héctor Luis Suárez.
Antonio Martínez "el jamonero", natural de Rabanal del Camino, desde varios años en Astorga realiza una labor de enseñanza encomiable tanto en el ámbito de la flauta y el tamboril como en el de las danzas de la Maragatería, desgraciadamente esta labor no es apoyada convenientemente desde las instituciones. Desde estas letras mi agradecimiento por las horas que me dedicó en la enseñanza del repertorio maragato que aprendí con él.
En Léón capital, desde el curso 94-95 existe una Escuela Municipal de Folklore en la que la flauta y el tamboril tiene su lugar, Javier Emperador y Jesús Bayón son los
responsables de la mencionada escuela y el encargado de las clases es José Javier,de Toral de Merayo.
En Zamora capital se creó la Escuela de Folklore del Consorcio de Fomento Musical en el curso 1.988-89 en la que se ha impartido flauta y tamboril desde su comienzo. Isabel Bernardo Carrascal, Antonio Martín Ramos, Pedro del Río Bermúdez, Isauro Manzano Cuesta, Jesús López Mediavilla y Alberto Jambrina Leal han sido tamborileros vinculados a estos nueve años de enseñanza en dicha escuela y en la provincia de Zamora. Las Aulas de Aliste y Tras-Os Montes fueron creadas en el año 1.991, también cuentan con la enseñanza de estos instrumentos. El Colegio Público comarcal Viriato imparte talleres de danza tradicional y de flauta y tamboril desde el año 1.989. La Escuela de Folklore de Ferreruela de Tábara funciona desde el año 1.994, y por último desde el año 1.995 se están impartiendo clases los veranos en Fariza de Sayago, para todo el alumnado de la zona.
Salamanca es la pionera en cuanto a la impartición de estas músicas e instrumentos, en el año 1.970 se creó la Escuela de Tamborileros de la Diputación, hoy Centro de Cultura Tradicional. Profesores de este centro han sido: Ismael Álvarez Muñoz, Isaías Hernández Marino, Agustín García Hernández, y Ángel Rufino de Haro "El Mariquelo", entre otros.
Existe también la Agrupación de Tamborileros de Salamanca presidida en actualidad por José Luis Gil Cacho.
A parte de estas entidades y escuelas, la flauta y el tamboril tienen su lugar dentro de los grupos de Folk, el más conocido sin duda es el grupo La Musgaña, que siendo de Madrid se basa en Música de Salamanca, Zamora y León. Enrique Almendros con su flauta y tamboril es el auténtico pilar donde se asientan una serie de melodías y ritmos sobre los que el grupo entreteje todo tipo de arreglos musicales.
Otras experiencias son las que están realizando Ángel Rufino de Haro "el Mariquelo" con varias grabaciones y composiciones para estos instrumentos. Agustín
García también ha colaborado con la cantante salmantina Rosa María y ha efectuado varias grabaciones. José Ramón Cid Cebrián tiene interesantes registros con temas del Campo Charro y la Sierra de Francia, así como también nuevas e interesantes composiciones para estos instrumentos.
En Zamora el grupo Habas Verdes desde sus comienzos en 1.987 viene incorporando la flauta y el tamboril como instrumentos de base. Otras experiencias son las
efectuadas por el dúo Tradinova, también de Zamora desde el año 1.991, este dúo vanguardista hace arreglos sobre temas tradicionales y también nuevas composiciones basadas en los instrumentos tradicionales que se mezclan con las nuevas tecnologías sonoras a partir de secuenciadores, samplers, etc.
En Zamora capital, la Asociación Tradición y música Popular también tiene una sección de músicos de flauta y tamboril.
El principal problema que tiene nuestros instrumentos para conjuntarse en otras formaciones musicales, es encontrar uno o varios prototipos que afinen con el resto de los instrumentos. El grupo La Musgaña lo resolvió rehaciendo alguna flauta hasta dar con la afinación apropiada, posteriormente y tras probar muchos ejemplares, Quique encontró otra flauta más que afina con el resto de los instrumentos. El dúo Tradinova, del que soy componente, no tiene ningún problema musical, pues los teclados actuales se adaptan perfectamente a cualquier tipo de afinación, no obstante, hay que realizar un trabajo entre los constructores para establecer uno o varios prototipos de flauta estables que puedan afinar entre sí, y con más instrumentos; todo esto, sin menospreciar en absoluto para el toque solista las gamas antiguas que dan a esta música su auténtico sabor tradicional.
Otro campo en el que también se han realizado experiencias ha sido el de la Música Antigua, Quique Almendros ha realizado grabaciones de varias Cantigas de Santa María dentro de la colección de Eduardo Paniagua y su grupo "Fror das Frores" que están muy bien concebidas desde el punto de vista musical y organológico. Recientemente Antonio Blanco, y Vicente Balseiro profesores de flauta de pico de los Conservatorios Profesional y Superior de Salamanca respectivamente se están interesando por el tema de la flauta y el tamboril, sobre todo en su vertiente histórica. En este sentido, es muy interesante el prototipo de flauta de tres agujeros renacentista con campana o pabellón construido por un artesano francés. Esta flauta es de afinación grave: Sol (los tres agujeros tapados), Do (los tres agujeros al aire, 440 Hz.) está construida -con indicaciones de Carles Mas-, a través de iconografías de la época por Marc Ecochard , Tonne, cidex 321, 16420 Vindelle, (cerca de Angoulème) Francia. [Telf: 07.33/ 45 21 49 18]


El futuro de la flauta y el tamboril
Es importante para una buena salud de estos instrumentos y sus estilos interpretativos en Castilla y León trabajar en distintos frentes:
1 Seguir con las grabaciones de los músicos tradicionales que aún viven.
2 Catalogar y transcribir esas melodías y ritmos.
3 Efectuar una labor pedagógica bien contemplada y apoyada institucionalmente.
4 Realizar un estudio en profundidad sobre la construcción de las flautas.
5 Llevar a cabo una buena difusión en nuevas grabaciones y actuaciones en directo.
6 Crear nuevas composiciones para flauta y tamboril así como arreglos musicales bien concebidos junto a otros instrumentos.
7 Rastrear en cancioneros de Castilla qué melodías serían propias de la flauta y el tamboril en esta zona donde se ha perdido su práctica. (En el trabajo de Carlos A. Porro se apuntan algunas melodías.)
8 Investigar en colecciones de Música Antigua e incorporar estos instrumentos junto al instrumentarium habitual de los grupos que se dedican a este estilo de Música.
Así pues, en el presente, ya se están marcando lo que puede ser el futuro de estos instrumentos y su pervivencia. Creemos que la flauta y el tamboril tiene un futuro asegurado pues son innumerables los alumnos que se hallan interesados en seguir tocando
estos instrumentos en las distintas escuelas y también muchas personas que se vinculan a distintas asociaciones y agrupaciones para seguir tocando la flauta y el tamboril. Los grupos de Folk van realizando su labor de difundir este tipo de sonoridad en los escenarios y en grabaciones, así como es interesante el realizar nuevas composiciones basadas en el lenguaje de ambos instrumentos. Por otra parte, algunos músicos de Conservatorio empiezan a reconocer el papel histórico que esta formación musical tuvo en la Edad Media y principios del Renacimiento, los datos recogidos de los archivos y libros de cofradías etc.,
no hacen sino corroborarlo.


Nota: esta ponencia ha sido realizada por Alberto Jambrina Leal, para el congreso: I Encuentro de Músicos de Flauta y Tambor celebrado en Pamplona-Iruña 18-20 septiembre, incorporando los datos inéditos de tamborileros en Castilla del trabajo de Carlos Antonio Porro Fernández.
Alberto Jambrina Leal, (Consorcio de Fomento Musical, Zamora) y Carlos Antonio Porro Fernández, (Fundación "Joaquín Díaz", Urueña, Valladolid)
Pamplona, 19-9-97


Bibliografía
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"Valeros como podáis". Cassette.
"Nuestros bailes con poderío y salero". Cassette.
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- Antología de la música tradicional salmantina. Realización y dirección: Ángel Carril. SAGA. Diputación de Salamanca. 1986 Carpeta con 5 L.P. o Cassette.
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- Canciones Maragatas. DISCOGRÁFICA CASTELLANO LEONESA. León, 1989
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- Cantos y toques maragatos. REDIM. Madrid, 1982.
- Con licencia de mi gente.ROSA MARÍA. Agustín García, flauta y tamboril. SAGA, 1994. C.D./ Cassette.
- De encuesta por León y Asturias. SAGA
Vol. 1 "Val de San Lorenzo". Madrid, 1985. Cassette.
Vol. 2 "Val de San Lorenzo, Filiel, Chana de Somoza". Madrid 1985. Cassette.
Vol. 3 " Tsaron (laron)", Madrid, 1985. Cassette.
Vol. 6 "León". Madrid, 1986. Cassette.
- De Pascuas a Ramos, SAGA. Diputación de Salamanca. 1985. L.P./ Cassette.
- El Bierzo. Cassette que acompaña al libro del mismo título. OSSOBEL. Madrid, 1984
- El calendario del Pueblo. Vol. II MOVIEPLAY. Madrid, 1980. L.P./ Cassette.
- El diablo cojuelo. LA MUSGAÑA. SONIFOLK. Madrid, 1988. L.P./ Cassette.
- El Paso de la estantigua. LA MUSGAÑA. RTVE-Música. Madrid. 1990. L.P./ Cassette.
- Encuentro de Músicos Tradicionales 1990. Castilla y León. R.N.E.. Madrid. 1990. L.P.
- En el Jardín de la Yerba Buena. HABAS VERDES. GAM. Valladolid, 1996. C.D. / Cassette.
- Entretiempos. ROSA MARÍA. Agustín García, flauta y tamboril. SAGA, Madrid, 1997. C.D./ Cassette.
- Entre Robles y Encinas. PEDRO GONZÁLEZ. "Santa Marta". SONIDO 69, Madrid. 1996. Cassette.
- Espigas del cancionero salmantino. ANGEL CARRIL. Agustín García, flauta y tamboril., SAGA. Madrid, 1991. L.P./ Cassette.
- Fiestas de gallos y otros cantos populares (Burgos). YESCA. SONIFOLK. Madrid, 1988.
- Folklore de España. Juan Cruz Sagredo. Columbia. Madrid 1976 "Zamora y Salamanca". "Salamanca y Cáceres".
- ¡Huachi, Torito! (Canciones Toreras Tradicionales de España y América). LA BAZANCA- ALTURAS. SEVERAL RECORDS, Madrid, 1993. CD/ Cassette.
- Instrumentos folklóricos de España (Recensión instrumental discográfica de la Magna Antología del Folklore Músical de España). HISPAVOX. Madrid, 1983. L.P.
- Instrumentos Populares de Castilla y León. Dir. Joaquín Díaz. MOVIEPLAY. Madrid, 1978. L.P. / Cassette.
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- La voz antigua de Miranda del Castañar. CFE / Guimbarda. Madrid, 1981.
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- Música Tradicional leonesa. PARVA Y SOSIEGA. SAGA. Madrid, 1994. C.D.
- Música Tradicional Vol. 1 "Zamora", SAGA, Madrid, 1985 L.P. / Cassette.
- Paseos por Zamora. Patronato de Turismo. Diputación de Zamora, 1995. C.D.
- Rondas y Romances. ARGIMIRO CRESPO, instrumentos originales: Alberto Jambrina. SEVERAL RECORDS, Madrid, 1993. Cassette.
- Salmantinidades. Cuadro Artístico del Centro de Cultura Tradicional. Diputación de Salamanca. SAGA. 1983. L.P./ Cassette.
- Savia nueva. AGRUPACIÓN DE TAMBORILEROS SALMANTINOS. DIAL DISCOS. Madrid, 1996. C.D./ Cassette.
- Sembrando remembranzas. ROSA MARÍA. Agustín García, flauta y tamboril. DISCOGRÁFICA CASTELLANO LEONESA, 1991. L.P./Cassette.
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- Sones y tonadas en tierras de Salamanca. Ángel Carril y otros intérpretes populares. DIAL/ Diapasón. Ayuntamiento de Salamanca. Madrid, 1980, 2 L.P./ Cassette.
- Temas de folklore zamorano. HABAS VERDES con Argimiro Crespo. SAGA, Madrid, 1990. Cassette.
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- Voces Blancas Salmantinas. Dir. Pilar Magadán Chao. RCA/ X''.
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"Villancicos de Salamanca". Madrid, 1980.

lunes, febrero 27, 2006

León ¿Qué hemos hecho para merecer ésto?

León ¿Qué hemos hecho para merecer ésto?

LAUREANO RUBIO PÉREZ

Diario de León 2/1/2006

Aunque el futuro de la tierra leonesa y de los leoneses, que por suerte aún la habitan, comenzó a torcerse hace algunas décadas cuando, tanto la nueva España de las autonomías, como la entrada en la Comunidad Económica Europea, no tuvieron en cuenta ni los derechos históricos del Reino de León, ni la singularidad y retraso de las estructuras agrarias y en conjunto económicas de la provincia leonesa, el proceso de desintegración de los sectores productivos y la total ausencia de alternativas y apoyos institucionales, pese a su cruda realidad, resultaría, a la postre, de escasa importancia, si lo comparásemos con la dinámica en la que de un tiempo a esta parte ha entrado el conjunto de la sociedad leonesa. Bien es cierto que todo está relacionado, pero, lamentaciones incluidas, buena parte de culpa de lo que le ocurre a León no sólo hay que buscarla en el propio sistema, en la actitud de los grupos dirigentes y en los responsables políticos más preocupados en figurar en las listas y asegurarse un sueldo muy superior al de su actividad profesional, caso de tenerla, sino también en la propia sociedad leonesa. La sociedad leonesa actual con su actitud, su resignación y su escasa visión de futuro y de respuesta es responsable tanto de lo que le ocurre, como del negro futuro que le espera una vez que la resignación parece ser la respuesta final y con ella la muerte.

Pero, ¿por qué esta resignación y cómo se ha llegado a ella? ¿Por qué una sociedad que durante muchos siglos de historia fue la más litigante y contestataria de toda España, la documentación de la Chancillería de Valladolid lo demuestra, hoy se ha convertido en la más individualista, en la más despreocupada por su riqueza histórica y patrimonial y en la más resignada de toda España. ¿Acaso nos olvidamos o desconocemos que las gentes del viejo reino leonés fueron las que asumieron en mayor medida el carácter colectivista en la defensa de su tierra y de sus fueros y privilegios, hasta tal punto que grandes y poderosos como el Conde de Luna, el Marqués de Astorga o los propios gobiernos liberales del siglo XIX hubieron de doblegarse en sus intenciones bastardas?. La respuesta a estos interrogantes aunque parezca difícil no lo es tanto si tenemos una mínima capacidad de observación social y de conocimientos históricos.

En efecto, muchos son los datos y realidades que definen a la sociedad leonesa como resignada y con escasa capacidad de respuesta o contestación. El desmantelamiento progresivo de sus sectores productivos tradicionales y de su riqueza, a cambio de nada o sin alternativas posibles, que comenzó hace algunas décadas tiene su máxima expresión y reflejo en hechos recientes: el carbón y la remolacha. Mientras que el sector agrario leonés, pese a lo mucho que se juega, apenas presentó batalla, a las manifestaciones de La Bañeza y a la división sindical me remito, el sector minero, como los propios afectados manifiestan hoy, a diferencia de otros tiempos, sólo está preocupado por la situación personal actual, por jubilaciones anticipadas y escasamente por mantener los puestos de trabajo para las generaciones venideras. Si a esto le unimos el fuerte proceso de envejecimiento de la población leonesa, la despoblación del medio rural e incluso de los centros cabecera de comarca y la progresiva dependencia de esta sociedad de las pensiones pagadas por papá Estado, podemos entender un poco más de un comportamiento social anómalo en una España en la que la contestación, la defensa de los derechos históricos, de los privilegios, de los recursos económicos y del patrimonio socio-cultural y de la propia identidad es algo cotidiano. Parece cada vez más claro que los pueblos que, o bien por desidia o por otras causas, desconocen su pasado histórico o conscientemente lo ignoran dándole escaso valor, están condenados al sometimiento de otros o a desaparecer como tales. Esto es lo que le ocurre a León y como tal la primera causa, a nuestro entender y a los acontecimientos me remito, de muchos de los males que aquejan a la sociedad leonesa. Por si esto fuese poco el desarraigo histórico de la sociedad leonesa, en unos momentos fundamentales en los que el resto de regiones o territorios españoles ha utilizado y está utilizando su identidad diferencial y su Historia para construir y garantizar el futuro, ha tenido recientemente algunas manifestaciones muy claras y de alguna forma es el causante de la creciente desintegración provincial a partir de guerras locales, manifestaciones interesadas y total desconocimiento por no decir ignorancia mal intencionada de la Historia de esta tierra y del viejo Reino de León que la acogió. Me refiero a esa constante aparición en los medios de comunicación de dirigentes políticos y sociales o de politiquillos interesados que desde una clara incultura y la total ignorancia histórica marean la perdiz a la hora de desunir en vez de unir lanzando propuestas como la de que El Bierzo no leonés o intentando frenar cualquier proyecto que conduzca hacia la reconstrucción política , social, cultural y mental de lo que durante muchos siglos y hasta el siglo XIX fue el Reino de León. Al respecto hay que recordarle que la repoblación de toda la tierra llana occidental hasta la Extremadura fue hecha por gentes de El Bierzo y de la montaña. Fueron los habitantes del Reino de León, bercianos y montañeses los que con sus genes y su cultura, aún presente, contribuyeron con su sangre y su trabajo a la reconquista y todo ello para que las generaciones presentes renuncien a aquel patrimonio o legado. Pues bien, en esta tesitura, el último ataque o bofetada a una realidad y a un patrimonio histórico, que de alguna forma da título a estas reflexiones, se produjo recientemente en el reportaje emitido por los informativos de Tele 5, reportaje que ha provocado múltiples quejas a través del correo electrónico y peticiones de rectificación que esperamos atienda dicha cadena si realmente es seria. Como no podía ser menos, todo comenzó en el juego de intereses políticos que tanto aquí como en Galicia tienen determinados personajes que viven de la política, por cierto muy bien, y que carecen de oficio ni beneficio. A estos a veces se unen otros voceros e incluso intelectuales que pese a conocer mucho de sociología tienen un profundo desconocimiento histórico y creen que la realidad histórica se puede alterar a capricho de determinados grupos actuales. En efecto, en aquel reportaje se habló de El Bierzo como una comarca castellana y se lanzaron una serie de falacias y mentiras tendentes a demostrar que los bercianos se reconocen gallegos y que en vez de aprender inglés prefieren aprender gallego. Pues bien, independientemente de lo que pien sen o le interese a algunos, El Bierzo, integrado en uno de los Partidos que formaban desde la Edad Media la provincia le León, no sólo es uno de los embriones del viejo reino, sino que no pocos pueblos y aldeas hoy pertenecientes a Lugo y Orense pertenecieron hasta la reforma de las provincias de Javier de Burgos, siglo XIX, a la provincia de León. Pero, todo este cúmulo de despropósitos además de beneficiar determinados intereses políticos lo que está generando es una clara desunión provincial para hacer frente al futuro y los que la promueven saben que la mejor vía es hacer olvidar y manipular el pasado y los derechos históricos de la región leonesa y de su viejo reino. Parece sorprendente, pensando en lo que hubiese ocurrido en otras regiones españolas con tal reportaje, que ningún partido político leonés, si es que tenemos alguno, o son meras sucursales, haya protestado y convocado una rueda de prensa exigiendo a Tele 5 la rectificación. Como nuestros partidos no parecen interesados en defender nuestra Historia y nuestra identidad histórica tendrem os que ser los leoneses de a pié los que sigamos en una lucha no exenta de desaliento al comprobar a una sociedad claudicante , incapaz de ver cómo y de qué forma los conducen sus dirigentes hasta el punto de renunciar al más preciado patrimonio o legado de las generaciones pasadas.

Encuentro con un nacionalista leonés

Encuentro con un nacionalista leonés

ANTONIO COLINAS

El País 24/2/1984

Este otoño he pasado un mes en las altas tierras de León, en mi tierra. Ningún espacio mejor para serenar el ánimo y descansar que el otoño fresco, encendido e intenso de las vegas y de los encinares que bordean los tres ríos de mi infancia. Habían ya transcurrido bastantes días desde mi llegada cuando decidí romper mi aislamiento para acudir a un acontecimiento cultural de excepción que se celebraba en la capital: la Orquesta Sinfónica de la Unión Soviética daba un concierto en nuestra catedral. Varios miles de personas iban a llenar las naves de la pulchra leonina para escuchar una orquesta del Este. "Desde luego", pensaba para mi mientras seguía con mi coche, en sentido inverso, la antigua ruta jacobea, "lejos han quedado aquellos años en los que un grupo de canónigos de la catedralhabían deseado juzgar inquisitorialmente uno de los sonetos de Blas de Otero".Ya en la ciudad, caminaba despacio, pues aún era pronto para el concierto, demorándome mucho en los alrededores de la colegiata de San Isidoro y en las viejas murallas romanas, cuando de repente me encontré con Froilán Argüello Luna. A Froilán -compañero de bachillerato- hacía casi 20 años que no le veía, pero siempre supe de su incuestionable amor por nuestra tierra. Por eso, después de saludarle le pregunté si, por casualidad, estaba afiliado al Partido Regionalista Leonés, que hoy sigue siendo el grupo más firme en la defensa de un leonesismo a ultranza. Me contestó en tono cortante que no, que él era cada día más partidario de una opción nacionalista para el viejo reino.He de confesar que me quedé algo sorprendido, y por eso le pregunté si bromeaba. Me dijo en seguida que no bromeaba lo más mínimo, que hablaba muy en serio y que como él ya pensaban algunos leoneses. Yo le dije que si no sería mejor dejar las cosas como estaban; es decir, que sin renunciar ni un ápice a nuestro leonesismo fuésemos solidarios con los otros pueblos de España. Le dije también que había que tener un concepto más abierto y universalista de la historia y que hacia ese universalismo generosos y solidario tenía que tender nuestro planeta si quería salvarse, y en concreto nuestro país, si deseaba seguir subsistiendo como Estado moderno. Y le pregunté por la visión que él tenía de nuestro pasado. Froilán Argüello me dijo que si sabía lo que significaba el nombre de Camposagrado. Acerté a decirle que era un campo prehistórico solar que había al norte de la capital. Él, dando por buena mi respuesta, añadió: "Pues ahí está nuestro pasado: en nuestras raíces, en la mismísima prehistoria". Pero siguió luego con otras razones no menos contundentes y parafraseó algunas de las expresiones de nuestro himno al decirme: "León tuvo Cortes, fueros y reyes antes que otros pueblos leyes". Y remachó esta sentencia preguntándome si, a estas alturas, yo desconocía que las Cortes leonesas de 1188 fueron las primeras del Estado, cuando, por supuesto, todo el parlamentarismo europeo estaba en pañales. Naturalmente le dije que conocía estos hechos históricamente documentados, pero que no sólo teníamos que programar el futuro en base a ellos. Afirmó entonces que la alusión que hacía a la antigüedad de nuestro pueblo iba dirigida a quienes desconocían la historia y, en concreto, a algunos altaneros miembros de otras comunidades. Declaró también que el viejo reino de León era una nación como cualquier otra y que pruebas documentales existían a montones.Seguíamos paseando con gusto por las hermosas y silenciosas callejas del casco antiguo cuando le dije que tuviera en cuenta que las nacionalidades históricas tenían razones lingüísticas y que poseyeron derechos que luego les fueron arrebatados. Froilán me sonrió, al tiempo que me preguntaba si el leonés no era primo hermano del castellano y, por tanto, una lengua románica como la que más. Y citó a Menéndez Pidal y a otros autores de peso.Además, me dijo que yo no era la persona más adecuada para ignorar que los más antiguos textos litúrgicos estaban en los monasterios de León y de la Tebaida berciana, y que en el mismísimo archivo de la catedral había pergaminos en lengua leonesa de los siglos IX y X, puntualmente estudiados por el propio Pidal. Mi asombro fue máximo cuando señaló que de cuestiones lingüísticas era mejor no hablar. O que lo hiciéramos cuando el leonés se volviera a hablar en todas las provincias en las que se habló en tiempos: Asturias, Santander, Zamora, Salamanca, Cáceres y Badajoz; es decir, hasta el mismo límite del río Guadiana, donde culminó la campaña leonesa de reconquista de 1230.Respecto a lo de los derechos arrebatados me aseguró algo que, desde luego, no admite réplica. A saber, que el reino de León había sido un ejemplo de justicia y de libertades ciudadanas en la Edad Media; que arrebatados nos fueron los concejos comunales libres y los famosos fueros de 1017-1020; que en León nunca hubo siervos; que si en unas comunidades había habido más represión lingüística, a otras se las había abandonado más desde el punto de vista económico por parte del poder central y, en consecuencia, en ellas se dieron más emigración y despoblación.Que fuera, pues, una cosa por la otra a la hora de que a cada cual se le hiciera justicia.Llegado a este punto le dije a Argüello que debíamos olvidarnos un poco del pasado y que para autogobernarse en el presente había que disponer de recursos naturales propios. Fue entonces cuando Froilán se echó a reír a carcajadas mientras afirmaba que, con tanta ignorancia como mostraba hacia mi tierra nunca me acabarían nombrando leonés del año. Yo, riéndome también de su graciosa salida, le repliqué, sin embargo, que no me gustaba que se frivolizara con mi leonesismo, o se cuestionara, cuando precisamente un leonés antepasado mío -el Capitán Colinas- había luchado junto al mismísimo don Pelayo. Froilán se quedó un tanto impresionado con esta petulante salida mía, porque algo había leído él en los viejos cronicones latino-leoneses de dicho capitán; pero siguió adelante con razones de peso.León era, según las estadísticas, el primer productor de mineral de hierro de España y el segundo de carbón. Y me preguntó si sabía hacia donde iban dichas materias primas, así como la energía eléctrica de nuestras centrales térmicas y las astronómicas -esa fue su expresión- cifras de ahorro de nuestros agricultores. Todo iba, en su opinión, a enriquecer las arcas de otras comunidades autónomas. Nuestra ganadería y nuestra agricultura eran de primerísima categoría y, bien administradas, no había razón para temer el aislamiento económico.Íbamos tan enzarzados con nuestra conversación cuando, repentinamente desembocamos en la plaza de la Catedral. He de confesar que ante el inesperado espectáculo del templo los dos nos quedamos mudos. la hermosa y nocturna pureza de la piedra de la fachada nos llenó de una emoción honda y mal contenida. Comencé a andar hacia el pórtico cuando, cuál no sería mi sorpresa, al ver que Froilán no me seguía, que él iba en otra dirección y que, por tanto, no acudía al histórico concierto. Yo no me explicaba su comportamiento. Por eso le pregunté si tenía algo contra la Diputación socialista, que era la que organizaba el acto, pero él volvió a decirme, con evasivas, que su opción era la nacionalista.Le dije entonces que si se sentía quizá más cerca de las últimas reivindicaciones leonesistas de la derecha. Pero él siguió firme en sus ideas radicales. Había comenzado a preguntarle sobre las posibles relaciones con el extinto centro político cuando vi que, notablemente excitado, se despedía precipitadamente y me daba la espalda. Así que lo vi perderse, a buen paso, en dirección al barrio Húmedo. Poco antes de que se alejara aún pude atisbar el título del libro que asomaba por uno de los bolsillos de su chaquetón: El maquis en la montaña leonesa durante la guerra civil, la obra, recién aparecida de un conocido autor.PD. Ya escrito este artículo, recibo la amable carta de Froilán en la que me pide excusas por su repentina despedida en León. Pocos días después, casualmente, otro amigo me envía las baser orgánicas -naturalmente, escritas en leonés- de la que puede ser la futura Academia de la Lengua Leonesa, cuya primera reunión se celebró meses atrás en Zamora. Y, ante este último y curioso testimonio, volví a pensar otra vez en todas las razones que Froilán me había dado en aquella noche inolvidable y musical.Naturalmente, no quiero terminar sin señalar que este artículo puede ser sometido a mil y una interpretaciones, especialmente si el lector pone más apasionamiento que serenidad en su lectura. Por ello finalizo diciendo que yo sólo me he ceñido a transcribir los detalles de nuestro encuentro. Un encuentro del que cada lector -sea o no leonés- extraerá su propia moraleja.

Sociedad

Encuentro con un nacionalista leonés. El País 29/2/1984. ANTONIO COLINAS

León ¿Qué hemos hecho para merecer ésto? Diario de León 2/1/2006. LAUREANO RUBIO PÉREZ

Federico y el maldito silencio. Diario de León 18/4/2006. EMILIO GANCEDO

La "y" también divoricia a Europa. Diario de León 26/12/2004. EMILIO GANCEDO

El pantaño de Riaño. Riaño vivo, publicado en Silva Leonesa. JOSE MARÍA MERINO

Estudio genético de los pueblos de la Península Ibérica

La realidad de la lengua leonesa

XOSEPE VEGA

La Crónica de León 26/2/2006

(Versión castellana)
Entre los fondos de la Biblioteca del Estado de Baviera, en Alemania, dormita un antiguo códice del siglo XIII que contiene una versión romanceada del Liber Iudiciorum, compilación normativa promulgada por el rey visigodo Recesvinto en el año 654. Este código legislativo sería adoptado a partir del siglo IX por los reyes asturleoneses como norma general para su reino, complementando así el sistema consuetudinario que, como fueros, había ido conformándose en cada villa y ciudad. La lex gothica o Forum iudicum, que es como es conocido entonces en la documentación, distinguió además durante mucho tiempo los territorios del Reino de León de los del Reino de Castilla, aún cuando ambos Estados fueran gobernados por un mismo rey, puesto que en este último nunca se aceptó el marco general que la legislación goda ofrecía.Lo que no conocen demasiados leoneses es que las palabras, las frases, los giros y expresiones, cada una de las características fonológicas, morfológicas y sintácticas que nos ofrecen las viejas páginas del códice bávaro no solamente son el reflejo escrito del lenguaje que los notarios, nobles y cortesanos leoneses utilizaban en su comunicación diaria, en aquellos ya lejanos tiempos en los que nuestra región era un poderoso Estado, henchido de palacios, iglesias y catedrales, sino que también son reflejo de las palabras y expresiones que hoy en día muchos de nuestros paisanos — mucho más humildes que aquellos soberbios nobles que entonces nos gobernaban— utilizan aún en conversaciones familiares, en charlas de vecinos y en lamentos de cocina.¿Cómo fue a parar un códice legislativo leonés a las profundidades de los bosques germanos? Es difícil saberlo y más aún relatarlo. Pero también resulta complicado explicar cómo pudo la lengua de todo un Reino, con la que se escribían leyes y se cultivaba la poesía, terminar arrinconada y escondida entre selvas de desprecios y burla, indiferencia y en ocasiones abierta hostilidad.El leonés es una lengua a la que se conoce con diferentes nombres y ello en ocasiones desconcierta a aquellas personas con un conocimiento deficiente de su historia y situación. Los confunde como suele confundirnos lo que no conocemos, pero en esto no es una lengua excepcional. El propio castellano es conocido también como español y ello no constituye ningún problema para sus hablantes, ni para sus estudiosos. En su caso, el leonés recibe otros nombres como los de asturiano o asturleonés, además de los que sus variantes o dialectos posean con carácter particular (mirandés, bercianu, cabreirés, pachuezu, etc.), pero todos ellos tienen un sentido y explicación a los que se llega profundizando en el conocimiento de su proyección histórica y social.Su formación fue consecuencia de la recepción por parte de las poblaciones autóctonas ástures de la lengua latina que Roma impuso en todos sus dominios. En un largo proceso de transformación, los diferentes sustratos poblacionales de las distintas regiones del Imperio fueron las bases de color en las que los pinceles de la lengua de Horacio y Cicerón, pero también de legionarios, mercaderes y funcionarios anónimos, crearon el cuadro de diversidad cromática y de matices que hoy llamamos Romania, y en la que el leonés se hermana con el gallego, el castellano, el catalán o el francés.Hay muy pocos leoneses que conozcan que muchas de las palabras que los habitantes de esta región utilizan aún hoy entremezcladas entre el castellano con el que habitualmente se comunican, son palabras de aquel antiquísimo idioma de los códices medievales. Y menos aún son los que entienden que el leonés, el nombre con el que habitualmente se conoce en esta tierra a este idioma, no es simplemente un disperso conjunto de pintorescas palabras. La gente que ha tenido acceso a alguna mínima información sobre la cuestión no cae de ninguna de las maneras en semejante error, como no caería en el de juzgar a la lengua inglesa por las pocas o muchas palabras que por razones, igualmente de carácter social, un joven de nuestro tiempo puede incorporar a su vocabulario cotidiano. No debemos confundir al leonés con el uso que podemos hacer del leonés.Cierto es que hoy en día, cuando el castellano se ha convertido en la lengua mayoritaria y habitual de León, mucho del uso que del leonés se sigue haciendo entre nosotros, se limita a la incorporación en la expresión básica castellana de vocablos o locuciones leonesas. En ocasiones éstas se producen por déficit en el conocimiento del castellano y por tanto con desconocimiento del préstamo que se está incorporando, pero en otras es porque el propio hablante juzga que el término leonés tiene una mayor rentabilidad comunicativa en esa situación concreta. Pero además de en estas ocasiones, en muchas partes de Asturias, de León, de Zamora y del territorio de Miranda do Douro, en Portugal, hay todavía hombres y mujeres cuya expresión cotidiana se realiza con carácter general con las características fonológicas y bajo las normas gramaticales del idioma en que se escribió la versión en leonés del Fueru Iulgu. Aún hoy día hay gentes que hablan habitualmente el leonés.Detrás de esa realidad cultural y lingüística, de esa nueva manifestación de la diversidad de España, hay personas, hay individuos, y por tanto detrás de la afirmación de que en el año 2006 hay personas que hablan leonés, hay una cuestión profunda y sustancial de derechos civiles. Reconocer su existencia es reconocer en realidad el derecho de esos hombres y mujeres a expresarse en su propia lengua natal, a acceder a la educación en las mismas condiciones que a aquellos otros ciudadanos con otra lengua natal española hoy nadie les discute. A no ser discriminados y a no tener que partir un paso por detrás en la carrera de la promoción social. Y además, junto al derecho de esos leoneses que hablan el leonés, con conciencia de esta circunstancia o no, está el derecho de todos, de absolutamente todos los leoneses, a conocer esta realidad. El derecho a saber cuál fue nuestra historia colectiva, a no ser desinformados ni confundidos, a que no se nos niegue la posibilidad de volver a hacer nuestro todo ese bagaje cultural que un día portaron nuestros antepasados. Y éste es un derecho al que no tenemos —en mi opinión, no debemos— por qué renunciar.

(Versión llionesa)
Entre los fondos de la Biblioteca del Estáu de Baviera, n’Alemania, dormita un antiguu códice del sieglu XIII que contien ña versión romanciada del Liber Iudiciorum, compilación ñormativa promulgada pullo rei visigodu Recesvintu ñel añu 654. Esti códigu lexislativu serié adoptáu dende’l sieglu IX pullos reis asturllioneses cumu ñorma xeneral pal sou reinu, complementando asina’l sistema consuetudinariu que, cumu fueros, fora conformándose en cada villa y ciudá. La lex gothica ou Forum iudicum, que ye cumu ye cuñocíu nestoncias ña documentación, distinguíu amás a lo llargo de mueitu tiempu los territorios del Reinu de Llión de los del Reinu de Castiella, on cuandu entrambos Estaos foran gobernaos por un mesmo rei, yá que ñesti últimu ñunca s’aceptóu la marcación xeneral que la lexislación goda ufrecié.Lo que ño cuñocen demasiaos llioneses ye que las palabras, las frases, los xiros y espresiones, cad’uña de las características fonolóxicas, morfolóxicas y sintácticas que ños ufrecen las vieyas páxinas del códice bávaru ño solamente son l’espeyu escritu de la fala que los ñotarios, ñobles y cortesanos llioneses utilizaban ña sua comunicación diaria, ñaqueillos yá allonxaos tiempos ños que la ñuesa rexón yera un poderosu Estáu, impláu de palacios, igresias y catedrales, siño que tamién son espeyu de las palabras y espresiones que houguañu mueitos de los ñuesos paisanos — mueitu más humildes qu’aqueillos soberbios ñobles qu’entóncenes ños gobernaban— utilizan tovía en conversaciones familiares, en charradas de vecinos y en llamentos de cocina.¿Cúmu fuei a parar un códice lexislativu llionés a las profundidaes de los brosques xermanos? Ye difícil sabelu y on más relatalu. Pero tamién resulta complicáu esplicar cúmu pudo la llengua de todu un Reinu, cuña que s’escribién lleis y se cultivaba la poesía, terminar arrequeixada y escondida entre selvas de desprecios y burla, indiferencia y ñ’oucasiones abierta hostilidá.El llionés ye una llengua la que se cuñoz con diferentes ñomes y eillo de cuando en vez desconcierta a aqueillas presonas con un coñocimientu deficiente de la sua hestoria y situación. Confúndelos cumu suel confundiños lo que ño cuñocemos, pero ñesto ño ye una llengua escepcional. El propiu castellanu ye cuñocíu tamién cumu español y eillo ño costitui ñingún problema para los sous falantes, ñi pa los sous estudiosos. Ñu sou casu, el llionés recibe outros ñomes cumu los d’asturianu ou asturllionés, amás de los que las suas variantes ou dialectos poseyan cun carácter particular (mirandés, bercianu, cabreirés, pachuezu, etc.), pero todos eillos tienen un sentidu y esplicación a los que se chega profundizando ñu cuñocimientu de la sua proyeición hestórica y social.La sua formación fuei consecuencia de la recepción por parte de las poblaciones autóctonas ástures de la llengua llatina que Roma impuso en todos los sous dominios. Ñun llargu procesu de tresformación, los diferentes sustratos poblacionales de las distintas rexones del Imperio foron las bases de color ñas que los pinceles de la llengua d’Horacio y Cicerón, pero tamién de lexonarios, mercaderes y funcionarios anónimos, crearon el cuadru de diversidá cromática y de matices que güei chamamos Romania, y ña que’l llionés hermánase cuño gallegu, el castellanu, el catalán ou’l francés.Hai mui poucos llioneses que cuñezan que mueitas de las palabras que los habitantes d’esta rexón utilizan tovía güei envueltas entre’l castellanu cuño qu’habitualmente se comunican, son palabras d’aquel antiquísimu idioma de los códices medievales. Y on menos son los que entienden que’l llionés, el ñome cuño qu’habitualmente se cuñoz ñesta tierra a esti idioma, ño ye simplemente un dispersu conxuntu de pintorescas palabras. La xente que touvo accesu a alguna mínima información sobre la cuestión ño cai de ñinguna de las maneiras en tal error, cumu ño cairié ñu de xulgar a la llengua inglesa pullas poucas ou mueitas palabras que por razones, igualmente de carácter social, un rapá del ñuesu tiempu puede incorporar al sou vocabulariu cotidianu. Ño debemos confundir al llionés cul usu que podemos facer del llionés.Ciertu ye que güei en dié, cuando’l castellanu cunvertíuse ña llengua mayoritaria y habitual de Llión, mueito del usu que del llionés síguese faciendo entre ñosoutros, llimítase a la incorporación ña espresión básica castellana de vocablos ou locuciones llioneses. Ñ’ocasiones éstas prodúcense por déficits ñu cuñocimientu del castellanu y por tanto cun descuñocimientu del empréstamu que s’está incorporando, pero ñ’outras ye porque’l propiu falante xulga que’l términu llionés tien una mayor rentabilidá comunicativa ñesa situación concreta. Pero amás de ñestas oucasiones, en mueitas partes d’Asturies, de Llión, de Zamora y del territoriu de Miranda l Douro, en Portugal, hai tovía homes y muyeres cuña expresión cotidiana feita con carácter xeneral cuñas características fonolóxicas y baixo las ñormas gramaticales del idioma en que se escribíu la versión en llionés del Fueru Iulgu. Tovía güei hai xentes que falan habitualmente’l llionés.Detrás d’esa realidá cultural y llingüística, d’esa ñueva manifestación de la diversidá d’España, hai presonas, hai individuos, y por tanto detrás de la afirmación de que ñel añu 2006 hai presonas que falán llionés, hai ña cuestión profunda y sustancial de dreitos civiles. Recuñocer la sua esistencia ye recuñocer en realidá’l dreitu d’esos homes y muyeres a espresase ña sua propia llengua ñatal, a acceder a la educación ñas mesmas condiciones qu’a aqueillos outros ciudadanos cun outra llengua ñatal española güei ñaide-yes discute. A ño ser discriminaos y a ño tener que partir un pasu pur detrás ña carreira de la promoción social. Y amás, xunto al dreitu d’esos llioneses que falan el llionés, cun cuncencia d’esta circunstancia ou ño, tá’l dreitu de todos, d’absolutamente todolos llioneses, a cuñocer esta realidá. El dreitu a saber cuál fuei la ñuesa hestoria colectiva, a ño ser desinformaos ñi confundidos, a que ño se ños ñegue la posibilidá de volver a facer ñuesu todu ese maletu cultural qu’un dié portoron los ñuesos antepasaos. Y ésti ye un dreitu al que ño tenemos —ña mié oupinión, ño debemos— por qué arrenunciar.

Junta y empresarios

JAVIER CALLADO

Crónica de León 27/2/2006

La encuesta de una de las asociaciones de empresarios de León ha evidenciado que una mayoría opina que la actual configuración autonómica les perjudica. Resulta llamativo que un colectivo perpetuamente expuesto a las celebraciones propagandísticas del ente se manifieste en desacuerdo con él. Debe haber elementos objetivos que induzcan a pensar que la Junta de Castilla y León es negativa para sus intereses.Entre las posibles causas podemos intuir la marginación de las empresas leonesas en las contrataciones de la Junta. Esto se manifiesta, por ejemplo, en la necesidad frecuente de recoger en Valladolid pliegos de condiciones para acudir a los concursos. Por otra parte, es inevitable viajar a esa ciudad en estos casos para llegar a los interlocutores, por lo que los oferentes vallisoletanos llevan ventaja. Además, dado que es frecuente la contratación centralizada, son muchas las empresas pucelanas que cuentan más utilizando el conocimiento personal de funcionarios y altos cargos. Esta es una de las causas por las que algunas empresas leonesas han optado por abrir oficinas en Valladolid.
Por otra parte, el entorno de mercado para una empresa leonesa define sus prioridades en los cercanos núcleos metropolitanos de La Coruña y, sobre todo, de Oviedo. Desde Valladolid estas zonas resultan lejanas, por lo que la Junta apenas se ocupa del apoyo a la acción empresarial. El hecho de que se impulse el trabajo de las compañías vallisoletanas en Madrid, pero no se ayude a las leonesas en Asturias y Galicia supone un inconveniente.
Además, la creación de condiciones favorables para la implantación y desarrollo empresarial está centralizada en Valladolid. El coste del suelo en el Polígono de Boecillo es irrisorio en comparación con lo que se oferta en León. Las acciones formativas están ligadas a Valladolid. Por el contrario, el Parque Científico de León está marginado. ¿Cuántas jornadas ha celebrado la Junta allí?
Una Autonomía Leonesa bebería en la tradición concejil estructurándose de abajo arriba, con lo que la descentralización de las contrataciones se vería potenciada. Habría un mercado más abierto y rico. Los interlocutores públicos serían más accesibles desde aquí en los concursos. Las acciones promocionales sobre los mercados próximos de Asturias, Portugal, Galicia y Cantabria marcarían el apoyo a la expansión empresarial en un espacio que nos es propio.
La Región Leonesa tendría su propia red tecnológica, en libre y sana competencia con Boecillo, y al mismo nivel. Las acciones formativas se desarrollarían en los cuatro nodos principales (León, Zamora, Salamanca y Ponferrada). El hurto de sedes no tendría sentido y el País Leonés avanzaría por su propio camino hacia la integración en la Europa de las regiones como un lugar próspero.

Economía

Junta y empresarios. Crónica de León 27/2/2006. JAVIER CALLADO

La Ley de Montes. Crónica de León 22, 25 y 29 de mayo de 2006. JAVIER CALLADO

Borrando León. La Crónica de León 13/10/2006. JAVIER CALLADO

sábado, febrero 25, 2006

Niños, rapaces, mozos y vecinos

Sobre el mundo infantil conviene recordar aquellos artículos de Luis Bello publicados en el periódico madrileño El Sol, bajo el título Visita a las escuelas, a proposito de las que realizara por la península, sin obviar esta provincia, en la que estuvo en 1925. Lo que describió sobre León fue sorprendente, pues refiere que en aquella fecha contaba con 1.439 escuelas y era, a pesar de las obligaciones infantiles, la primera en asistencia escolar. Esto venía a indicar un nivel que afectaba no sólo al aprendizaje de los niños, sino a la instrucción pública que tuvo en la celebración del Día del Árbol desde 1904, uno de los aspeaos más emblemáticos de aquella pedagogía a la que contribuyeron enseñantes formadas en la Institución Libre de Enseñanza, luego truncada por la Guerra Civil del 36 y la posterior acción del magisterio, acartonada y mediatizada por el régimen de la dictadura franquista.
Hasta la regulación del profesorado, los maestros acudían a los pueblos y ferias para ser contratados para la temporada que discurría desde otoño hasta el verano. Entre ellos estaban los catapotes, llamados así los que no tenían título, que circulaban a partir de octubre, para ofrecer el conocimiento de las primeras letras, probablemente entremezcladas con el habla cotidiana del leonés, en un duro y poco recompensado oficio, que les obligaba a llevar una vida al amparo de alguna familia que les acogía en su casa.
La otra vía de aprendizaje del menor era el saber que le transmitían los padres y los abuelos. La presencia de estos últimos fue más que respetada, de tal forma que siempre se les trató con la distancia que imponía su venerable presencia y con el acatamiento y obediencia consustancial al orden familiar. La figura de los abuelos, por tanto, era un símbolo que representaba el lazo paternofilial y la pertenencia a un tronco familiar, de manera que su sabiduría pasaba a hijos y nietos a través del hacer cotidiano, del trabajo, del ejemplo e, incluso, en el decir que se generaba en aquellas sabrosas reuniones de la antecena, llamadas calechos, o en las posteriores a ella, conocidas como filan-dones, durante las noches de invierno. En ellas, en torno al amor de la lumbre de una cocina elegida por turno, y bajo el palio de la débil luz de algún aguzo, candil o farol, se contaban noticias, se cantaba y bailaba, surgían amoríos y se transmitía toda la cultura oral del pueblo, siempre proclive a la perpetuidad del romance, a concitar el saber en refranes y proverbios, a desarrollar la imaginación con cuentos y leyendas, y a repetir los hechos de la historia del pueblo como una retahila de acontecimientos incuestionables.Hasta que el niño o la niña se hacían mozo o moza, el discurrir de su existencia se devanaba entre juegos (tarusa, chorromorro, piuca, gocha, gállaras, potro, cincón, tabas, etc.) y el aprendizaje de los códigos de la sociedad en la que vivía; entre el orden preestablecido y el despertar hacia un sentido práctico que era obligado para resistir en un entorno cuya naturaleza, casi humanizada, seguía siendo más fuerte que el hombre y su técnica. Así se fraguaba ese peculiar carácter despabilado del niño del medio rural, que contrastaba significativamente con el muchacho urbano, más mohíno en su capacidad resolutiva. Si éste tuvo la ciencia teórica, el otro poseía la maña, el saber práctico que enriquecía permanentemente por emulación e intercambio en el grupo del que formaba parte. Casi puede decirse, que los acontecimientos personales como la cuelga que se le hada por su cumpleaños, era una simple anécdota frente al resto de alegrías y festejos compartidos con el resto de los muchachos de su quinta. El aguinaldo, por ejemplo, que daba el señor cura a los niños el día de Año Nuevo o a los mozos el día de Reyes, se recibía conjuntamente y se departía aunque consistiese en un menguado puñado de nueces, avellanas, castañas o rosquillas de pan o baño, que en la zona de Valencia de Don Juan recibían el nombre de aleluyas, repartidas el Domingo de Resurrección.
El acontecer de la juventud era parejo. De niños pasaban a rapaces, de rapaces a mozos y de mozos a vecinos. Juntos crecían a través de esos dos primeros y divertidos estadios de su vida. Y como adolescentes que eran, trataban de imitar a sus inmediatos mayores, es decir, a los mozos, en cuyo colectivo ingresaban después de haber pagado el patén (patente), estipendio en viandas o vino, una vez cumplidos los 18 años. Era desde luego un acontecimiento personal puesto que implicaba mayoría de edad y la inclusión en el grupo de una mocedad que constituía otra célula dentro del conjunto social, con sus propios códigos, ocupaciones y juegos (aluches o baltos, tiro de barra, bolos, frontón, trinquete, chapas, etc.). Meterse mozo suponía el disfrute de unos derechos para participar tanto en aquellos actos que les eran propios como para asumir obligaciones y responsabilidades que incluían el pago de multas si cometían inconveniencias y desmadres de orden moral o cívico. Eran las reglas, era la mayoría de edad, era un nuevo estado de conciencia. Desde ese momento participaba en Pastoradas, Auto de Reyes, antroidos, torreznadas, huevadas, marzas, mayos, mayas, ramos, cortejos de mozas, rondas, rastros, cencerradas, carreras de rosca, robo de nateras, organización de las fiestas del pueblo, alzados de pendón y quintadas, que constituían su hacer más común en la tradición de nuestros pueblos. Un calendario de hechos que se realizaba bajo el gobierno de un mozo o moza alcalde, también llamados rey de mozos o reina de mozas, cuyo cargo adquirían por votación y que renovaban anualmente al comenzar el nuevo año o el día de Reyes.
Alcanzada la mayoría de edad, la incorporación de los miembros al conjunto social se producía a través de cuatro conductos: cuando se contraía matrimonio, adquiriendo derechos para construir una casa; cuando, siendo de fuera, pagaba el derecho de vecindad para afincarse en el lugar; y, cuando, siendo el hombre forastero, se casaba con una mujer del pueblo, después de haber retribuido a los solteros el llamado piso. Los dos primeros, consuetudinarios e inalienables, y el tercero, según costumbre aleatoria que derivaba en caso de incumplimiento, en mofas, escarnios o en cencerrada para los inobservantes. En cualquiera de las circunstancias, se adquiría el título de vecino.

viernes, febrero 24, 2006

Cien años de pervivencias, perdidas y olvidos

En el contexto general de la provincia, heterogénea donde las haya, han existido, según las zonas, circunstancias socioeconómicas diferentes que han dado lugar a formas de organización sociales y culturales cuyos matices son la razón de su diversidad. Buena parte de la sociedad rural leonesa resultaba ser propietaria de un espacio minifundista que, a nuestro juicio, marcaba carácter tanto por el hecho de la propiedad como por la pequeñez de las tierras. En un caso, afectaba a la forma de ser del leonés -siempre dueño y rey de sí mismo- y al modelado de un carácter peculiar en el que la autosuficiencia y el orgullo eran, y casi siguen siéndolo, emblemas de personas y apellidos. En el segundo caso, la excesiva parcelación del territorio no ayudaba a la aplicación de sistemas de cultivo que mejorasen la producción y, consecuentemente, a tener excedentes vendibles, como tampoco a salir del régimen autárquico y de autoabastecimiento en el que se vivía. Una situación que también era producto de carencias tecnológicas, de la ausencia de una racional ordenación del territorio, de falta de producción y de un sistema hereditario de igualdad distributiva en el que no hubo el derecho de primogenitura tradicional de otras zonas de España.
En aquel entonces, el panorama social no era uniforme. Las comarcas favorecidas por las explotaciones mineras asistían a un paulatino cambio que mitigó aquellas emigraciones del siglo XIX hacia las "Américas", y favoreció una mejora de los efectivos humanos, Las condiciones de vida comenzaban de alguna manera a cambiar, a la vez que el germen de la conciencia proletaria anidaba en la mentalidad del pueblo trabajador, más en la ciudad y en los núcleos mineros -que derivaban o compartían su habitual actividad agrícola y ganadera con la minería-, y menos entre los campesinos que, como pequeños propietarios, tal sentimiento creaba una dualidad conflictiva o cierta indiferencia por no sentirse afectados. La tierra era, como hasta entonces lo había sido, una expresión de riqueza y estatus, que creaba fuertes vínculos familiares, sociales y de procedencia. Así, las zonas ribereñas, mesetarias de Tierra de Campos y del páramo, presentaban unas condiciones diferentes a las de montaña, en función de un medio que determinaba los recursos, la economía y la forma de vida. Una vida que, haciendo nuestras las palabras de Azorín, "no [era] más que la representación que [se tenía] de ella" (Los pueblos, 1905).
Las secuelas se prolongaron casi hasta 1950, aunque atajadas por un débil crecimiento a lo largo de los veinte primeros años del siglo, para luego comenzar un aumento poblacional mucho más perceptible, que duró hasta los años 60. Esta nueva coyuntura, acompañada por el desarrollo generalizado de la nación, fue la causa de éxodos de gentes del espacio rural a la ciudad, creando un despoblamiento irreversible en muchas áreas de la provincia. Tal circunstancia hará mella en la vida de los pueblos.
El llamado "atraso español" instalado durante casi toda la primera mitad del siglo, llegaba a unos niveles en los que la renovación y búsqueda de nuevos horizontes era una salida irrenunciable. La cultura tradicional estaba, entonces, en un proceso de cambio que dividió el siglo en dos épocas que coinciden con su medianía cronológica: una, la "España étnica"; la otra, la "España de la mecanización". La primera representa el español que, según Flores Arroyuelo, consideraba el trabajo un "mal impuesto" y, en consecuencia, optaba por "limitar sus necesidades" antes que "aumentar la producción".
En esos años, las diversas "Españas" definidas por Marañón -la España hidalga, la España negra, la España del sol y la España de la pandereta-, salpicaban también a la sociedad rural leonesa. Para ser más justos y ajenos a sentidos peyorativos, habría que añadir la España simpática, que descubre Amando de Miguel en Los españoles. Sociología de la vida cotidiana (Madrid, 1995), existente en medio del fatalismo en el que se regodeaba la autocomplacencia hispana. Un lastre secular que hizo que la sobriedad y la adustez se enseñoreasen en el carácter campesino. Rasgos que se vivieron en esta tierra, donde las mismas diferencias comarcales que siempre han tenido la montaña o la ribera, el páramo o el soto-monte, fueron causa para sobrellevar una vida más o menos lúdica y hedonista o más o menos contenida y previsora, aunque también ramplona y tacaña, haciendo honor a esa frase acuñada por Julián Marías en Meditaciones sobre la sociedad española (Madrid, 1966), que dice: "el español, a lo largo de los siglos, [ha tenido] una quejumbre permanente y generalizadora".
La tierra, como hemos dicho, seguía determinando la estructura material y organizativa de la sociedad de la época. Rara su cultivo era habitual hasta bien avanzado el siglo, que las familias contasen con un buen número de hijos bajo la autoridad paterna, aunque la presencia de un matriarcado sui generis, sostenía la cohesión del entramado familiar. Si, sobre la mujer recaía la organización doméstica, atención de los vástagos y cuidado de los animales menores de la casa, al hombre correspondía las compra-ventas agrícolas y ganaderas y el mantenimiento de la hacienda, trabajo al que, en épocas de cosecha y de siembra, siempre se sumaba el de la mujer y el de los hijos. Era mano de obra necesaria para una agricultura que comenzaba a crecer a principios de siglo. Tan necesaria, como que en tos años 40 todavía no había tractores en la provincia. La ayuda de todos los miembros era imprescindible, incluso de los más pequeños que, a partir de marzo, abril o mayo, dejaban la escuela para acudir al cuidado de los ganados particulares o de las veceras, según el número y clase de reses que había en cada casa. Era una forma de colaboración y de aprendizaje del menor para lo que habría de ser su vida, es decir, el campo o la toma de hábitos. Una decisión esta última, fruto del sin remedio o de la acción catequista de las Santas Misiones que siempre captaban algún futuro acólito. Un orgullo para la familia puesto que se libraban de una boca y a la vez la propuesta se interpretaba como una elección a causa de la despejada aptitud intelectual del rapaz. Otra cosa era la actitud, frustrada muchas veces. Pero cuando se hacía realidad, la complacencia y la prez eran supinas hasta para el pueblo entero, de modo que fue habitual que el misacanta- no dijese su primera misa en la localidad de nacencia. En su honor, los compañeros de juventud podían llegar a plantar un mayo y a llevarle en hombros, una vez convertido en sacerdote, desde la iglesia hasta la casa de sus padres, cuya puerta y balcón tenían adornados con ramos, y desde donde era obligado que dirigiese una perorata y repartiera pastas y vino.